VIII
Oh Rosa, mi cadena!; con suspiros
me tienes amarrado. Tú no sabes
que el peso de las cosas corresponde
a su poder de gozo, y en tus brazos
me siento aire. Déjame que suba.
¡Oh Rosa, tan pequeña desde arriba,
tan amada, tan bien, tan dulce! Estoy
viéndote en el jardín saltar. No toques
más de lo justo el corazón, que puede
hacerse añicos. No suspires. Deja,
que el tiempo llevará lo suyo. Deja,
que el tiempo te traerá lo suyo. Eso
que si se nombra es muerte. ¿Acaso dulce?