IV
Vienes con el silencio. Tengo mi amor en vilo.
Ni un instante se vaya sin que te lleve entera.
Te busco en el silencio que se hace en mi alma,
cuando en ti estoy pensando y tu voz no lo rompe;
pero siento en mi mano tu mano, y en mi dicha
una luz sólo tuya. Dejadme en mi silencio
que la lleve a las cosas. Yo no quiero un minuto
que no vaya derecho, como raíz al agua,
en busca de su esencia. El mundo se me rompe,
y se me va la brisa cuando la siento irse,
y me quedo temblando, sin dulzura en las cosas.
Dame el silencio tuyo, la próxima ternura
que tan firme me yergue, aire de mi esperanza,
donde extienda la copa de este amor poderoso
y donde vengan aves a proclamar que existo.
¡Ay amor!, ni un instante que tú no me lo llenes,
ni una gota de olvido, o paso que no tenga
la inefable memoria de que por ti la selva
y la dicha y la rosa, el agua o la esperanza,
tienen razón sentida y nombre entre las cosas.