GALERIA DE PERSONAJES HISTÓRICOS

Se ha llevado a cabo una rigurosa investigación para reconstruir los lugares y costumbres de la época, así como el pensamiento propio de esta. Tanto los sucesos históricos como los nombres y biografías de personajes de rango elevado tales como reyes, gobernadores, papas y generales que aparecen en el relato se ajustan a las crónicas del momento.

A continuación, el lector interesado encontrará algunos datos complementarios referentes a personajes relevantes en el relato. El orden de exposición en el glosario coincide con el de su aparición en la novela.

BARTOMEU SASTRE

Fue un mercader de la época del que se conservan algunos documentos. En uno de ellos se recoge la venta a mosén Pere Carbonell, un conocido y entusiasta bibliófilo, de un ejemplar manuscrito en latín por el precio de cinco libras y dos sueldos.

Ya en la época existían contratos escritos de representación en virtud de los cuales bachilleres o estudiantes vendían libros a cambio de una comisión. El latín era imprescindible para un comerciante de libros.

CRISTÓFOL DE GUALBES

Cristòfol de Gualbes, de familia noble, fue nombrado prior del convento de Santa Anna en 1462 y falleció en 1507. La dignidad de prior de Santa Anna conllevaba títulos y derechos feudales como los de señor de Miralles y Palafrugell. Habitaba en una casa fuera del convento.

Tal como se describe en la novela, los conflictos por razones económicas entre el prior y la comunidad constituida por el suprior Antoni Miralles y los frailes Jaume Sauró, Llorenҫ Camnadel, Miquel Gilabert, Francesc Amiguet, Nicolau Valls, Melchor Coma y Jaume Segur eran frecuentes.

El prior debía suministrar pan, vino, tocino, aceite, sal, leña y ajos a la comunidad de las rentas obtenidas con el patrimonio del monasterio, que manejaba a su antojo. Y alegando razones económicas escatimaba el abastecimiento a los frailes. Estos completaban su sustento con lo que producía el huerto y las limosnas. Las principales procedían de los aniversarios de difuntos, durante los cuales los frailes ayunaban y rezaban por el bien del alma de los fallecidos.

El conflicto entre el prior y la comunidad alcanzó tal magnitud que tuvieron que mediar el obispo e incluso los consejeros de la ciudad. El 12 de octubre de 1482 se firmó un documento de concordia entre el prior Gualbes y todos los frailes arriba mencionados. Pero el conflicto no cesó y unos años más tarde se firmó otro documento de acuerdo entre el prior y el suprior Antoni Miralles como representante de la comunidad.

Los principales edificios del convento, iglesia, sala capitular y claustro, se conservan en la actualidad, a excepción del llamado noviciado, que contenía las cocinas, la enfermería y el refectorio, tal como se relata en la novela. El refectorio era una gran sala situada en el primer piso en la que el 10 de mayo de 1493 se iniciaron las cortes catalanas presididas por el rey Fernando II el Católico y que se prolongaron varios meses.

En aquella época el nivel superior del claustro estaba en construcción y su acabado se demoró varios años por falta de fondos.

ANTONI RAMÓN CORRÓ Y JOANA

(LOS LIBREROS CORRÓ)

Los libreros Antoni Ramón Corro y su esposa Joana vivieron y murieron tal como se describe en la novela.

El librero Corro tenía una importante actividad de importación de libros, como prueban sus compras a patrones de galeras y la venta registrada al bibliófilo Carbonell de un séneca impreso en Nápoles en 1475.

Antes del acto de fe en que se condenó a los Corro hubo varios en Barcelona en los que solo se impusieron penas de cárcel. El de los Corro fue el tercero que conllevaba penas de muerte en la hoguera. En aquel fatídico día del 9 de febrero de 1489 al matrimonio le acompañó un tercer penado: Miquel Socarrats, y cerca de una cuarentena de condenados que fueron quemados en efigie al encontrarse fugados.

La hija de los Corro, Eulalia, casada con otro librero, logró huir y la Inquisición la quemó representada en un monigote de cáñamo en 1490.

El hijo de los libreros, Joan Ramón Corro, al ser menor de 23 años, edad penal, fue condenado en marzo de 1489 solo a un año de prisión. Al recuperar la libertad continuó ejerciendo el oficio de librero y pocos años después tenía clientes tan importantes como el Concejo de Ciento y el Consulado del mar. Este hecho prueba que la ciudad y sus instituciones más representativas continuaban reprobando a la Inquisición. Llegó a tener dos casas en la calle Especiería, denominada actualmente Llibretería. Sus descendientes continuaron siendo libreros y editores.

Todo lo referente a la Inquisición en la novela también se ajusta con exactitud a lo relatado en las crónicas de la época. En 1480 se nombraron los primeros inquisidores en Medina del Campo y el acto de fe inaugural tuvo lugar en Sevilla en febrero de 1481 con la condena de seis personas a la hoguera. El rey Fernando instauró la llamada Inquisición castellana en sus reinos (en las cortes de Tarazona) en 1484. Pero la resistencia en Aragón y Barcelona, que ya tenían una inquisición anterior mucho más benévola, fue notable. La ciudad de Teruel se sublevó y fue sometida, y en Zaragoza el inquisidor Pedro de Arbués fue asesinado en 1485. Pero su muerte produjo el efecto contrario al que pretendían los conjurados y precipitó la implantación del llamado Santo Oficio y la persecución de los conversos.

Barcelona resistió con todo tipo de recursos legales y no fue hasta julio de 1487 cuando el inquisidor Espina pudo entrar en la ciudad con plenos poderes gracias a una bula del Papa que así lo ordenaba.

PERE JOAN SALA

Fue uno de los líderes de los payeses de remensa en su lucha contra los abusos señoriales. En 1462 estalló la primera gran sublevación remensa coincidiendo con la guerra civil catalana y los campesinos lucharon a favor de Joan II, padre del rey Fernando, contra la oligarquía terrateniente. El líder remensa era Francesc de Verntallat y Pere Joan Sala, uno de sus lugartenientes que defendió al príncipe Fernando y a su madre Juana Enríquez durante el sitio de Girona en 1462, tal como se relata en la novela.

A pesar de ello, en 1481, coincidiendo con el inicio de la guerra de Granada, el rey Fernando restableció los derechos señoriales incluidos los «malos usos», que su tío Alfonso V había suspendido. Aquello trajo una segunda guerra remensa de 1484-1485 en la que el líder de los payeses sublevados, los más radicales, fue precisamente Pere Joan Sala. Mientras Verntallat, al mando de los campesinos moderados, controlaba los castillos de la montaña sin participar en el conflicto. Pere Joan Sala logró varias victorias, hasta que fue derrotado, capturado y ejecutado, tal como se relata en la novela.

Las revueltas no cesaron hasta la sentencia de Guadalupe en 1486, donde se abolieron los «malos usos» y otras vejaciones contra los campesinos, muchos de los cuales consiguieron la libertad.

JOAN DE CANYAMARS

El relato del atentado contra el rey Fernando, incluidas las palabras que el rey pronunció, son fieles a lo escrito en las crónicas.

Estas se recrean en los detalles del suplicio del remensa a pesar de que oficialmente fue juzgado demente.

En la plaza del Rey, en el mismo lugar del atentado, el verdugo le cortó la mano derecha, la que hirió al monarca, por la altura de la muñeca. La comitiva siguió por las calles Boría y Monteada mientras con unas tenazas de hierro al rojo vivo le arrancaban un pecho y después un ojo. Al llegar a la plaza del Born se le cortó la otra mano y allí murió. Sin embargo, el suplicio debía continuar. Le arrancaron el otro pecho, y el ojo restante, después la nariz y pieza a pieza le fueron desmembrando por entero recorriendo las calles y plazas de la ciudad. Al final tomaron la calle sant Pere y allí le extrajeron el corazón por la espalda. Salieron de la ciudad por el Portal Nou y en la misma zona donde los muchachos batallaban a pedradas, las gentes lapidaron lo que quedaba del cuerpo.

La «muerte cruelísima» terminó en el Canyet, donde se quemó el cuerpo del desdichado junto al carro.

ALMIRANTE BERNAT II DE VILAMARÍ

Fue sobrino del primer almirante Bernat I de Vilamarí, fallecido en 1463, y sucedió a su primo Joan de Vilamarí en el almirantazgo a la muerte de este. Obtuvo una amplia experiencia en el combate marítimo, en especial en oriente contra los turcos, bajo las órdenes de sus antecesores, y heredó de estos los títulos de señor de Palau Sabardera en el Ampurdán y Bosa en Cerdeña.

Se distinguió en numerosas empresas militares y fue decisivo en la victoria del rey en la guerra civil catalana al bloquear el puerto de Barcelona. Siempre con permiso del rey, combatió en distintas épocas a sueldo de Florencia, de Nápoles y del Papa. Luchó contra turcos, venecianos, genoveses y franceses, y contra corsarios y piratas. Sin embargo, hay pruebas evidentes de que, tal como hicieron sus antepasados, practicó el corso y la piratería cuando le fue preciso.

En 1489 el rey Fernando ordenó expresamente el cese del corso, actividad en la que los Vilamarí se habían distinguido. El almirante no debió ser demasiado obediente, pues el rey ordena en 1492 el desguace de su flota por asaltos a naves genovesas en tiempo de paz y por reclutar tripulaciones y galeotes a la fuerza. Sin embargo, el rey Fernando revocó la orden unos meses después cuando precisó de su flota para pacificar el Rosellón.

Se casó con Isabel de Cardona, hermana del que fue gobernador de Nápoles, y ya en el siglo XVI recibió el título de conde de Capado. Al final de su vida le colmaron de títulos y honores, fue también gobernador de Nápoles y está enterrado en Montserrat en un espléndido mausoleo renacentista.

A mediados del siglo XV hubo una galera Santa Eulalia que consiguió librar la costa catalana de la flota del corsario provenzal Audinet que la devastaba, logrando apresar dos galeras piratas de menor tamaño. A finales del siglo XV se construyó otra Santa Eulalia fletada por la ciudad de Barcelona para proteger el tráfico marítimo y la costa.

Existieron distintos tipos de galera, pero la de Vilamarí, de la que no tenemos constancia de su nombre y que he llamado Santa Eulalia, debía de corresponder al modelo más común entre las mayores de su tiempo. Tenía un solo mástil con vela latina y los remos alla sensile, con 26 bancos de tres remeros por costado que manejaban cada uno su propio remo. Los remos medían unos once metros y la embarcación se elevaba solo metro y medio por encima del mar. Tenía unos cuarenta y cinco metros de largo y unos cinco y medio de ancho.

No fue hasta mediados del siglo XVI cuando las galeras incorporaron un solo remo por banco que manejaban tres o cuatro galeotes a la vez. Esa técnica se denominó «de galocha». Se perdía en superficie de palada, pero se ganaba en potencia y coordinación.

JUAN BORGIA

Bernat de Vilamarí transportó en su galera a Juan Borgia, de Roma a Barcelona, en 1493 para sus esponsales con María Enríquez de Luna, prima del rey Fernando y viuda de su hermano mayor. Gracias a dicho enlace heredó de su hermano el ducado de Gandía. Se conservan las cartas del papa Alejandro VI a su hijo aconsejándole cómo comportarse. Así, debía usar guantes en el viaje para que el sol no oscureciera la piel de sus manos e incluso le indicaba cómo debía vestir y qué joyas usar en cada ocasión. Le pedía que fuera comedido en sus gastos, buen cristiano, bien hablado, que no avalara a nadie y que no jugara a dados o cartas. También debía ser esposo ejemplar y consumar el matrimonio de inmediato.

Pero el muchacho, que entonces contaba con 19 años, hizo todo lo contrario a tenor de posteriores cartas furiosas del padre, e incluso de su hermano César Borgia. En ellas le reprochaban que no consumara su matrimonio, su despilfarro, que escandalizara bebiendo, frecuentando burdeles y organizando trifulcas. También que matara perros y gatos por las calles de Barcelona.

MIQUEL CORELLA

Era hijo ilegítimo del II conde de Cocentaina. Su hermano mayor, Joan Rois de Corella, heredó el condado y él y su hermano Rodrigo viajaron a Roma para servir al papa Alejandro VI.

Rodrigo fue muy respetado en la corte vaticana, en especial después de ser el único que no huyó, protegiendo al Papa de un león escapado del zoológico de Belvedere, con su cuerpo, espada en mano. Miquel no se encontraba en aquel momento en el lugar, pero no desmerecía a su hermano en valor. A la muerte de Joan Rois, Rodrigo, que era hijo legítimo, recibió el condado y regresó a España.

A su llegada a Italia, Miquel tenía ya fama de violento y destacó en el campo militar convirtiéndose en uno de los principales capitanes del ejército papal y compañero de César Borgia, por el que demostró una lealtad inquebrantable. Participaron juntos en los espectáculos de corridas de toros que el clan «catalani» organizaba para sus invitados y el pueblo de Roma. Hombre de cultura, pues los Corella contaron con destacados poetas entre sus miembros, pasó a la historia, sin embargo, como sicario y se le atribuyen diversos crímenes y ejecuciones. En Italia se le llamaba «Don Michelotto» y era muy temido. Sin embargo, el Papa le distinguía por el diminutivo cariñoso de Miquelet.

Prométeme que serás libre
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