II
¡Cómo resuena el mundo en tus horas de ausencia!
¡Cómo pierden sentido la flor y la pisada!
Se vacía el universo de estrellas y de nubes
y queda espacio solo y espacio tras espacio
a la avidez resuelta de la huella y el ojo.
¡Qué difícil sacarte a las cosas, a darles
su color y esperanza! ¡Qué barrera cuajada
entre el pecho y el mundo, la brisa y el anhelo!
¡Qué solos van andando entre las vivas cosas,
sin reposo ni prisa, los pensamientos míos!
Me vuelvo a tu esperanza y se ilumina el mundo;
me torno a tu recuerdo y me cercan los sueños
como el mar a las barcas, o a las rosas el aire:
viene la luz al árbol, y a las sienes la brisa.
Lo mismo que una madre sobre la frente dulce
deja caer la mano, y se levanta lenta
la bandada de nubes, así tu pensamiento,
como mano de madre, sobre esta frente mía,
levanta de su sueño de estupor a las cosas
y devuelve misión a la brisa y al río
y hace entenderse al mar con la amorosa playa.