El gato y el juego
Aunque todos los felinos salvajes, excepto el león, sean animales solitarios, ello no debe hacernos pensar que no tengan interés o necesidad de juego.
Los gatos de corta edad utilizan el juego como una forma de aprendizaje de las técnicas de caza que pudieran llegar a necesitar a lo lago de su vida; el juego de los cachorros es además una fundamental forma de adquirir un completo desarrollo de todas sus estructuras, entre las que de forma fundamental se encuentra el sistema nervioso: cerebro y conexiones nerviosas.
Gracias al juego los jóvenes animales llegan a establecer los ajustes oportunos entre las sensaciones que llegan del mundo exterior y su organismo; para esta imprescindible interrelación son vitales los sentidos. el juego mantiene a los cinco receptores fundamentales del animal, vista, oído, olfato, gusto y tacto, en perfecto estado de alerta y permite una extraordinaria coordinación de todos los mecanismos.
Un gato que interacciona, que juega con sus hermanos de camada y posteriormente con su familia humana nunca tendrá problemas de timidez.
¿Y cuál es la razón por la que los gatos adultos siguen jugando?
El ser humano, con la socialización de los animales a sus entornos, intenta que su mascotas mantengan una continua «niñez»… Las personas quieren que su gato sea siempre un cachorro, que las necesite, que demande, acepte y busque sus manifestaciones de cariño; este intento de eterno mantenimiento de la etapa juvenil de las mascotas se consigue por la convivencia en los entornos humanos y por la total dependencia del hombre.
Es por ello que un gato adulto sigue manifestando comportamientos infantiles, como por ejemplo en el juego; y no es que el gato en su ritual de juego esté persiguiendo, acechando o cazando una presa… ¡¡No!!… No le hace falta; su plato de alimento siempre está lleno y la manifestación del juego es simplemente una forma de pasarlo bien, de sentirse a gusto en su territorio. y, en cierta medida, una forma de mantenerse en forma.
Un gato que sale al exterior, que desarrolla gran parte de su tiempo de puertas afuera dedicará menos tiempo al juego, porque estos animales emplean su «tiempo libre» compitiendo contra otros animales por el territorio, por presas o por pareja.
El juego es una conducta típica de los mamíferos, sobre todo de los carnívoros; no tenemos datos de peces de acuario que jueguen, ni de anfibios, ni de reptiles; por el contrario, sí se comenta que ciertas especies de aves presentan un comportamiento de juego rudimentario.
Lo que sí tenemos claro es que los animales, en este caso los gatos, juegan cuando están tranquilos, cuando ninguna otra necesidad (alimenticia, territorial, reproductiva…) les preocupa ni requiere de su plena atención; por esta razón todos los especialistas asocian el juego del animal al bienestar.
Como bien saben los propietarios de gatos, el juego preferido de estos animales es perseguir objetos en movimiento; si estos no existen o no se les ofrecen, ellos se los buscan... ¡¡O se los inventan!!
Cuando un gato no dispone de estímulos de juego, si no tiene que perseguir, acechar y cazar, pueden aparecer problemas. No es poco habitual que los propietarios de gatos que llegan a las consultas veterinarias, se quejen de los arañazos y mordiscos que su Félix les propina de forma sorpresiva cuando caminan por el pasillo de su casa.
Lo que no tienen claro los propietarios es que esta inadecuada conducta del animal se solucionaría fácilmente aportando más momentos de juego a su felino amigo, momentos de juego con elementos adecuados y no forzando al animal a jugar con las manos del propietario.
Estas conductas «agresivas» no son otra cosa que, como hemos visto con detalle, conductas de juego incorrectamente dirigidas hacia los propietarios.