Cuidando la salud mental
El objetivo inmediato debería ser convertir los innegables avances conseguidos en un segmento de la inteligencia como la memoria en saltos adelante generalizados a todas las actividades amparadas por el talento de una persona. ¿Cómo pasar de lo específico a lo general? ¿Cómo saltar de una simple mejora de la memoria a largo plazo a ser más inteligente a la hora de dar con la salida en un bosque, mostrar mayor empatía hacia los demás o un mejor control de la ansiedad?
¿Se verá pronto a millones de personas ejercitándose para desarrollar su salud mental, igual que perfeccionan hoy su salud física levantando pesas? Quizá ello nos permitiría mejorar nuestra memoria a largo plazo y nuestra inteligencia, mostrar mayor empatía hacia los demás y mejorar nuestro autocontrol.
Una de las primeras conquistas que ha revolucionado los pilares básicos del conocimiento ha sido el cuestionamiento del impropiamente denominado coeficiente intelectual (IQ en sus siglas inglesas). A finales del siglo pasado se pretendió calcular la inteligencia individual mediante pruebas que miden dimensiones específicas de inteligencia y se mantuvo al IQ como un fuerte predictor para el desempeño del trabajo. Eso funcionaba si se circunscribía la medida a la adecuación de una determinada persona a un número muy limitado de actividades, desarrolladas la mayoría de ellas hace dos siglos. Hoy los psicólogos están de acuerdo en que el IQ es insuficiente para medir la inteligencia humana. En nuestra sociedad del conocimiento, reñida con la jerarquización de las competencias y que menosprecia dinámicas basadas en el estímulo de la creatividad como la innovación, el IQ por sí solo es prácticamente irrelevante.
Durante más de un siglo se vendió la idea de que el comportamiento humano era racional e interesado. Miles de dirigentes fueron educados con la pretensión de que el móvil de sus actos era conseguir no sólo el reconocimiento individual, sino el consiguiente interés propio. En las instituciones sociales, en el Congreso, en las grandes empresas se buscó a los mejores, siempre y cuando dieran muestras probadas de ser racionales y estar interesados.
Es más, los psicólogos experimentaron en el laboratorio hasta demostrar que las descargas de neuronas durante el embarazo conseguían que el dedo anular de los hombres fuera más largo en promedio que el de las mujeres, siendo ello un dato inédito e incontrovertible de la mayor ambición de los primeros con relación a las segundas. No sólo eso, sino que se pudo demostrar que los agentes de bolsa con el anular más largo que el índice acababan ganando más dinero que nadie. Había pruebas concretas, pues, de que cuanto más racional e interesado mejor le iba a uno.
—La clase política está atiborrada de personajes que están negociando siempre a su favor, que están en un duelo constante del que tienen que salir triunfadores, incluso cuando defienden, o dicen defender, el interés general. Los negociadores de las empresas importantes no hacen otra cosa que sobreponer el interés particular al deseo íntimo de ser de utilidad a los demás. A los dirigentes sociales y empresariales se les ha enseñado que el ser humano es por encima de todo racional e interesado.
Alicia estaba totalmente de acuerdo con lo que le estaba sugiriendo uno de los portavoces del nuevo pensamiento, con el que coincidió en el encuentro al que asistió tras la muerte de Luis.