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Del desierto al adosado
En demasiadas ocasiones la elección de un animal de compañía, y en este caso concreto de un gato, sigue realizándose de una manera poco pensada, valorada, estudiada, consultada…
Queremos un animal de compañía… unos tienen claro que quieren un gato, que su animal soñado es un felino; otros, muchos, acaban considerando al minino como una posibilidad real a sus circunstancias tras darse cuenta de lo adecuado que es el gato para nuestro actual estilo de vida.
Pero ¿qué gato?, ¿macho o hembra?, ¿pelo largo o pelo corto?, ¿comprado o adoptado?, ¿de raza o mestizo?…
En demasiadas ocasiones acabamos teniendo un gato en nuestros brazos sin tener la más remota idea de cómo ha llegado hasta ellos.
Los que quieren un perro en algunas ocasiones se preocupan de su posible carácter, de su comportamiento… Algunos futuros propietarios de perro incluso llegan a asesorarse por criadores de determinadas razas afines a sus gustos o por veterinarios conocidos para decidir cuál animal es el más adecuado a su familia, a su estilo de vida y sus posibilidades.
Podríamos considerar anecdóticos los casos en los que un futuro propietario de gato se preocupa por el posible carácter, comportamiento, «forma de ser» de su felino… En la mayoría de las ocasiones si el futuro propietario se decide por una u otra raza, el fundamento de la elección suele ser casi exclusivamente estético.
Lo que queremos decir es que el gato suele entrar en el hogar sin que su nuevo amigo humano tenga ni la más remota idea de cuál es la edad ideal para que un cachorro entre en casa, ni si existe algún tipo de posible valoración del carácter del cachorro que tenemos delante de nosotros. Muchos tan siguiera se plantean la posibilidad de comentar estas situaciones con el criador o con el veterinario.
Lo que prácticamente nadie tiene en cuenta a la hora de decidirse por uno u otro ejemplar es que hasta hace muy poco tiempo, un gran número de problemas de comportamiento de los animales de compañía «se solucionaban» con la eutanasia o el abandono del que en algún momento fue considerado uno más en la familia, el mejor amigo, un compañero.
Los problemas de comportamiento de nuestros animales de compañía conviven con nosotros «gracias» a nuestra escasa preocupación, a nuestra falta de interés, a la inadecuada adecuación del animal a su futuro entorno… y en un mínimo, inapreciable porcentaje, a problemas de comportamiento que acompañan al animal desde su nacimiento.
Un gato no es un animal de compañía de segunda categoría, un gato es un animal de compañía con todos sus derechos y con todos nuestros deberes.
Pues a pesar de todo lo dicho, ¿cuántos conocían la edad ideal de incorporar un gato al hogar? ¿Sabían de alguna sencilla prueba que les ayudara a valorar el posible comportamiento de es pequeño minino? ¿es cierto que los gatos de pelo largo son más tranquilos que los de pelo corto? Si no lo tienen todavía, intentaremos resolver ese importante vacío.
En el caso del gato no existen tantas variaciones ni tantas variedades; en el gato actual buscamos principalmente compañía y belleza, pero no que puedan o no puedan expresar una determinada forma de ser; esta situación ha sido una de las causas de que exista tan poca diferencia en los tamaños y morfologías de los gatos, el que sus funciones, capacidades o habilidades sean prácticamente «estándar».
En los gatos domésticos no encontramos diferencias significativas de forma y carácter como mucho, ligeras variaciones en la longitud, en la constitución, en las formas del cuerpo y en el pelo; por supuesto que en el caso de los gatos jamás nos encontraremos con variaciones tan significativas como en el caso de los perros. Pensemos sólo en un ejemplo: las diferencias morfológicas y conductuales que existen entre un perro chihuahua y un San Bernardo.