—Venid, joven, acercaos. Deteneos un instante para maravillaros del paisaje. Vengo aquí desde que era niño, los días que no llueve, que no son demasiados… Pero creo que eso ya os lo dije. Mis hijos dicen que repito las cosas una y otra vez, también las viejas historias… Cosas de la edad, ¿quién puede enfrentarse a eso?

»Os conozco, joven, sois el audaz monje que pasó hace más de un año por este camino preguntando por el viejo monasterio de Patrick O’Brien, el hermano del rey Cormac. Fue un error que prefiriera la vida ascética al reinado que le legó su padre. El bueno de Patrick…, con él las cosas nos habrían ido mejor por aquí.

»¡Dicen que desafiasteis al rey y vivís para contarlo! Sed cauteloso, el viejo Cormac no perdona una ofensa, sólo permanece aletargado contando el oro y las valiosas piedras que le disteis…

»Si mis piernas pudieran seguir vuestro paso, os acompañaría hasta el monasterio. ¡Hacía años que este camino no se veía tan transitado! Decenas de carruajes colmados de piedras, vigas de madera, arena y turba pasan por aquí cada día. Vuestros peniques de plata fluyen, se cambian en los mercados de toda la provincia y alivian el hambre de nuestro estómago. Ahora el monasterio de San Columbano es bendecido en cada plaza cuando las verduras y la carne se agotan en los puestos. Todos se preguntan de dónde brota tanta riqueza y dudan si seréis capaces de proteger lo que aún os queda. Hay muchos salteadores en la isla, por no hablar de los vikingos…

»Cuánto desearía ver las obras de la abadía… Dicen que no habéis levantado cubiculum en forma cónica para cada monje, como antaño, sino un recio monasterio, con amplios pórticos y bóvedas arqueadas, que haría palidecer a los arquitectos de Kells. ¡Y que incluso estáis rodeando el antiguo pozo con una construcción semejante a una plaza porticada con columnas! ¡Un claustro! ¡Jamás he visto ninguno! No cabe duda de que sois hombres sabios y avanzados. Eso es lo que necesita Irlanda, siempre que guardéis respeto por lo que nos queda del pasado. Conservad el túmulo como lo hizo el piadoso Patrick, aunque él finalmente no tuvo la protección de los seres que lo habitan ni del dios cristiano…

»¡Me encanta este lugar! Hoy el océano está picado… El invierno ya se acerca y con él las tempestades. Permaneced atento, mis huesos gimen bajo la humedad pero a veces me asaltan otras sensaciones. Al veros he tenido el presentimiento de que la oscuridad se acerca. Sed cauteloso.