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Poco después de comer, vuelvo a estar delante del portátil cuando veo que AbuLizzie entra en Agora. El pequeño icono que hay junto a su nombre se transforma en una carita sonriente, como si la presencia en el foro fuese un motivo de alegría. Esta vez decido adelantarme a ella.
médicoencasa: ¡Hola, Lizzie!
AbuLizzie: ¡Hola doctora Anna!
médicoencasa: ¿Qué tiempo hace en Montana?
AbuLizzie: Está lloviendo. ¡Aunque ya está bien para una chica tan casera como yo!
AbuLizzie: ¿Qué tiempo hace en la ciudad de Nueva York?
AbuLizzie: ¿Sueno muy cateta diciendo eso? ¿¿¿O es mejor decir NYC???
médicoencasa: ¡Da lo mismo! Aquí hace sol. ¿Qué tal estás?
AbuLizzie: Para serte sincera, hoy no está siendo tan bueno como ayer. Ya veremos.
Bebo un trago y paladeo el vino.
médicoencasa: Suele ocurrir. Siempre hay baches en el camino.
AbuLizzie: ¡Ya lo veo! Mis vecinos me traen la compra a casa.
médicoencasa: Que maravilla poder comtar con tanto apoyo.
Dos erratas. Más de dos copas de vino. No está mal el promedio de bateo, pienso. «No está nada mal», me digo, y bebo otro trago.
AbuLizzie: PERO la gran noticia es que… mis hijos vendrán a verme este fin de semana. Me encantaría poder salir con ellos. ¡De verdad de la buena!
médicoencasa: No seas dura contigo misma si al final no puede ser.
Una pausa.
AbuLizzie: Ya sé que tal vez suene un poco fuerte, pero me resulta difícil no sentirme como «un bicho raro».
Bastante fuerte, de hecho. Se me encoge el corazón. Apuro la copa, me arremango el albornoz y deslizo los dedos sobre el teclado.
médicoencasa: NO eres un bicho raro. Eres víctima de las circunstancias. Estás pasando por algo muy muy duro. Llevo diez meses confinada en casa y sé mejor que nadie lo difícil que es esto. POR FAVOR, no vuelvas a considerarte un bicho raro o unafracasada sino una persona dura y capaz que ha sido lo bastantes valiente para pedir ayuda. Tus hijos deberían estar orgullosos de ti y tú deberías estar ogrullosa de ti misma.
Fin. Nada de poesía. Ni siquiera de buena ortografía —mis dedos bailaban sobre las teclas—, pero hasta la última palabra es cierta. Rigurosamente cierta.
AbuLizzie: Eso es muy bonito.
AbuLizzie: Gracias.
AbuLizzie: No me extraña que seas psicóloga. Sabes qué decir y cómo decirlo.
Noto la sonrisa que empieza a dibujarse en mis labios.
AbuLizzie: ¿Tienes familia?
Y cómo se hiela.
Me sirvo más vino antes de contestar, hasta que la copa está a rebosar. Agacho la cabeza y consigo que descienda de un sorbo a la línea de pleamar. Una gota resbala por el labio, continúa por la barbilla y cae sobre el albornoz. La restriego sobre el tejido de toalla hasta que la absorbe. Menos mal que no me ve Ed. Menos mal que no me ve nadie.
médicoencasa: Sí, pero no vivimos juntos.
AbuLizzie: ¿Por qué?
Exacto, ¿por qué no? ¿Por qué no vivís juntos, Anna? Me llevo la copa a los labios, pero vuelvo a dejarla en la mesa. La escena se despliega ante mí como un abanico japonés: los vastos llanos nevados, el hotel de postal de Navidad, la vieja máquina de hielo.
Y para mi sorpresa, me dispongo a contárselo.