FRENTE A JOPPE
La tibieza de la noche animó a los dos amigos a tumbarse en las literas de cubierta después de cenar. Un camarero sirvió al navarca el té de opio y el licor de Chipre.
- ¿No gustas?
- Sí, tomaré una taza de esa pócima. Me he resistido mucho tiempo, y, puesto que parece que nuestro destino está sellado, ya no me importa resistir a tus costumbres.
En cuanto el camarero los dejó solos, Mileto preguntó:
- ¿Qué piensas hacer con Ion Dama?
- Lo he pensado mucho. Mandarlo a las minas de Faleza costaría muy caro y él no lo agradecería. Matarlo, ninguno de nosotros es apto para esa función. Sin embargo, hay que eliminarlo porque es el único testigo. Debe morir, pero de un modo natural…
- ¿Quién se encargará de que Ion Dama muera… naturalmente? - inquirió el griego sin mayor curiosidad, dando por descontado que Benasur había tomado sus providencias.
- Suco.
- ¿Suco? ¿Quién es Suco?
- El cómitre.
Fue la primera vez que Mileto tuvo conciencia verdadera de que el Aquilonia tenía un cómitre, el hombre del portísculus. Siempre que oía el percutir del mazo se acordaba de los remeros, pero no del cómitre, como si el cómitre y el portísculus fueran una misma pieza, un mismo artilugio que daba el ritmo de la marcha. Pero el cómitre era un ser humano, un hombre de carne y hueso. Y ese hombre se llamaba Suco. Podía tener también familia, y ser amoroso con la esposa, complaciente y tierno con los hijos. Pocas veces lo había visto. Suco, cuando saltaba a tierra lo hacía de un modo furtivo, tratando de pasar inadvertido, como un verdugo. Y, sin embargo, el régimen del Aquilonia no era tan duro como para avergonzarse. Los remeros, asalariados, ganaban buen montón de monedas. Pero el oficio, aun en el régimen más liberal, resultaba denigrante. Porque unas veces el cómitre manejaba el portísculus y otras el látigo.
- Así que el cómitre… No habrás pensado que lo mate a mazazos…
- No. Nada de violencias… Ion Dama tiene como los demás marineros su enóforo en el cubículo. En el fondo de la vasija hay un veneno más denso que el vino… Kim dará mañana un trabajo pesado a Ion Dama. Cuando lo concluya irá al cubículo para tomarse el resto del vino sin parar… Al empinar el enóforo, el veneno se le irá a la boca Si en la vasija queda vino, ese vino no tendrá una gota de veneno.
- Y ha sido Suco quien ha puesto el tóxico…
- Sí.
- ¿Y quién lo ha preparado?
- Yo.
- Me alivia saberlo, Benasur. Prefiero que tú lo hayas preparado porque tú estás defendiéndote. En ti está justificado cualquier recurso… No me hubiera gustado que hubieses inducido a Osnabal…
- No, Mileto. Aún no me conoces. Yo no corrompo a las gentes. Si me estorban, las licencio o las elimino.
- ¿No tienes escrúpulos?
- No. Ellos trabajan a traición. Ellos están arruinando nuestras vidas… -Y tras una pausa, agregó-: Antes de salir de Alejandría le escribí al César. Le dije que tenía en galera a Gotarces. Le dije también que me sentía espiado. Le pregunto qué debo hacer con Gotarces a fin de que me diga también qué debo hacer con los espías.
- ¿Y tú qué piensas hacer con ellos?
- Según lo que conteste el César.
- Tiberio no contestará satisfactoriamente, quizá eluda la cuestión.
- Quizá. En este caso tendré que cambiar totalmente de tripulación… y de barco. El Aquilonia denuncia nuestro paso…
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que mientras no se aclaren las cosas, el Aquilonia se convertirá en un barco fantasma. Y nosotros utilizaremos los barcos de la Compañía… Hay que pensar en cambiar de disfraz, Mileto. Dejar la toga guardada y vestirnos como dos mercaderes cretenses, rodios o chipriotas… Mañana desembarcaremos en Joppe e iremos a Jerusalén. De Jerusalén seguiremos a Damasco, de Damasco a Ctesifón… Con gran dolor de mi corazón.
- ¿No quieres ir a la corte de Artabán?
- Ahora quisiera ir al Ponto. ¿Sabes que he tenido noticias de Cosia Poma? No sé si será la voluntad del Señor la que se opone a que yo encuentre a Cosia Poma. Sé que vive en Barcino, y por el Ponto anda navegando un capitán que conoce a Cosia y que ha jugado muchos días con mi hijo… Era mi pensamiento salir el segundo día de llegar a Alejandría para el Ponto. Pero las cosas se complicaron… Le he dejado encargo a Sarkamón, que es el que me ha dado todos los datos, de que me tenga al corriente de los viajes de ese capitán… Y ahora, si tenemos que abandonar el Aquilonia, si tenemos que andar como unos fugitivos, no podremos recibir correspondencia con tanta rapidez.
A Mileto no le gustaba que Benasur se pusiera en contacto con Cosia Poma. Si la gaditana le daba buena acogida, el navarca ya no volvería por Garama. Y Zintia se quedaría sola para toda la vida. Y él, Mileto, quería a Zintia como a una hermana.
- Y puesto que las amenazas son tan graves, Benasur, ¿por qué no piensas en regresar a Garama? Aún es tiempo para liquidar, si no todos, una buena parte de tus negocios. Podías llevar algunas industrias a Garama. Podías mantener tu hegemonía al lado de Zintia…
- No seas ingenuo, Mileto. Yo no nací para el desierto. Zintia, sí. Yo no nací para ahogarme en los límites de un país. Yo necesito un mundo. Si el de Roma se me cierra, tengo que abrirme el de Oriente. Y allí esperar. Tiberio no durará muchos años. Es posible que a la vuelta de diez, ya todo haya pasado. Las concesiones de Bética, por comprometidas, las perderé totalmente… Las flotas deberé venderlas o simular varias ventas. De verdad te digo que ninguna noche puedo conciliar el sueño cabal y reparador. Mi cabeza no descansa. Me preocupa quién habrá de sucederme en la Compañía… Sarkamón, que apenas hace seis años ambicionaba arrebatarme la dirección, está ya muy blando… Siro Josef, más rico de lo que puede ambicionar… Aristo Abramos, cada día más aficionado a la Banca… Celso Salomón, más romanizado y buscando siempre pretextos para sacar sus flotas de la Compañía… ¿Los otros? Ninguno tiene estatura suficiente. Sólo Darío David, pero él no es socio… ¿Sabes hasta lo que he llegado a pensar? Pactar con los équites y formar una compañía en la cual queden mezclados mis bienes navieros y mineros… y dedicarme a cobrar tranquilamente los dividendos. Pero en ese caso, Benasur está acabado para siempre… No es fácil, no.
- E intentar otra asociación en Roma… con otros poderes…, ¿no es factible?
- ¿Qué otros poderes?
- ¿No conspira contra ti el César? Conspira tú contra él.
- El sucesor es Calígula. No iríamos a ninguna parle… Macrón está más inclinado a Cayo César que a Tiberio.
Calló. Los dos hombres mantuvieron una larga pausa. Mileto habló:
- Me gustaría ir al Ponto…
- Yo estuve allí hace muchos años, cuando acababa de comprar mis primeras naves alejandrinas. ¿Qué interés tiene para ti el Ponto?
- No lo sé. El mar en sí… Quizá ninguno… Acercarme a Tomi y ver la casa en que vivió y murió Ovidio.
Tal como lo habían calculado, y casi a la entrada de Joppe, Ion Dama cayó muerto en cubierta. Había salido del cubículo atacado por los vómitos, y tras unos minutos de convulsiones se desplomó echando espumarajos por la boca.
Toda la marinería rodeó el cadáver. Osnabal se precipitó sobre el cuerpo de Ion Dama para tomarle el pulso, para comprobar que estaba muerto. Luego miró interrogadoramente a los demás.
- ¿Quién sabe lo que le pasó a Dama?
Nadie sabía nada. Había bebido casi medio enóforo. Pero tal cantidad no era suficiente para matar a un hombre.
- ¿Alguien ha visto si le dio en Alejandría el vómito?
Ion Dama no se había quejado de tal cosa.
- Traedme el enóforo -pidió Osnabal a los marineros.
Dos de ellos fueron por la vasija. El médico ignoraba que Ion Dama iba a ser envenenado. Todo el mundo lo ignoraba en el barco. Menos Benasur, Mileto y Suco. Akarkos y Kim sabían que el marinero estaba sentenciado a muerte, pero no tenían noticias de cuándo se cumpliría el designio de Benasur.
Kim se aproximó al grupo.
- ¿Qué sucede?
Nadie contestó. Pero Kim se fijó en el semblante de Quiro Celio, de Busamal, de Gelo. Dejaban traslucir claramente su ansiedad, su miedo. Los otros no. Los otros asistían a la escena consternados.
Llegaron los marineros con el enóforo. Aún tenía vino.
Fue Quiro Celio quien dijo:
- ¡El vino está envenenado!
Osnabal miró a todos. En eso Benasur, que se había puesto detrás de Quiro, preguntó:
- ¿Quién lo ha envenenado?
Se escuchó el portísculus, Platón, que estaba en la plataforma de mando, había dado la orden.
Benasur cogió la vasija de manos de Osnabal.
- ¿Es el vino el que está envenenado?
- Creo que sí -dijo el otro.
- ¿Hay aquí un mal nacido que sea capaz de envenenar el vino de su compañero? ¡Descubridlo, que lo colgaré inmediatamente del palo! ¿Quién ha envenenado el vino de este hombre?
Quiro Celio rectificó:
- Perdón, yo sólo digo que quizá el vino…
- ¡Ni en sospecha! Yo tengo la absoluta seguridad en los hombres que vienen en mi barco… -Y con la mayor naturalidad, Benasur apuró de un sorbo el resto del vino. Después, con menosprecio, dijo a Quiro Celio-: No me gustan los hombres que recelan de sus compañeros. Porque, en rigor, la sospecha tendría que recaer en el compañero de cubículo de Quiro. ¿Quién es él?
Busamal se adelantó para decir:
- Yo, señor.
- ¿Qué hiciste tú con el vino de tu compañero?
- Nada, señor…
- Sin embargo, lo que acaba de decir Quiro me autorizaría para colgarte…, si yo no hubiese tomado el mismo vino… Dinos, Osnabal, ¿qué pudo pasarle a este hombre?
- No lo sé. Dicen que llegó aquí con un acceso de vómito, y que cayó muerto…
- ¿Envenenado?
- Tú nos lo dirás dentro de unos momentos… -le repuso el físico-. Pero yo creo que le dio el vómito de la langosta…
- Bien. ¿Alguien conoce a su familia?
- Yo la conozco -dijo Quiro Celio.
Benasur ordenó que se le mandara un mensaje y una suma de dinero para honras fúnebres. Luego dijo que se cubriera el cadáver, y que, puesto que estaban al llegar a Joppe, se entregaría el cuerpo de Dama a las autoridades para que hicieran, si lo creían pertinente, la debida investigación.
- No, señor -dijo Epífanes-. Ha muerto en navegación y hay que arrojarlo al mar.
- Sí -dijo Mino de Cos-, porque, si no, seremos blanco de sospechas.
Pero los otros, que eran los que a Benasur le interesaba que dieran su opinión en ese sentido, permanecieron callados.
- Mejor será llevarlo a puerto, pues yo tengo necesidad de saltar a tierra cuanto antes; pero, en fin, lo dejo a vuestro criterio…
Y les volvió la espalda y se fue hacia la toldilla.
Mino y Epífanes insistieron cerca de sus compañeros. Era preferible hacerle el funeral en el mar y asunto concluido. Ellos podrían saltar a tierra libremente; si no, durante su estancia en Joppe, se verían obligados a estar presentándose continuamente en la prefectura. Eso si no los arrestaban.
Gelo dijo que era poco piadoso hacer el funeral en el mar estando solamente a unas millas de tierra. Y que a él no le parecía mal que las autoridades del puerto se enteraran de lo ocurrido. Sin embargo, Busamal, que corría el riesgo de aparecer sospechoso, tal como Benasur había planteado la cuestión, se sumó a los otros. Y se fueron a ver a Benasur:
- Mejor le hacemos funeral en el mar, señor.
- ¿Ése es el sentir de todos?
- De nosotros tres…
- No os haré caso. Tengo mucha prisa por desembarcar, y, puesto que no es parecer unánime, el cadáver se entregará en la prefectura del puerto. Y no vengáis a mí con esos asuntos. Habladle si hay motivo a Kim, a Platón o al honorable Akarkos.
Poco después se presentó toda la marinería a pedir al capitán Akarkos que se hiciera el funeral en el mar. Al enterarse de ello Benasur -que era lo que deseaba-, fingió contrariedad y les dijo que hicieran las ceremonias lo más brevemente posible.
- Y si hay alguno de su religión, que le cante las oraciones.
Después llamó aparte a Fasnides, el escriba del príncipe Gotarces, Le dijo:
- No te condiciono el asilo que me has pedido. Llegamos a Joppe. Tú dices si desembarcas aquí para quedarte en Palestina o para tomar nave que te lleve a otro rumbo. En ese caso dime a qué lugar prefieres ir para que te dé pasaje y quizá recomendación…
- Deseo ir a Grecia…
- Bien. Si no te desagrada Corinto, puedo darte carta para mi amigo Aristo Abramos. Él quizá pueda colocarte.
Fasnides, que a Benasur le había parecido de natural orgulloso, se echó a sus pies ensalzándolo a la divina voluntad de Mitra.