Capítulo 56
Esto no está bien. Aquí estoy, en un sitio tan romántico que podría embotellarse y venderse como sustituto de la Viagra.
Sí, aquí estoy, hablando con el novio de mi madre como la chica que no tiene pareja la noche del baile de fin de curso. Aunque con la pinta que tengo, solo podría soñar con tener una cita. Puede que la hinchazón haya bajado un poco, pero las manchas no han desaparecido. Y mis desesperados intentos por cubrirlas con el maquillaje en polvo de Valentina han dado como resultado una palidez que asustaría a los niños.
—¿Estás segura de que tu cara es el único problema? —sugiere Bob.
—Perdona, Bob —digo, volviéndome hacia él, y la visión de su pajarita verde y su chaqueta de marinero a rayas me anima durante un momento—. No se trata solo de eso.
—¿Otra vez problemas con un novio? —pregunta. Después de seis años de relación con mi madre, está más que familiarizado con mi historial romántico.
—Sí —digo—. Pero no la clase de problemas que tengo habitualmente.
—¿Sí?
—Esta vez es complicado.
Asiente y sigue bebiendo su zumo de tomate.
Lo miro, ceñuda.
—Se supone que ahora tienes que decir, «Cuéntamelo», o algo así, Bob —le digo—. Ya sabes, convénceme para que te haga una confidencia. Para desahogarme.
—Oh —dice, retorciéndose la barba con nerviosismo—. Bueno, entonces soy todo oídos, por supuesto.
—Está bien —digo, inspirando hondo—. Bueno, la verdad es que me siento muy atraída por un chico que está hoy aquí. Al principio no era así, porque salía con Valentina. Pero después rompieron y me di cuenta de que sí me gustaba.
—Bien —dice Bob.
—Pero ahora hay alguien más que le ha echado el guante.
—Oh, vaya —dice Bob.
—No, aguarda, eso no es todo —digo—. Ahora uno de mis ex novios está aquí y dice que, y son sus palabras exactas, que se pregunta cómo me pudo dejar escapar. Él es muy agradable.
—Bueno —dice Bob de inmediato—. Entonces sal con él.
—No he terminado —le informo—. Iba a decir que es muy agradable, pero en el fondo de mi corazón creo que él no es para mí.
—Oh —dice Bob.
—Pero el otro sí lo es.
—Ah —dice Bob.
Miro en dirección a la pista de baile, donde en estos momentos Beth le está enseñando a Jack a bailar el tango. No podría atraer más la atención aunque diera volteretas por toda la pista llevando solo unas bragas de Mickey Mouse.
—Ya entiendo —dice Bob, y evidentemente no es cierto. A Bob se le dan bien la cocina vegetariana y las obras de Jean Paul Sartre, pero dudo que pudiera darle una lección a Jerry Springer en su campo.
—Ese chico que crees que no es para ti —dice—, ¿qué problema tiene?
—No lo recuerdo bien —digo—. Hace muchísimo que rompí con él.
Bob se queda pensativo.
—Aunque esto no tiene nada que ver con el problema que pueda tener —continúo—. Supongo que la cuestión es que cuando miro a Jack mi corazón da un salto mortal. Cuando miro a Seb, bueno...
—¿Apenas da un saltito? —dice.
Sonrío.
—Y sin embargo es encantador, y guapo, y tiene un buen trabajo y no parece sufrir ningún trastorno antisocial ni nada por el estilo. Y es evidente que aún le gusto. Y él me gusta lo suficiente como para no querer que se acueste con Valentina.
—Mmm —dice Bob, haciendo una inclinación de cabeza.
—¿Qué crees que debería hacer? —pregunto.
Bob tiene la expresión de un niño de ocho años al que le piden que explique los principios de la metafísica.
—Bueno —dice, reflexivo—, ¿se lo has preguntado a tu madre?
Suelto una carcajada y pongo mi mano sobre la suya.
—No te preocupes, Bob —digo con un suspiro—. Por cierto, tengo que saber dónde te compraste esa chaqueta.
—¿Te gusta? —pregunta—. A mí también me pareció muy elegante.
De repente noto la presencia de alguien que se acerca a nosotros y, cuando levanto la vista, me doy cuenta, horrorizada, que se trata de Jack.
—Oh, Dios mío —digo, y me pongo de pie de un salto al tiempo que agarro mi bolso.
—¿Qué ocurre? —pregunta Bob—. Parece que hayas visto un fantasma. Es decir, más que antes.
Me toco los ojos con desesperación y compruebo que siguen hinchados, lo suficiente como para no querer que Jack me vea así. Recorro la habitación con la vista. Busco desesperadamente una vía de escape. Tengo que salir de aquí.
Y rápido.