RETRATO DE DON ANTONIO[102]
Este hombre que se sienta con las manos
sobre el bastón, el bastón entre las piernas,
el sombrero calado, este hombre
con los ojuelos medio entornados,
mirando más allá, más acá, no mirando, este hombre.
Este hombre que no tuvo tiempo o gusto
para hacerse el nudo de la corbata,
con las grandes manos sobre el bastón,
en la mesa del café,
qué día, de qué año, en qué ciudad española,
con su traje de un paño más bien grueso, y los labios,
¡ah!, los labios de este hombre que se cierran, dicen
una sola palabra que no dicen,
dicen una vida que se encierra en una palabra,
muchas vidas que se encierran en una palabra.
Este hombre que ha llegado
hace sólo un ratito
y se pasa la vida esperando en la mesa del café a que alguien llegue,
como se pasa todo el mundo la vida esperando.
No vendrá nadie a sentarse al otro lado del tablero de mármol
y las manos seguirán sobre el bastón, y el hombre
esperará inútilmente sin despegar los labios.
Sabe lo que sabe y lo que no sabe,
dos certidumbres: la una en los labios,
los ojos ven la otra, el corazón la siente.
Agarrada a los labios la sed que no calmará agua ninguna.
Tal vez el aire que viene de un recuerdo
una vez;
tal vez los ojos han visto algo
una vez;
la mano ha sentido otra mano
una vez;
ha palpado en la sombra
una vez;
¡oh memoria!, una vez
tuvieron en su mano la llave;
una vez
fue a abrir la cancela;
soñó desde unos brazos
una vez.
Y se quedó quieto.