1952

330

75

2,11

177,-

1973

430

85

5,78

298,-

Denver. Puede que deseen hacer un nostálgico extracto de Denver como Meca de los braceros mexicanos que trabajaban la remolacha durante los años de la depresión. En ese período, la animosidad aumentó de modo extraordinario, pues los vecinos de Denver alegaron que las zonas rurales empleaban a los trabajadores remolacheros durante todo el verano y, al llegar el invierno, se los quitaban de encima, echándoselos a los contribuyentes de Denver. El problema se agravaba por la circunstancia de que muchos mexicanos preferían el ambiente más agradable que encontraban en la ciudad, con restaurantes, cantinas y bailes. Pero, incluso aunque llegase a Denver, la suerte del mexicano no era idílica, porque se veía circunscrito a una demarcación de espacio reducido, entre judíos, por un lado, e italianos por el otro. A la calle que desembocaba en la estación se la conocía por "el puente más largo del mundo, va desde México hasta Israel". Las luchas entre grupos eran continuas. A pesar de todo, muchos mexicanos viejos que viven ahora en zonas rurales de Colorado consideran aquellos inviernos pasados en Denver como los más felices de su existencia.

Depresión. Me he resistido a utilizar este vocablo en mi informe, porque en Colorado el fenómeno tuvo una aplicación contradictoria. En las praderas, sometidas al azote de las tempestades de polvo, ese período fue uno de los más inclementes y crudos de la historia norteamericana y ni siquiera la hipérbole más espectacular dada idea de la congoja de algunas de las crónicas que podrían relatarse sobre ese espacio de tiempo. Por otra parte, en las zonas altas de las Rocosas, aún viven personas que preguntan: "¿Qué depresión? Aquí no hubo polvo ni sequía. Siempre pudimos sacrificar una vaca o salir de caza y volver con un alce o un venado. No vimos vagabundos ni obreros parados. No compramos automóviles nuevos, pero nadie se murió de hambre. Ninguna víctima del desempleo anduvo por aquí vendiendo manzanas y, entre nosotros, ningún sheriff tuvo que subastar fincas, en plan de vía ejecutiva." En las haciendas extensas, como el Rancho Venneford, los vaqueros a menudo se quedaban sin cobrar el salario, pero conservaban sus literas, sus caballos, sus empleos y sus comidas abundantes. Fue en lugares como Campamento Avanzado donde a la gente se le partió el corazón al ver que todo se derrumbaba. Tengo fotografías de nueve poblaciones análogas, convertidas ahora en ciudades fantasma, y de más de un centenar de granjas aisladas, cuyos edificios otrora orgullosos se desmoronan en la más triste de las ruinas. Mis vistas de abandonadas iglesias que se recortan, blancas y austeras, contra el cielo, resultan casi demasiado penosas para contemplarlas. En las praderas hubo depresión y las consecuencias visibles aterran incluso al espectador actual.

Escándalo. Es posible que se consideren obligados a correr un tupido vejo sobre la única ocasión en que Centenario obtuvo publicidad a escala nacional, publicidad totalmente negativa. En la primavera de 1948, la Orden Patriótica de Mujeres del Oeste, capítulo de Centenario, anunció un premio "Ciudadanía Norteamericana Integral" para estudiantes de último curso de bachillerato. Conforme a todos los criterios, el galardón tenía que ser concedido a Jesús Meléndez, extraordinario atleta-alumno-adalid, pero cuando su nombre apareció en el Ciarían, en calidad de candidato, una tal señora Wentworth Carver, presidenta estatal de la O. P. M. O., declaró llanamente: "Los genuinos ideales americanos de esta gran nación los generaron aquellos intrépidos antepasados nuestros de estirpe inglesa que colonizaron la ribera oriental estadounidense, y no fue intención de nuestra sociedad conceder su medalla a algún.inmigrante mexicano que, para empezar, lo más probable es que se encuentre ilegalmente en nuestro estado." Bueno, como tal vez recuerden, la nación en peso terció en el asunto y el ridículo se acumuló sobre la señora Carver, pero no hizo falta el desprecio nacional para dar marcha atrás al daño ocasionado por la mujer. Philip Wendell, conservador en grado sumo, censuró la desdichada declaración de la señora Carver y Walter Bellamy señaló a un periodista del Chicago Tribune: "La familia Meléndez lleva residiendo en Colorado mucho más tiempo del que la familia de la señora Carver lleva en los Estados Unidos. Además, el hermano mayor de Jesús, Fidel, entregó en Anzio su vida por esta nación." Sin embargo, el golpe más demoledor lo asestaron los propios escolares de Centenario. Actuando por su cuenta y riesgo, aprobaron una resolución preparada por una de las chicas Takemoto: "Si a Jesús se le niega el premio, éste no debe concederse, porque en nuestro colegio ningún alumno vale la mitad que él."