Capítulo 27

Charlotte tiene la cara de alguien que va a hacer puenting por primera vez en su vida. De hecho, lo único que le han pedido es que vaya detrás de las cortinas con su modista para probarse el vestido.

—¿Por qué no vas tú, Evie? —dice, y sus ojos me imploran que la libre de esa carga.

—Sí, vale, no hay problema —digo.

Nuestros vestidos se llaman «Sueños de Peonía» y no tienen mangas, nos llegan por mitad de la pantorrilla y son obscenamente caros, como todo en esta boda. Al ponerme el mío compruebo que, afortunadamente, me queda casi perfecto, lo que significa que, a no ser que desarrolle un apetito desmesurado por los pasteles y los Big Macs hasta que llegue la boda, no tendré que hacerme ninguna otra prueba.

—Tachán —digo, apartando la cortina para recibir los mismos aplausos que hasta el momento han cosechado Georgia, Beth y Gina.

—¿No te parece que te queda un poco grande de pecho, Evie? —pregunta Valentina con tono inocente—. No a todo el mundo le queda bien ese tipo de corte.

—Le queda perfecto —interrumpe Georgia con diplomacia—. Evie, estás fabulosa.

Cuando vuelvo a ponerme los vaqueros me siento junto a Charlotte.

—Sabes que Jim va a venir a la ceremonia, ¿verdad? —susurro—. A Georgia le gustó tanto el vídeo de la boda de Grace que le ha pedido que haga el suyo.

—Eso tengo entendido —dice.

—¿Y bien? ¿Esta vez hablarás con él? —le digo, dándole un leve codazo—. ¿O te pasarás la tarde hablando de bolsitas de té o de algún tema igual de fascinante con la tía Ethel?

Suelta una risita.

—Oh, ¿así que te gusta Jim, Charlotte? —Valentina es como un misil teledirigido cuando se trata de cotilleos—. ¿Por qué no me lo ha dicho nadie? Odio ser la última en enterarme de estas cosas.

Charlotte se pone colorada.

—Es cosa de Evie —dice.

Valentina reflexiona durante un momento.

—Tendría mejor aspecto si se cortara un poco el pelo —le dice a Charlotte—. Quizás deberías pedirle que lo considerara si acabas saliendo con él.

—Ni siquiera he dicho que me guste —protesta ella, poniéndose aún más colorada.

—Creo que necesitamos un plan para que acabéis juntos —decide Valentina.

Suelto un gemido.

—Georgia, ¿por qué no los pones juntos en la distribución de las mesas? —continúa Valentina, quien parece no ser consciente de lo incómoda que se siente Charlotte.

—Esto... ¿quieres que lo haga, Charlotte? —pregunta Georgia, dubitativa.

—No —dice. Y a continuación—. Bueno, sí, vale. Es decir, si tú quieres. A mí me da igual.

Valentina contiene el aliento mientras coge un vestido largo hasta el suelo de Vera Wang y lo sujeta ante sí delante del espejo. Aprovecho la distracción para volver a acercarme a Charlotte. Esta vez hablo en voz tan baja que estoy segura de que nadie puede oírme.

—Lo siento.

—No importa —dice.

—Pero el caso es que —continúo—, solo lo he mencionado porque creo que él podría sentirse atraído por ti.

Ella frunce el ceño.

—Prácticamente lo admitió en la boda de Grace —añado.

Vale, quizá he adornado un poco la conversación, pero es por una buena causa.

—¿Se siente atraído por mí? —pregunta.

—Bueno, dijo que eras encantadora —murmuro—. Y, tal como lo dijo, es prácticamente lo mismo.

—Georgia —dice Valentina en voz alta, volviendo a interrumpir mi conversación—. Los invitados a tu boda, ¿son todos de tu mismo círculo social?

Georgia sonríe con suficiencia.

—Es obvio que socializo con ellos —dice—, si te refieres a eso.

—Sí, claro —dice Valentina, haciendo una pausa—. Supongo que a lo que me refiero es a si tienen, digamos, la misma posición.

—¿Posición? —repite Georgia.

—Posición económica —dice Valentina, rabiosa por haber tenido que confesarlo.

—Ah —dice Georgia—. ¿Te refieres a que si hay solteros asquerosamente ricos? Montones, cariño, montones. Te lo prometo.

Valentina hace una mueca.

—Oh, Georgia —dice—. No puedo creer que pienses que soy tan vulgar que solo pueda interesarme por alguien por su dinero.

No puedo dejar que esta conversación termine sin que se llegue al fondo de esto.

—¿Entonces vuelves a estar soltera, Valentina? —digo, tratando de aparentar que el tema me interesa vagamente.

Hace un puchero.

—De momento, sí —dice—. He decidido que debería concentrarme en dedicarme más tiempo «a mí». Además, Jack era muy agradable y todo eso, pero en realidad no se ajustaba a mi tipo de hombre.

—¿Cuándo ocurrió eso? —pregunto.

—Al día siguiente de la boda de Grace —dice.

—Vale —digo, despreocupada.

—Eres libre de ir tras él, Evie —dice Valentina, pagada de sí misma—. Obviamente, estaba muy alterado cuando lo dejamos, pero nunca se sabe. Podría interesarle tener una aventura sin importancia para superarlo. Y sé que a ti se te dan muy bien esas cosas.

Damas de honor
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