MILETO CRUEL

Mileto de Corinto, en Alejandría, a Benasur de Judea, en Susa.

Quiera el Señor, amado Benasur, que al recibo de estas líneas la paz sea contigo, y que ningún mal físico te aqueje; quiera también el Señor que hayas realizado con toda felicidad y provecho las distintas obras que te llevaron a esas tierras.

En cuanto salí de Olimpia me puse a cumplir tus instrucciones con la diligencia que ellas requerían. Me fui a Roma y sostuve tres largas charlas con Celso Salomón, que aceptó, al fin, comprar las flotas de Siracusa y Alejandría al precio y condiciones que tú habías fijado.

Durante mi estancia en Roma vi al senador Marco Appiano, pues Celso Salomón me había indicado la conveniencia de que lo visitara, ya que desde hacía algún tiempo se mostraba contrariado por no tener noticias tuyas. Appiano me dijo que quería liquidar los negocios que tenía contigo, pues necesitaba una importante suma de dinero. Yo comprendí que Appiano deseaba poner a salvo sus intereses desligándose de ti. Con este fin hablé a Salomón y entre él y otros dos almacenistas de Roma compraron el depósito de seda que teníais los dos en Siracusa. Al mismo tiempo uno de los lotes de participaciones de Unidas de Ostia se lo vendí a Appiano, y los otros dos a un naviero amigo de Salomón, pues éste no se interesó por esos valores. Las participaciones de Kosmobazar, de la Arrendataria romana y Portuarias ítalas las vendí en el pórtico del Campo de Marte al precio de mercado.

Concluidas estas operaciones y aprovechando que el César estaba en Roma fui al Palatino para visitarle. No estaba. Se hospedaba, según me dijeron, en una villa de la vía Flaminia, a tres millas de Roma. Me hice anunciar y por tres días consecutivos me pospusieron la audiencia, hasta que al final me dijeron que debía gestionar la visita por conducto de la mayordomía del Palatino. Como no quería caer en descortesía, cumplí el trámite, ya que deseaba saber cuál era el ánimo del César después de todo lo que nos había pasado en los últimos meses. Por fin. a los ocho días el César me recibió. Me preguntó, con afecto, por ti, y en todo momento se mostró cordial. Ni el menor asomo de irritación contra nosotros. Sin embargo, Calígula, a quien tuve ocasión de ver, me hizo comprender que de él partía la persecución de que éramos objeto. Y aunque no tengo indicio concreto de su enemistad, siento e intuyo que es él quien quiere perderte.

De Roma me fui a Gades.

Siro Josef se mostró al principio muy renuente a aceptar la dirección de la Compañía. No acertaba a comprender por qué tú te deshacías de ella. Le inventé causas muy verosímiles, que estabas cansado y que con el nacimiento de tu hijo y los asuntos de Garama se te hacía ya muy pesado salir de la Corte. Terminó por aceptar, poniendo la condición de que yo continuara en el cargo que tú me habías dado de inspector general de la Compañía, pues él encontraba molesto y poco conveniente para sus negocios tener que andar continuamente de viaje.

Durante mi estancia en Gades llegó el Aquilonia. Akarkos me dijo que las instrucciones que le diste eran de esperarte en Tarso un mes, que si al cabo del mismo tú no regresabas al barco ni le enviabas otra orden, debía zarpar para Gades y hacer entrega de la nave a Siro Josef.

Me informó que había entregado en la prefectura del puerto de Alejandría a los tres detenidos. Quiro Celio, Busamal y Gelo. Que a pesar de haber estado bajo pena, les dio salario de remeros, tal como tú se lo habías indicado. También me dijo que Xandro se dio por licenciado en ese puerto, aduciendo que como el Aquilonia pasaba a otro navarca no tenía interés en continuar prestando servicio. El ecónomo Jonás solicitó de Akarkos despido y viático, ya que deseaba retirarse de la mar e ir a Cesárea con sus padres, muy ancianos. El maestresala Benjamín prefino ir a Gades a ver si Siro Josef tenía barco que darle.

En Bética llevé a cabo las operaciones de traspaso de fundiciones y herrerías. Las de Ónoba las compraron los principales de los turdetanos, a precio de inventario, así como el mismo Banco que yo había creado. Todas las existencias, que no entraron en la operación, excepto aquellas que eran para mercado y consumo local, las hice enviar a Faleza. En la Casa de Tasas de Gades puse a la venta las industrias conserveras, y en la Basílica Náutica los astilleros. Yo se los había propuesto a Siro Josef, pero los valoró muy por debajo de su precio. Probablemente creyó que al salir a la venta en la Basílica podría comprarlos en condiciones más ventajosas, pero no fue así, pues compró la mayoría de las participaciones -el setenta por ciento- por la cantidad que hubiera podido adquirir todas ellas, de pagar el precio que yo le había indicado. Fue un buen negocio este de los astilleros, ya que la venta de participaciones dio cerca del millón y medio de sestercios La casa de la vía Balbo el Mayor, así como la villa rústica de la calzada de Heraklés y otras propiedades menores, las vendí por medio de corredores. Como verás por la lista adjunta, la liquidación de los bienes de Bética arrojó una cifra de tres millones y medio más de lo calculado.

Ordené que todo el remanente de las cajas de Carthago Nova, de Sisapon y Corduba, perteneciente a las minas de concesión imperial, lo enviaran a Gades; que no tributaran este año al fisco y que el monto del mismo lo mandasen también a Gades. Como esto sucedió hace cuatro meses, puedo comunicarte que se cumplieron mis órdenes y que el dinero lo expedí a Garama, por transferencias a Siracusa y a Leptis Magna. También abrí las cuentas que me ordenaste a nombre de Siro Kamar.

No quiero fatigarte con el detalle de la liquidación, que lo verás en la lista. Y vuelvo al asunto del Aquilonia.

Siro josef ha ordenado que le hagan las reformas necesarias para convertirlo en nave de pasajeros de segunda clase. En cambio ha puesto a mi disposición el Tartessos, un birreme que están adaptando a mis necesidades. Akarkos, Platón y Benjamín han aceptado quedar a mi servicio. Estará listo para la próxima apertura del mar.

No puedo menos de sentir una honda melancolía al relatarte tan menudamente estas cosas. Antes de salir para Barcino vi que empezaban a desmantelar el Aquilonia, esa nave que acogió tantas horas de nuestra vida, especialmente de la tuya. Puedes estar seguro que Benasur de Judea está muerto y que sería difícil encontrar una huella que condujera a su cadáver. Quizá éste no es un fin digno para un barco como el Aquilonia, pero estate seguro que tarde o temprano, con banderín de púrpura o sin él, con rostra alejandrina o gaditana, irá a descansar al fondo del mar, que es el destino de toda nave. Tengo pensado que en el Tartessos pongan una lápida en el salón de popa que diga:

Salón BENASUR DE JUDEA

el más ilustre de los navegantes modernos el más moderno de los navarcas antiguos.

Creó reinos en tierra e imperios en el mar.

Todo el dinero del orbe pasó por sus manos, pero ni una sola moneda de bronce conserva su efigie. Sólo su nombre en la memoria de la presente placa; su nombre que se hundirá en el olvido cuando se hunda está nave.

Año de la CCIV Olimpiada.

Ahora paso a relatarte mis gestiones en Barcino. No trato de herirte, pero debo ser verídico, y mi primera declaración es que el capitán Surthis tenia una exuberante fantasía. La actitud de Cosia Poma hacia ti es absolutamente inconciliable. Te odia. No te ha perdonado ni te perdonará lo que hiciste en Gades, lo que hiciste con su padre, con sus amigos y socios, con ella misma. Aceptó el paquete de participaciones de la flota, porque -dijo- esto no es mas que una décima parte de lo que nos ha robado. Mas no tiene dinero para pagar la vida de mi padre ni el ultraje que me ha hecho.

Respecto a tu hijo mantiene una fábula que nada tiene que ver contigo fuera del hecho innegable de que eres su padre y nunca te verá. Pero yo noté en dos ocasiones en que surgió la conversación delante del niño, que ella le llevaba la corriente de un modo apático y forzado. Estoy seguro que cuando tu hijo sea mayor y pueda comprender se lo explicará todo sin omitirle detalle… Sí, odia a los judíos. Él es tu retrato. Supongo que así serías tú a su edad, pero no tiene tu sequedad. Su aire, su porte es de los Pomos. El afán y el capricho del niño es ir a Gades… ¡Tantas maravillas oye decir a su madre sobre Gades con cualquier ocasión! También ella está nostálgica de Gades. Creo que esa nostalgia impide más que otra causa que te olvide en su odio. No me lo ha dicho de un modo explícito, pero un día se refirió a que «cuando la situación cambie y pueda pedirse revisión de los sucesos…»

No he tenido ocasión de conocer a Gneo Liberato. Ignoro si estaba ausente de Barcino o si no hemos coincidido en la casa. Cualquier insinuación mía hubiera sido una indiscreción. Cosia estuvo amable conmigo, pero reservada. Tiene ciudadanía latina supeditada a potestad, ya que su antecedente legal es el de manumisa. Esta situación civil, que considera una afrenta, la irrita. El fiador supongo que sea Gneo Liberato.

Le hice saber lo de la toga pretexta. No hizo ningún comentario.

Aproveché mi estancia en Barcino para hacer una visita al joyero Mir. Le compré un aderezo a Zintia, que es un primor, y un collar de oro con pectoral de navarca gaditano a tu hijo. Costa no quería aceptarlo, pero al niño le encantó la insignia y la madre ya no insistió en la renuncia.

En Siracusa tuve carta de Zintia diciéndome haber recibido todo el dinero. Está desconsolada porque desde Tarso no ha vuelto a recibir noticias tuyas. También me escribió Dam, que está entusiasmado con las obras. Me dice que Osnabal y Anfisa llegaron a Garama; que Anfisa cayó enferma de fiebres.

Puedes escribirme a Alejandría.

Recibe un abrazo en la paz del Señor de

Mileto.

Benasur iba a salir para el campamento cuando le dieron la carta. Pero cambió de idea y volvió a sus piezas. Tocó en la puerta de Clío.

- ¿ Qué te sucede, señor?

- Nada… ¿Tú sabes alguna canción de honras fúnebres?

- El himno funeral de Aquiles.

- ¿ Quieres cantármelo? Hay alguien, Clío, que acaba de morir… O pretenden que muera… Ayúdame a morir, Clío.

Benasur dio unos pasos por el cuarto y se dejó desplomar en la litera. Clío acudió a recoger la carta y la lista. Las dejó sobre una mesita. Observó al judío, sin comprender la causa de su abatimiento, aunque suponía que en la carta estaban las malas noticias. Benasur murmuró:

- No importa que el hombre sea inteligente o tonto. Su condición es la misma… -Después a Clío-: Pasa a mi cuarto y trae vino y copas. Vamos a brindar. ¡Y coge tu lira!

- Sí…, señor.

Clío hizo lo que le mandaba. ¿Qué diría aquella carta? ¿Qué habría sucedido? Ni en los peores días de la mazmorra de Tigranocerta había visto a Benasur tan fúnebre. Sirvió en las copas y extendió una a Benasur.

- Toma, señor…

- Brindemos, Clío, por el Aquilonia… El Aquilonia ha muerto.

- ¿ Se ha hundido, señor?

- ¡ No! Peor, Clío… ¡Lo han convertido en nave de tuba! Y nadie, nadie salió en su defensa… Hace veinticinco años lo botaron en Alejandría. Durante catorce meses yo vi día a día, hora a hora, cómo lo construían. La quilla, las cuadernas… Yo escogí los mejores bronces para las columbarias. Yo busqué al artista que hiciera la rostra… Me gasté hasta el último cobre en sus muebles, en sus espéculos, en sus damascos… El día que me hice a la mar no tenía una moneda en mi bolsa, pero tenía el mundo y su dinero por delante. Tenía una flota alejandrina y una nave particular para mí solo, el Aquilonia… Ha navegado por todos los mares. Los seres que me han sido más queridos, Sara, Raquel y Zintia, han vivido en el Aquilonia. En él he recibido huéspedes ilustres… Se han alojado en sus camarotes, amigos y socios. En fin, Clío, el Aquilonia era toda mi vida de mar y un tercio de mi vida de tierra. Fue el lugar donde reuní los colaboradores más fieles: Akarkos, Benjamín, Jonás, el desventurado Forpas, Kim, el prudente Osnabal…, el mismo Mileto… ¡Ah, pero Mileto tiene ya su nave! Nadie ha defendido el Aquilonia, Clío, nadie… Me sobran millones y no hubo unas monedas de oro para rescatar a un retiro honroso el Aquilonia… ¡Pasaje! El Aquilonia al servicio de pasaje. El Aquilonia, que llevaba banderín de púrpura, convertido en barco de tuba. Y ahora esperará, paciente, humillado, a que los prefectos le den entrada en el malecón general, entre los barcos de segunda clase, entre los lanchones mercantes… ¿Por qué no cantas, Clío?

- Señor, eso que dices es muy triste…

- ¿ No lo fue la muerte de Aquiles?

Clío pulsó la lira y cantó con voz poco entonada:

Por tierra y por mar contando siete lunas llevan a Aquiles…

Y no continuó porque vio a Benasur con la cabeza entre las manos, que decía:

- Benasur ha muerto, Benasur ha muerto, Benasur ha muerto…

Esa mañana Benasur se embriagó. Fue la primera vez en su vida que Benasur se emborrachó hasta perder el sentido.

Cuando a medianoche despertó se sintió más cadáver que al concluir de leer la carta de Mileto.