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GEÓRGICA[69]
Salí con el caballo a los barbechos,
alegre, con el corazón henchido, y cantaba.
Cantaba sobre la tierra como un jardín.
Iba mi corazón como un caballo,
paseado dulcemente por la hermosura.
Y tenía gana de cantar, de saltar
alegría adelante, los arroyos,
de tenderme[70] al galope de los caballos,
de los becerros lucientes y de las nubes,
y me encaramaba a la alegría como a un caballo
suelto sobre los montes, como una cabra,
extendido y feliz como una alberca,
o bien como un hermoso tilo derramado en el aire.
¡Oh monte lleno, alegría! Desbordado
caballo a galope, hermosura adelante
por los surcos tiernos con la lluvia, entre olivos!
¡Oh pálidos amigos, a quien es la tormenta visita,
y se nos hinche el corazón como una vela de gozo!
Entre alondra y alondra la vida no pesa.
La sangre, saltando de arroyo en arroyo,
cantando, se va cantando y se apresura.
La canción se cernía como una primilla,
y estaba el corazón como un prado de alegre.
Insectos pequeñísimos, aves que vuelan altas,
tantas memorias, tantos deseos como se han ido,
labrando surco a surco, la esperanza
y, por último, tú, sobre los montes,
ligera, divina, la gracia resuma
tu labio, la voz. Ya no eres,
¡oh!, por el campo, con el corazón
alegre como el campo en la tarde mojada,
como la canción o el palomo gozoso,
y el trigo regado y alegre que espera,
o el retozo del sembrado. Entero se echa
el corazón por los campos, se pierde,
y sube a la antigua, la sonrisa perdida a los labios.
Y luego, siempre a caballo sobre la alegría,
sobre la ternura, sobre la tierra,
sobre todo lo hermoso que tiembla —labio, canción—,
las cosas por las que los hombres han muerto,
por las que los hombres han subido: el arado y el gozo.
Surco a surco se va haciendo la alegría,
el arroyo sin fin entre riberas de corazones humanos.
¡Oh río de sangre, tan hermoso en el mundo!
Alegría del mundo y el hombre. A caballo
por los campos mojados se hunden los cascos.
Hundiéndonos vamos en el gozo. Tú sabes,
corazón, lo que es abrirse, cantar, dejar abajo
la alberca gozosa. Tú sabes lo que es hermosura,
y perderse, estrechar, ir creyendo y saber.
Gozosas las cosas van, y los prados,
y la tierra húmeda, y los relinchos, y las yerbas
dulcemente tronchadas, los azadones; y en la sierra,
vuelta flor toda aspereza, las vacas
saltan locas, husmeando el amor que se acerca;
y los caballos, vencidos, noblemente
vuelven al establo sin relincho.
Y todo parece que sube. El campo
con los ramones nuevos, con las primeras cañas,
las veras. Lo único sumiso es el agua
que corre, porque el aire levanta en vilo de gozo
a la tierra, y la deja ingrávida, dulcemente ceñida,
lo mismo que otro cielo sobre los ojos. En esa
dulcísima elevación, existencia sin peso,
enorme masa de alegría, temblor, ya las choperas,
los vallados humeantes, como hogueras de dicha,
y un pueblo de moradores alegres de las nubes baja.
Ya la luz tiene alas, tan finas que se confunden
con las primeras flores caídas del albarillo
que la brisa, viniendo, derribó sin sentirlas,
dejando en el suelo su pie leve, soñado.
En este gozo sin vacío, la madre tiende los ojos
dulcemente cargados, y el brazo cae sobre el seno,
y el hombre deja la mirada perderse,
y se siente crecer en la dulzura, los ramones al gozo.
La alberca gozosa. Tú sabes lo que es hermosura,
y perderse, estrechar, ir creyendo y saber.