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La conozco de siempre. Ése es su paso.
Como se escuchan pasos conocidos,
y al corazón le dicen los oídos:
“La que esperas se acerca”. Y está acaso
el temblor al acecho del abrazo,
así en el corredor, como latidos,
han sonado sus pasos conocidos
y en mi puerta, después, su aldabonazo.
Y el corazón le ha abierto: no esperaba.
Tenía prisa de entrar: nunca se iría.
Cogió el mejor lugar del aposento.
¡Ay, corazón, se empieza y no se acaba!
De lejos y derecha te venía
y por mi sangre, suelta, yo la siento.