ROBO DE MATERIAL DE OFICINA

El material de oficina constituye una parte importante de su paquete total de compensaciones. Si Dios no quisiera que la gente robara material de oficina, no nos habría proporcionado maletines, carteras y bolsillos. De hecho, no existe ninguna gran religión que prohíba específicamente el saqueo del material de oficina. [12]

La única desventaja es el riesgo de que lo pillen, caiga en desgracia o lo envíen a la cárcel. Pero si compara eso con su actual situación laboral, creo que estará de acuerdo conmigo en que no es algo tan preocupante.

El secreto consiste en evitar ser demasiado avaro. El material de oficina es como el interés acumulativo: un poco cada día acaba por alcanzar grandes cantidades con el transcurso del tiempo. Si quiere unas etiquetas adhesivas amarillas, no se lleve toda la caja de inmediato. En lugar de eso, utilice varias hojas diarias como marcadores de página en documentos que se lleve a casa. Luego, cuidadosamente, desengánchelas y vuelva a disponerlas en forma de bloques bien ordenados.

Puede robar una cantidad ilimitada de lápices y bolígrafos, pero evite el grave error de pedirle continuamente la llave del armario del material a la secretaria del departamento, ya que despertará sospechas. En lugar de hacerlo así, robe el material directamente a sus compañeros. Durante las reuniones, «tome prestado», los utensilios de escritura de sus compañeros y no se los devuelva nunca. Procure actuar con toda naturalidad, y recuerde que siempre se puede echar a reír y afirmar que fue un «reflejo», en el caso de que le pillaran guardándose el material en el bolsillo.

Sus compañeros también procurarán librarle de sus implementos de escritura. Defienda sus lápices y bolígrafos mediante el procedimiento de masticarlos ostensiblemente durante las reuniones. He descubierto que dejar en ellos unas pocas huellas provocadas por los dientes, constituye la forma más efectiva de impedir su desaparición.

Si tiene una computadora en casa, despídase de adquirir sus propios diskettes. Robe los diskettes exactamente como si se tratara de diskettes relacionados con el trabajo, que se lleva a casa para «trabajar un poco por la noche». La única limitación práctica que puede establecerse al número de diskettes que puede robar es el patrimonio de la empresa a la que le roba. La empresa acabaría por quebrar si continuara usted robando tantos diskettes y así nadie saldría ganando. Esa es la razón por la que es tan importante la moderación. Una vez que disponga de diskettes suficientes para salvar el contenido de su disco duro, y quizá para recubrir el tejado de su casa, procure reducir las cantidades de diskettes que saca de la empresa.

UTILICE SUS COMPUTADORAS PARA PARECER OCUPADO

Cuando utiliza una computadora, a cualquier observador casual le parecerá que «trabaja». Puede usted enviar y recibir correo electrónico personal, copiar pornografía de Internet, calcular sus finanzas y, en general, echar una cana al aire, sin hacer nada ni remotamente relacionado con el trabajo. Estos no son precisamente los beneficios sociales que todo el mundo esperaba de la revolución informática, pero habrá que admitir que tampoco están del todo mal.

Si se viera descubierto por su jefe, y lo será tarde o temprano, su mejor defensa consiste en afirmar que está aprendiendo a utilizar el nuevo software, ahorrándole de ese modo a la empresa un valioso dinero de formación. No es usted un haragán, sino un autodidacta. Muéstrese dispuesto a enseñarle a su jefe lo que ha aprendido. Eso será suficiente para que desaparezca como una salamandra escurridiza y asustada. [13]

ESPERAR INFORMACIÓN DE LOS COMPAÑEROS

Difícilmente se puede realizar tarea alguna sin conseguir antes la ayuda de otras personas de la empresa. Afortunadamente, nunca conseguirá esa ayuda, porque los demás también están muy ocupados tratando de obtener la ayuda de otros.

Esta situación es en realidad una buena noticia para todos. Nadie realiza un verdadero trabajo y todos pueden achacar la culpa de los patinazos a algún que otro bastardo inútil que trabaja en otro departamento. Sólo tiene que hacer unas cuantas llamadas telefónicas y solicitar una ayuda que nunca llega. En la reunión semanal de progreso, podrá afirmar con toda legitimidad que, por el momento, ha hecho todo lo que estaba en sus manos hacer.

Jefe: «¿Ya has terminado tus diseños del producto?»

Usted: «He hecho varias llamadas, pero nadie me ha vuelto a llamar».

Jefe: «Eso no es una excusa».

Usted: «¿Qué me sugiere usted que haga?»

Jefe: «Si no consigues apoyo, pide antes mi intervención».

Usted: «Lo intenté, pero usted no me volvió a llamar».

Jefe: «Ahora estoy interviniendo. Después de la reunión, dime quién no te está ofreciendo un apoyo adecuado, y yo me ocuparé del asunto».

Usted: «Le llamaré para decírselo».

El principio de Dilbert
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