Sobre Demian Bedni[490]

(Reflexiones póstumas)

Julio de 1932

Demian Bedni[491] cayó en desgracia. Los motivos inmediatos que se adujeron son algo vagos. Dicen que se oponía a todos los escritores, jóvenes y viejos, que sus intrigas personales lo hacían insoportable; también dicen que se liquidó al tratar de moverle el piso a Gorki. Probablemente haya un poco de verdad en cada una de estas afirmaciones. Las tres son un producto de las circunstancias y del hombre implicado, no se contradicen.

Hay que decirlo francamente, el hombre no inspira ninguna simpatía, pero tampoco son muy atractivas las circunstancias. De todos modos, tratándose de la persecución a un talentoso escritor consideramos que es nuestra obligación salir en defensa de Demian Bedni. Por cierto, no a causa de la persecución misma; ese tipo de sentimentalismo nos es ajeno. En nuestra opinión, lo decisivo es quién persigue y por qué. Aunque a primera vista nuestra posición pueda parecer paradójica, no tememos formularla con toda la claridad necesaria: la critica mal intencionada de Demian Bedni forma parte de la tarea general de la burocracia de liquidación de las tradiciones políticas, ideológicas y artísticas de la Insurrección de Octubre.

A Demian Bedni le rindieron durante mucho tiempo los honores que merece un poeta proletario. Alguien del grupo de Averbach[492] llegó a declarar que él demianizó la literatura soviética. Hay que entenderlo en el sentido de que le dio un carácter totalmente proletario. «Poeta bolchevique», «dialéctico», «leninista en poesía» —¡qué increíble parece!— Demian Bedni encarnaba toda la Revolución de Octubre junto con su corriente proletaria. Sólo el miserable e imprevisor esquematismo de la terrible época de los epígonos puede explicar el hecho asombroso de que se haya incluido a Demian Bedni entre los poetas del proletariado. No; fue un camarada de ruta, el primero entre muchos camaradas de ruta literarios de la Insurrección de Octubre. No hablaban por su pluma los obreros metalúrgicos sino el campesinado insurgente y la pequeña burguesía urbana que rechinaba los dientes. No decimos esto para atacar a Demian Bedni. La poesía pequeñoburguesa formó parte del grandioso trasfondo de octubre. Sin el gallo rojo del campesino, sin el motín de los solados, los obreros nunca habrían obtenido el triunfo. Máximo Gorki representaba en la literatura a la masa informe de «la cultura» aterrorizada por la poesía desenfrenada, mientras que Demian, por el contrario, se movía en ella como un pez en el agua o como un sólido delfín.

Demian no es un poeta ni un artista sino un versificador, un agitador que rimaba con mucha fuerza. Las formas fundamentales de su rima eran la fábula y la copla, ambas sumamente arcaicas, deliberadamente campesinas, y en esa medida no proletarias. Sus viejas formas de literatura popular, que se agitaban en las profundidades mismas de las masas populares no podían menos que subir a la superficie de la corriente durante la revolución. Así Demian pasó a ser el primero…

La insurrección de Octubre hizo surgir toda una literatura de cantos campesinos que, a la vez que pugnaba por salir a la luz con la revolución, despreciaba ostentosamente los arcaísmos. Esta literatura recargada, decorativa (Kliuev[493]) reflejaba obviamente a los kulakis. Sí, ¿y de qué otro modo podía ser? Sólo el campesinado próspero tenía la facilidad, la fantasía y el dinero necesarios para ornamentar el alero de su casa. El kulak puso su sello en la literatura popular de esos tiempos.

La literatura de cantos campesinos era tan conservadora como el campesino pudiente, aunque éste haya sido arrastrado por el torbellino de Octubre. De todos los trovadores campesinos, Demian Bedni fue el más cercano al proletariado, el más audaz al saludar a la revolución que ya mostraba sus rasgos proletarios, rasgos que en lo esencial le producían un gran malestar interno. Pero por todo eso siguió siendo sólo un camarada de ruta. Los tiempos le favorecieron, los años de las guerras civiles, las luchas de los campesinos contra la monarquía, la nobleza, los curas, y también los banqueros. En ese entonces Demian no era un poeta, en todo caso no un poeta proletario, sino un versificador revolucionario de estatura histórica. Tal vez Demian Bedni no hizo avanzar ni una pulgada a la literatura, pero con ayuda de la literatura colaboró en el avance de la revolución. Y esto le dio mucho mérito. Las historias de que Lenin valoraba enormemente el talento artístico de Demian Bedni son pura leyenda. Lenin valoraba al agitador en verso de primera clase, al maestro del lenguaje popular. Pero esto no impedía que Lenin dijera de él abiertamente: «Es vulgar, por cierto, muy vulgar, y posiblemente también pornográfico». Y la vulgaridad y la pornografía teñían a Demian con el color del kulak.

Básicamente, Demian se acabó junto con la Guerra Civil. La poesía de cantos campesinos perdió toda vigencia. Pasaron a primer plano los problemas de la industrialización, de los ritmos, de la revolución mundial, problemas que no se adecuan a la fábula o la copla. En la primera época trató, no sin cierto éxito, de dar vida a la reacción organizada contra la Oposición de Izquierda. La esencia de la reacción estaba constituida por los Camaradas de ruta de Octubre, no proletarios, —los kulakis educados, los nepmen, los intelectuales de izquierda, los arribistas especializados, los pequeños burócratas—, que se alzaban contra la revolución proletaria y se conjuraban solemnemente para enviar al diablo la revolución «permanente», es decir la revolución proletaria internacional. Demian expresaba de una manera muy natural y clara estos sentimientos. No hizo falta ningún micrófono político para transformar el arte de Demian Bedni, entre 1924 y 1927, en la verdadera melodía rusa del termidor. Sus estrofas sobre el matrimonio y el divorcio quedaron como imágenes de la repulsiva reacción gris y cotidiana. Su onomatopeya nacionalista exhalaba ese hedor a Centuria Negra que llegaba directamente desde Kievlianin[494] Pero evidentemente esta reacción, que revelaba demasiado, confundió y escandalizó a la burocracia stalinista, si bien, en el momento culminante de la lucha contra la Oposición de Izquierda, no vaciló en utilizar esos sentimientos propios de las Centurias Negras de los que al principio trató de mantenerse apartada. El camarada de ruta de octubre se convirtió en el camarada de ruta del oficialismo pretermidoriano. Después, Demian fue marginado.

Por inercia siguió siendo una figura influyente. Los elementos insinuantes y astutos de la Asociación Rusa de Escritores Proletarios se apresuraron a encumbrarlo. El propio Demian se apresuró. Se consideraba un aristócrata de la revolución, y aunque no les volvió la espalda a los que están en el poder tampoco perdió oportunidad de poner los pies sobre la mesa. Luego de contemplar los tacos y las suelas impresionantes del honorable escritor, los Averbachs declararon a coro: es necesario, oh, muy necesario, demianizar la literatura proletaria.

«¿Por qué?», preguntó algún burócrata de gusto refinado.

«Porque es lo mejor que tenemos a mano mientras Gorki esté en Capri jugando a ser el huésped de Bernard Shaw».

«Demian no sirve para un público limpio. Además, tiene desviaciones; lo demuestra en su última pieza, en la tercera columna, doce líneas antes del final, cuando se refiere al problema de las gallinas colectivas. Tampoco enaltece a Stalin como teórico. ¡Demian pertenece al pasado!».

No es difícil imaginar lo preocupado que se sintió el poeta, familiarizado como estaba con los métodos de la burocracia, cuando sintió que lo marginaban. En esta ocasión fue capaz hasta de mostrarse rudo: «¿Para esto luchamos?». Se sabe que Gorki estaba del otro lado de la barricada, pero cuando la lucha terminó se sentó encima de esa misma barricada, derramó unas cuantas lágrimas y propuso una paz general sin anexiones ni indemnizaciones. Sin embargo, Demian estuvo allí, la noche del 25 de octubre y los días y noches siguientes, recitando incansablemente sus canciones en el bando de los soldados rojos…

Es muy cierto, pero eso no cambia nada. Ya no se necesitaba más al ambicioso y obcecado Demian, ni por la parte de su personalidad afín a Octubre ni por la de su carácter de «Centuria Negra». Es cierto que estaba dispuesto, por así decirlo, a bailar al compás que le marcaran; a dar algunas vueltas y saltos para hacer olvidar sus errores de ayer, a emocionarse dulcemente ante la elocuencia de Kaganovich, pero ya no era útil; para eso están los Bezimenskis[495] jóvenes y viejos. Y súbitamente se brindó a los Averbachs «amplias alabanzas por su sabiduría»; no sólo no era necesario demianizar a la literatura, había que desdemianizar hasta la última pulgada del propio Demian. Así giró la rueda y aplastó a un figura no muy simpática pero sin embargo destacada. Hubo un Demian Bedni, y luego dejó de existir. Nos detuvimos a hacer estas reflexiones sobre su triste destino porque, aunque indirectamente, la liquidación de Demian Bedni es parte de la liquidación burocrática de los sentimientos y el espíritu de Octubre.

Escritos , Tomo II
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