III
Déjame sola,
que sienta mis propios pasos
venir entre las coscojas
del monte aquel que no olvido
y de aquella tarde en que
me dijo lo que me dijo:
“Que la aceituna negree
entre el verde del olivo,
y ya verás si es mentira,
si es verdad lo que te digo;
que los zorzales la lleven
negra y brillante en el pico
y comiencen a afilarse
las hojas de los hocinos;
estos brazos y este cuerpo,
todo lo que tengo mío,
negreando la aceituna,
las bajeras del olivo”.