De los cuentos a los cuellos de los felinos
El dicho o refrán… «Ponerle el cascabel al gato» parece tener su origen en un cuento del siglo XIV, un cuento que decía, más o menos, así: «Los mures (ratones) una vegada llegáronse a consejo et acordaron cómmo se podrían grandar del gato. Et dixo el uno qu'era más cuerdo que los otros: atémos una esquila (cascabel) al pescuezo del gato et podernos hemos muy guardar del gato, que cuando él passare de u n cabo á otro, siempre oyremos la esquila. Et aqueste conseio plugo a todos, más dixo uno: Verdat es; más ¿quién atará la esquila al pescuezo del gato? Et respondió uno: Yo no. Respondió el otro: Yo no; que ni por todo el mundo yo non querría llegar a él…».
Posteriormente el fabulista Félix maría de Samaniego (1745-1801) popularizó la fábula que trataba de cómo ponerle el cascabel al gato, fábula que a su vez procedía de Conseul tenu par les rats, de La Fontaine. Samaniego afrontaba la fábula así:
Propuso elocuente Roequeso
echarle un cascabel, y de esta suerte
al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto, aprobaron uno a uno.
¿Quién lo ha de ejecutar? Eso, ninguno.
«Yo soy corto de vista». «Yo muy viejo».
«Yo gotoso», decían. El consejo
se acabó como muchos en el mundo…
Y también Lope de Vega trató el tema, en La esclava de su galán…
Juntáronse los ratones,
para librarse del gato,
y después de un largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel;
que, andando el gato con él
librarse, mejor podían.
Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo,
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
«¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?».
Pero ¿qué piensan los gatos sobre el cascabel que cuelga de su cuello? Es más que posible que el primer contacto del felino con esa pequeña y característica bola ruidosa, no sea muy «positivo»…
El felino es un ser vivo que goza, que disfruta con la tranquilidad, la paz, el sosiego… un sencillo ingenio de tintineo agotador no encaja de buena manera en su estilo de vida.
Parece que el uso de tan simple artilugio se remonta a la noche de los tiempos… los humanos que utilizaban a los gatos como defensa de sus reservas de alimentos (principalmente cereales) querían saber dónde andaban aquellos especializados exterminadores de roedores.
El invento era sencillo, pequeño y efectivo… ¡¡había nacido el cascabel!! Desde entonces a nuestros días, el singular objeto ha pasado de ser un sistema de localización del animal, mucho más básico que un GPS, pero a la par de efectivo, a un adorno, un complemento estético más en la «moda mascotera».
Puede ser útil en determinados casos, como en el de algunos invidentes que conviven con estos animales… pero en el resto de ocasiones, sería mejor dejar al felino sin tan «absurdo» colgante.
Los comentarios de bar, los «dimes y diretes» del gran público, han llegado a otorgar al cascabel terribles causalidades… no en pocas ocasiones se ha escuchado decir que los cascabeles vuelven locos a los gatos, que provocan cambios drásticos en su comportamiento…
Ni tanto, ni tan calvo…
El cascabel no es, prácticamente en ninguna circunstancia, necesario para el gato, pero una vez puesto, tampoco provoca ningún mal, alteración, patología o desgracia.
Si tienes un gato, y quieres saber dónde está, tranquilo… cuando él quiera verte, seguro que aparece.