El terrorismo y los asesinos de Rasputín y Nicolás II[112]
14 de noviembre de 1938
Se me pregunta qué rol jugué personalmente en el asesinato de Rasputín y en la ejecución de Nicolás II. Dudo que este problema, que ya pertenece a la historia, interese a la prensa; tiene que ver con situaciones que ocurrieron hace mucho tiempo.
En cuanto al asesinato de Rasputín, no tuve absolutamente nada que ver con él. Rasputín fue asesinado el 30 de diciembre de 1916. En ese momento mi esposa y yo viajábamos de España a Estados Unidos. El solo hecho de esta lejanía geográfica demuestra que no participé en el asunto.
Pero también hay serias razones políticas. Los marxistas rusos no tenían nada que ver con el terrorismo individual; fueron los organizadores del movimiento revolucionario de masas. En realidad, Rasputín fue asesinado por elementos que rodeaban a la corte imperial. Entre los que participaron directamente en el asesinato se cuentan el diputado a la Duma y monárquico ultrarreaccionario Purishkevich, el príncipe Jusupov, ligado a la familia del zar, parece que también Dimitri Pavlovich, uno de los grandes duques, y otros personajes por el estilo.
El objetivo de los conspiradores era salvar la monarquía librándola de un «mal consejero». Nuestro objetivo era terminar con la monarquía y todos sus consejeros. Nunca nos embarcamos en la aventura del asesinato individual sino en la preparación de la revolución. Como se sabe, el asesinato de Rasputín no salvó a la monarquía; la revolución estalló dos meses después.
La ejecución del zar fue un asunto totalmente diferente. Nicolás II ya había sido arrestado por el gobierno provisional; primero se lo tuvo en Petrogado y luego se lo envió a Tobolsk. Pero Tobolsk es una pequeña ciudad sin industria ni proletariado, y no ofrecía suficientes garantías de seguridad como residencia del zar; los contrarrevolucionarios podían intentar rescatarlo para ponerlo a la cabeza de las guardias blancas[113]. Las autoridades soviéticas lo trasladaron desde Tobolsk a Ekaterinburgo, un importante centro industrial en los Urales. Allí se podía contar con que el zar estaría bien custodiado.
La familia imperial vivía en una casa particular y gozaba de ciertas libertades. Existía la propuesta de organizar un juicio publico al zar y a la zarina, pero quedó en la nada. Mientras tanto, el desarrollo de la Guerra Civil determinó que las cosas fueran de otra manera.
Las guardias blancas sitiaron Ekaterinburgo y de un momento a otro podían entrar en la ciudad. Su objetivo principal era liberar a la familia imperial. En estas condiciones, el soviet local decidió ejecutar al zar y su familia.
En ese momento yo estaba en otro lugar del frente y, aunque parezca extraño, no me enteré de la ejecutó hasta después de una semana. En medio del torbellino de los acontecimientos, no me impresionó demasiado. Nunca me preocupé por descubrir «como» sucedió. Debo agregar que el interés especial en los asuntos de la monarquía o de la ex monarquía contiene siempre cierta dosis de instintos serviles. Durante la guerra Civil, provocada exclusivamente por los capitalistas y terratenientes rusos con la colaboración del imperialismo extranjero, murieron cientos de miles de personas. Que entre ellas figuraran los miembros de la dinastía Romanov no puede dejar de verse como una compensación parcial por todos los crímenes de la monarquía zarista. El pueblo mexicano, que arremetió duramente contra el estado imperial de Maximiliano, tiene una tradición al respecto que no deja nada que desear[114].