BAGBY CENTENARIO

LLEGADA JUEVES CUATRO VAGONES CARGADOS RESES MESSMORE GARRETT

CARY MONTANA

Así que el jueves por la tarde, al acercarse el tren de mercancías, la mayor parte de las fuerzas vivas de Centenario se encontraban en la estación para ver quién iba a hacerse cargo de los novillos de Garrett. El tren emitió dos silbidos al este de la urbe, entró resoplando y se detuvo. Cayeron al andén las sacas de correspondencia y se intercambiaron mensajes, pero la atención de los ciudadanos se proyectaba sobre los cuatro vagones ganaderos, del primero de los cuales se apeó un hombre delgado, cuya edad se aproximaba a los cuarenta años. Cubría su cabeza con el habitual sombrero de gran tamaño, pero eso no impidió a las mujeres percatarse de que el pelo del hombre era ligeramente canoso. Sus autoritarios ojos estaban hundidos y su zancada era firme cuando se adelantó, mientras extendía la mano derecha y se presentaba.

— Soy Messmore Garrett. ¿Quién ha venido a ayudarme a descargar mi ganado?

Algunos espectadores volvieron la mirada hacia los diversos vaqueros expertos que se encontraban presentes y se quedaron muy sorprendidos al comprobar que ninguno de ellos respondía. En cambio, Amos Calendar dio un paso al frente, se secó la nariz con la parte interior de la manga de la camisa y manifestó:

— Me llamo Calendar.

— ¿Bagby le contrató?

— Así es.

— Me alegro de verle. Coloquemos esas rampas.

Calendar se dirigió a uno de los vagones, que ya había sido desenganchado del resto del tren, y puso una rampa en su sitio. Desde dentro del vagón, alguien abrió la puerta corredera y en el grupo de vaqueros resonó un grito de pavor.

— ¡Santo Dios! ¡Ovejas!

Rampa abajo corrieron centenares de lanudas ovejas, sucias por el largo viaje, inquisitivas y hambrientas. Un carnero salió disparado hacia el lugar donde se congregaban los vaqueros, quienes se echaron atrás como si aquel bicho fuese una serpiente de cascabel.

— ¡Apártate de mí! -chilló uno de los vaqueros, casi igual que lo hubiera hecho una mujer, pero el animal siguió adelante y se frotó contra la pierna masculina. Mientras el carnero empujaba', el hombre le propinó un tremendo puntapié en la cabeza, sin dejar de soltar tacos como sólo un vaquero sabía hacerlo-. El maldito bicho me ha tocado -dijo a sus camaradas, con evidente repugnancia.

Al anochecer, por el norte de Colorado y buena parte del interior de Wyoming se había extendido ya la catastrófica noticia de que las ovejas acababan de penetrar en la región ganadera. Aterrado por el suceso, John Skimmerhorn cablegrafió a Bristol: PERKIN MIL OCHOCIENTAS OVEJAS INVADIERON NUESTROS PASTOS PUNTO ACONSEJE INMEDIATAMENTE QUÉ DEBO HACER