LA REPRESENTACIÓN DE «ELECTRA»

En el graderío del Cronión no cabía ya un alma. Y en los asientos de orquestra quedaban pocas localidades desocupadas… Un acomodador condujo a Mileto hasta su silla, en la segunda fila. La mañana estaba tibia y permitía soportar el sol. El prurito de las autoridades por conservar el Cronión en su primitiva expresión, lo desposeía del toldo que tenían los modernos teatros. Mileto pensó que en semejantes condiciones no era disparatado aceptar la vieja leyenda de que las espectadoras que estaban en estado abortaran al escuchar las estrofas de Esquilo, fenómeno atribuible más a la insolación que a los estremecimientos telúricos que provocaba el trágico.

Hacía muchos años que Mileto no había concurrido a una representación de teatro clásico. En unos juegos ístmicos de Corinto, siendo todavía un adolescente, su ama Afridia le proporcionó una entrada para presenciar la Orestíada, de Esquilo. Conservaba de aquella trilogía un recuerdo molesto, ya que la había visto desde las localidades más altas. Ahora sería distinto. Tan distinto que se encontraba sólo a unos pasos de la conistra.

Se volvió a su vecino de localidad:

- Así que hoy se presenta un nuevo histrión, ¿verdad?

- Sí. Se han dado ya seis representaciones de Electra, las tres primeras interpretadas por Aristo Hipo, las tres segundas por Philón de Elis. Aunque este joven ha traído su público, parece ser que el premio hasta ahora se lo llevará Aristo, que ha interpretado muy acertadamente el papel de Electra. No sé quién será este joven Dido que se presenta hoy. Parece que ganó el año pasado un certamen en Pérgamo.

- ¿De qué parte es Dido?

- No sé. Creo que de Pérgamo.

Mileto pidió al acomodador la tablilla del espectáculo. Leyó: