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FINGIR QUE TRABAJACuando se trata de evitar el trabajo, sería justo decir que he estudiado con los maestros. Después de nueve años en Pacific Bell aprendí prácticamente todo lo que se necesita saber acerca de cómo parecer ocupado sin estarlo. Durante todo ese tiempo, el precio de la acción de la Pacific Bell aumentó continuamente, de modo que puedo llegar a la conclusión de que el hecho de haber evitado realizar trabajo alguno para la empresa redundó en beneficio de ésta, algo de lo que puedo sentirme justamente orgulloso.
Aquí revelo, por primera vez, mis secretos para fingir que se trabaja. Es el billete que le permitirá alcanzar la libertad.

Su jefe será el mayor obstáculo para que pueda usted disfrutar de su ocio durante la jornada laboral. Tratará de hacerle trabajar justo hasta el punto del fallecimiento, sin llegar a sobrepasarlo. Eso quizá le parezca una generalización injusta porque, evidentemente, es más económico para él empujar con un poco más de fuerza a la gente que se aproxima a la edad de jubilación.

Como empleado, necesita desarrollar una estrategia para su propia supervivencia. Necesita desplegar su capacidad para parecer productivo sin llegar a emplear por ello ni tiempo ni energía. Está en juego su propia vida. Basándome en mi dolorosa y ardua investigación, he llegado a la conclusión de que hay tres tipos de empleados:
1. Aquellos que trabajan duro, al margen de la compensación que reciban o no por ello (imbéciles).
2. Aquellos que evitan el trabajo, con lo que parecen haraganes (imbéciles).
3. Aquellos que evitan el trabajo mientras que aparentan de algún modo ser productivos (empleados satisfechos).
El resto de este capítulo se dedicará a perfilar estrategias específicas para que se convierta en un empleado satisfecho, a expensas de su jefe que de todos modos, no se merece tener a nadie tan agradable como usted.