Por el camino de Swann
Para muchos historiadores y críticos, «En busca del tiempo perdido» no solo es una obra cumbre de las letras francesas del siglo XX, sino también una de las más grandes creaciones literarias de todas las épocas, en la que la trasposición en el relato de la vida de Marcel Proust (1871-1922), así como de personajes y ambientes sociales de su tiempo, se pone al servicio de un propósito radicalmente innovador del género novelístico. «Por el camino de Swann» es el primer volumen de la serie que completan, por este orden, «A la sombra de las muchachas en flor», «El mundo de Guermantes», «Sodoma y Gomorra», «La prisionera», «La fugitiva» y «El tiempo recobrado».Esta primera entrega se abre con el pasaje más célebre de cuantos escribió Marcel Proust (y, sin duda alguna, uno de los textos más conocidos de la Literatura universal): la evocación, por medio de una asociación memorística fortuita, de la infancia del narrador en Combray. En efecto, un hecho tan nimio como la degustación de una magdalena que el narrador no había vuelto a probar desde sus días de infancia le permite recobrar las figuras de una serie de personajes que llenaron sus primeros años de existencia (su madre, su abuela, la tía Léonide, etc.), así como el espacio geográfico en el que transcurrió dicho período. Pronto cobran nitidez en la evocación del narrador las dos direcciones opuestas por las que discurrían los paseos cotidianos del niño: el camino de Méséglise (que le retrotrae, a su vez, al recuerdo de los personajes que lo poblaban, como Swann, su hija Gilberte y el músico Vinteuil), y el camino de los Guermantes (que conduce hasta un espacio habitado por unos aristócratas cuyas vidas se antojan demasiado irreales para el conocimiento del mundo que poseía aquel niño).