Hacia la formación de una organización juvenil revolucionaria[133]

18 de noviembre de 1938

Trotsky: Creo que nadie puede proponer un programa y un método concretos para ganar a la juventud en esta situación crítica que se vive en el mundo y en Estados Unidos. No contamos con precedentes. En este terreno recién tenemos que empezar a experimentar. El hecho de que durante el año pasado la organización juvenil haya perdido más de un tercio de sus adherentes no es una catástrofe terrible pero demuestra que todavía no se han encontrado los métodos de trabajo adecuados. En el futuro tendrán que desplegar mucha iniciativa y no quejarse continuamente a la dirección central porque no les da las directivas necesarias. Creo que esta mentalidad es peligrosa. Se puede decir que todo pueblo tiene el gobierno que se merece. Lo mismo vale para el partido y la organización juvenil. Lo único que puede hacer el Comité Nacional es sintetizar la experiencia de los grupos locales. Creo muy importante que los comités locales del partido, al menos en la primera etapa, se dediquen más que la dirección central de Nueva York a la organización juvenil del lugar; ya que las condiciones en que se mueven son las mismas, los camaradas adultos pueden observar a los jóvenes y, sin pretender dirigirlos, aconsejarlos bien. Repito que no tenemos un programa ni un método definidos. No tenemos que cerrarnos a ninguna propuesta.

Pero podemos trazar algunos lineamientos generales. En el congreso internacional propusimos y fue aceptado el Programa de Transición[134], que reemplaza al viejo programa mínimo de la socialdemocracia y pretende terminar con el empirismo de nuestras secciones nacionales, que de vez en cuando inventaban una consigna sin contar con una perspectiva general ni con una combinación de consignas que lleven a la revolución socialista. La diferencia entre el programa mínimo y el de transición reside en que éste es una introducción a la revolución socialista. Esta introducción es necesaria en todos lados, especialmente en Estados Unidos, porque allí los obreros arrastran muy malas tradiciones conservadoras, etcétera; tenemos que comenzar donde estas tradiciones acaban e indicar el camino a la revolución socialista.

Pero el problema de la juventud es diferente, en el sentido de que, por un lado, no soporta el peso de esas pesadas tradiciones, pero por el otro su situación es más terrible, más aguda. Me refiero a la juventud proletaria, aunque la juventud burguesa también vive una situación terrible. Como lo demostró la experiencia europea, esta critica situación de la joven generación, unida a la falta de tradición, de educación sindical, de elecciones democráticas, a la no adhesión a ningún partido, la convierte en carne de cañón de los fascistas. ¿Qué demuestra esto? Que la juventud exige soluciones radicales. Creo que es un hecho muy importante que los jóvenes, a los que socialmente se transforma en parias, que no pueden sentir ninguna adhesión social o política al régimen, que son muy audaces por la sola razón de su corta edad, que no tienen tradiciones conservadoras, exijan soluciones radicales. ¿Quién brindará una dirección a esta juventud? ¿Nosotros o los fascistas? Ayer, medio en broma y medio en serio, propuse llamar a la organización «Legión de la Revolución Socialista». Creo que no encontré el apoyo necesario. Ahora vuelvo a insistir: «Legión de la Revolución Socialista». Es un programa. Decimos a la juventud, «nosotros derribaremos la sociedad existente. Crearemos una nueva sociedad. Ése es nuestro objetivo». Eso no significa que desecharemos un programa transicional. La juventud es un sector aparte, que vive una situación propia. El mismo obrero joven tiene un estado de ánimo cambiante. En una oportunidad es muy radical, en otra un poco oportunista. De alguna manera tenemos que llegar a él, aunque sea organizando un baile. Pero temo que los stalinistas y los fascistas sean mejores bailarines que nosotros. Son más ricos y tienen más ventajas. Las nuestras no están en el terreno del baile, sino en el de la revolución socialista. Mejor dicho, somos la «Legión de la Revolución Socialista». Nadie puede imitarnos. Ningún otro partido puede proclamarlo.

Se plantea el problema de la legalidad. Muchos pueden objetar que este partido puede caer inmediatamente bajo la ley que prohíbe las actividades antinorteamericanas. Sí, tenemos que tenerlo en cuenta y combinar en este plano el trabajo legal con el ilegal. Debemos darles a los futuros revolucionarios, e incluso al partido revolucionario, una explicación muy clara en el sentido de que la democracia es muy buena sin un Hague, sin el nazismo alemán ni el fascismo italiano[135]. Tenemos que defendernos. Ya vimos en Europa que apenas los obreros se aproximaban a la meta, el gran capital armaba a los fascistas. Tenemos que estar dispuestos a librar la batalla contra la reacción. Tenemos que prepararnos para una revolución. Jurídicamente no tenemos que prepararla como una revolución directa contra la democracia sino como una lucha contra las malas personas que no nos permiten utilizar la democracia para nuestra liberación. Pero repito que ésta es sólo una cuestión secundaria. Lo más importante es que somos la «Legión de la Revolución Socialista».

No hago una propuesta concreta, pero creo que podríamos llamarla también la «Legión de Lenin, Liebknecht, Luxemburgo», las tres «eles». No estaría mal como emblema. Éste podría formar tres eles. Tal vez es demasiado personal. Habría que explicarlo a todo el mundo. Me parece mejor la «Legión de la Revolución Socialista». Estoy seguro de que a Luxemburgo, Liebknecht y Lenin también les parecería mejor. Por supuesto, una organización de ese tipo tendría que contar con diversas organizaciones auxiliares.

La resolución habla sobre el idealismo y el entusiasmo contraponiéndolos al cinismo. No estoy seguro de si se trata de un cinismo genuino. A menudo es el cinismo imitado de un joven que lucha por la independencia, contra la tutela del aparato, etcétera. Posiblemente haya algunos cínicos verdaderos, pero si se quiere impulsar las tendencias idealistas hay que comenzar utilizándolas en nombre de la misma organización. Hagámosle sentir al joven obrero, desocupado, negro o judío que, por ser un perseguido, es miembro de la «Legión de la Revolución Socialista». Creo que se sentirá muy bien. Ustedes tienen que lograr expresarlo. ¿Por qué no? Lo primero es una opinión clara, una expresión muy precisa del objetivo revolucionario.

Lo segundo es la democracia. Creo que es muy importante la democracia en esta organización. ¿Por qué? Porque está desapareciendo en todos los estados, los sindicatos y los viejos partidos revolucionarios. Sólo nosotros podemos permitimos una genuina y honesta democracia, de modo que cualquier joven obrero o estudiante puede expresar abiertamente su opinión sin que inmediatamente se lo persiga. Una observación irónica por parte de quien goza de autoridad constituye también una persecución. Sólo podremos ganar nuevos miembros para la juventud y el partido con una inteligente y real democracia. Este problema se liga al de las relaciones entre el partido y la juventud. Está claro que la juventud no puede reemplazar al partido o ser su duplicado. Pero esto no significa que tengamos las posibilidades técnicas de impedir que la juventud trate de reemplazar al partido cada vez que piense que éste sigue una línea equivocada. No podemos implantar la autoridad del partido de golpe o por medio de una resolución.

Si los camaradas jóvenes viven dos, tres, cinco o diez experiencias que les demuestren que el partido es más sabio y experto se volverán más cautelosos en su oposición y más moderados en la forma de plantearla. Cualquiera que hable despreciativamente del partido sentirá inmediatamente alrededor suyo el vacío y la ironía y así se educará. Pero cuidado con ir a los camaradas jóvenes con una actitud por el estilo de: «Chicas y muchachos, ustedes hicieron muy bien en ponerse contra el Partido Socialista porque era un mal partido[136], pero nosotros somos un buen partido. No lo olviden. No tienen que oponerse a nosotros». ¿Cómo se los puede convencer con una concepción tan general? Es muy peligroso. «¡Ustedes creen que es un buen partido, pero nosotros no!».

—Sí, estamos contra el vanguardismo cuando está dirigido contra nosotros.

Y ellos contestarán: «Ustedes no son ni más ni menos que unos burócratas». Es muy peligroso. Teóricamente es correcto, igual que la cuestión de la disciplina. La disciplina de hierro, la disciplina de acero, es absolutamente necesaria, pero si el aparato del partido juvenil comienza exigiendo esa disciplina desde el primer día corre el riesgo de quedarse sin el partido. Es necesario educar en la confianza en la dirección del partido y en el partido en general porque aquélla es sólo una expresión de éste.

Podemos equivocarnos ahora en dos sentidos, en el de la centralización, o en el de la democracia. Creo que en este periodo de transición tenemos que exagerar la democracia y ser muy, muy pacientes con el centralismo. Debemos educarlos para que comprendan la necesidad del centralismo. No estoy seguro si las pérdidas que sufrían no se han debido a la impaciencia centralista o a la falta de indulgencia hacia elementos que no tenían ninguna experiencia o sólo tenían la mala experiencia del Partido siquiera saben bien qué Socialista, que ni quieren. Responden: «Ahora nos quieren ahogar pero con métodos bolcheviques genuinamente revolucionarios». Se asustan y dicen: «No, nos vamos del Partido». No; estoy a favor de la democracia como base del centralismo, pero el centralismo en el vacío no puede crear una democracia Sino sólo destruir la que existe.

Creo absolutamente necesario un censo del Partido y de la juventud Para saber con qué contamos, porque el término es también muy elástico; debemos tener especialmente claro cómo se agrupan por oficios, Sindicatos, localidades, distritos, etcétera. Con un diagrama el Comité Nacional puede actuar más claramente y con un mayor sentido de la Oportunidad.

Si, por ejemplo, hay una tendencia de estudiantes que creen que ellos son los más adecuados para hacer la revolución, estoy a favor de que se proponga a cada uno de ellos como aspirante. Es posible que sea conveniente considerar el periodo de aspirante como un periodo de prueba, y que también se pueda pasar de miembro pleno a aspirante, especialmente por falta de valor o de abnegación Si todo el mundo tiene claro que un militante no cumplió con sus obligaciones, y más aún si es la segunda o la tercera vez que sucede, entonces hay que decirle: «Amigo, tiene que elegir entre abandonar la organización o pasar a aspirante». Creo que la prueba tiene que durar seis meses, pero puede pasar nuevamente a militante si capta Por lo menos a dos jóvenes obreros durante ese periodo.

Creo que debemos darles a todos los estudiantes la tarea y la obligación de ubicarse en el movimiento obrero en un plazo de seis meses y si no lo hacen pasarlos de nuevo a aspirantes. De ese modo comprenderán que estamos en un partido proletario ligado a la lucha de clases y no en un cenáculo de discusiones intelectuales. A este respecto tenemos que ser menos indulgentes.

En cuanto a las relaciones entre el partido y la juventud. No sé cuáles son sus planes para el nuevo Comité Nacional, pero para dejar clara mi posición propongo que si tienen que elegir otro de diecinueve miembros no pongan más de siete militantes del partido, es decir menos de la mitad. Los militantes del partido son militantes del partido. Si trabajan en la juventud no podemos darles el derecho de votar allí en contra de las decisiones del Comité Nacional. Por supuesto el Comité Nacional del partido no debe cometer el error de adoptar demasiado rápido resoluciones obligatorias, especialmente si se refieren a la juventud, pero si se lo hace con la total aceptación del partido deben votar a favor del partido. Está absolutamente claro que tienen el deber de convencer a los otros doce y ganarlos para esta decisión. El partido no puede simplemente cambiar sus resoluciones.

También tengo algo que decir sobre la organización semimilitar. Es muy buena en los papeles pero no es fácil formarla. Está ligada al problema de la disciplina, la abnegación, etcétera. El principio es correcto, pero posiblemente ustedes tengan que proceder gradualmente, creando un verdadero grupo militar a partir de una militancia juvenil, sin que nadie esté obligado a adherirse inmediatamente ni a acatar su disciplina. Creo evidente que serán los primeros en aprender porque tienen espíritu de lucha. Se transformarán en los miembros modelo de la organización y a través de ellos se podrá educar a los demás.

El uniforme es también un problema de dinero. Ahora los estudiantes se resisten, pero si llegan a aceptarlo les va a resultar más fácil que a los obreros tener uno. No conozco las costumbres norteamericanas, pero un joven trabajador desocupado puede decir, «eso no es para mí». Si ve a los magníficos muchachos bien vestidos y cantando, etcétera, puede hacerse a un lado, como el chico pobre frente a un cadete. Es un problema muy importante. Si se pudiera dar el uniforme a todo muchacho que desee pertenecer a la milicia sería diferente, pero muy bien puede suceder que algunos obreros se digan, «si entro estaré en una situación de inferioridad». Hay que considerar el asunto desde todos los puntos de vista. También pueden servir una insignia, una corbata, una banda en el brazo, etcétera, y no son caras. Pero respecto al uniforme quisiera que me respondan al problema material, de dinero.

Rectifico lo que dije ayer sobre los métodos conspirativos. No es del todo correcto para la juventud. Se me observó ayer que se podía entender que me opongo a los métodos conspirativos en lo que hace a la correspondencia, el peligro de la GPU, etcétera. Acentué un aspecto, es decir nuestra actividad dentro del Partido Comunista, de la Juventud Comunista, con los fascistas. Es muy importante pero no excluyente. No podemos impulsar a nuestra pequeña juventud a encarar inmediatamente una lucha contra las fuerzas unificadas del estado, los fascistas, la GPU, etcétera. Nadie propone eso. Pero sí es muy necesario para la lucha futura conocer muy bien a nuestros enemigos. Y no sólo teóricamente —lo que según mi opinión también hace falta— sino en concreto. La resolución de ustedes menciona este punto sólo al pasar. Se le dedica demasiado espacio al uniforme. Tenemos que poner énfasis en que para combatir a fuerzas tan poderosas hay que conocerlas desde la perspectiva del socialismo científico. Tenemos que conocerlas prácticamente, dónde están ubicadas, dónde están los cuarteles generales de los stalinistas, de los nazis, etcétera. Al llegar a una ciudad lo primero que hay que plantear es: «muéstrenme su Estado Mayor, su mapa marcado con círculos y alfileres alrededor de su pueblo, su ciudad, su condado, su estado, la ubicación de sus amigos y de sus fuerzas». Es imprescindible para la educación militar. Hay que penetrar en todas las organizaciones enemigas y obtener cifras lo más exactas posible, analizar sus documentos para comprender las características de sus fuerzas, sus objetivos, etcétera. Ése es el trabajo del Estado Mayor del ejército. Lo tiene que realizar cada comité local de la organización juvenil.

Yo también cambiaría […] Unión no está mal, pero posiblemente Revolución sea mejor[137]. Pero es una cuestión secundaria. Todas nuestras secciones europeas, Bélgica, Francia, etcétera, usan Revolución.

Pregunta: ¿No cree que si usamos la palabra «revolución» en el nombre de la organización podría servir de excusa para deportar a los extranjeros?

Gould: No conozco el aspecto legal, pero toda organización con conexiones en el extranjero tiene que proporcionar al gobierno los nombres y el número de sus militantes, su cantidad, y está sujeta a sufrir una investigación exhaustiva.

Me alegra que se discuta la cuestión de la nueva organización juvenil partiendo de que no tenemos posiciones tomadas en base a experiencias del pasado, que ahora se trata de experimentar, de aprender de las experiencias relativamente modestas que ya hayamos hecho. Pero no estoy de acuerdo con el planteo de que en la organización juvenil haya mucha tendencia crítica a la dirección central. Camaradas, la crítica la hacen todos los compañeros de base de todas las zonas. Es una falla de la que todos somos responsables, pero es un hecho. Lo atestigua la experiencia que hemos hecho con esta resolución. Toda nuestra perspectiva es estimular la iniciativa de las zonas, y la resolución lo señala extensamente: iniciativa, más autonomía de las zonas. Pero sin iniciativa de la dirección central a las direcciones zonales les resultaba imposible efectuar los cambios que todos sentíamos que eran necesarios; fue sólo con las directivas de la dirección central que empezamos a funcionar. Si hubiéramos sido testigos del funcionamiento del centro durante el año pasado no dudaríamos en criticarlo severamente.

Y a menos que se critique, repetiremos la experiencia del pasado.

Sobre el nombre de la organización, lo repito, no creo poder llegar a un acuerdo respecto a ese punto. No tengo una opinión definitiva, pero le dediqué mayor atención. Pero no creo que el nombre «Legión de la Revolución Socialista» sea atractivo para la juventud norteamericana. No creo que a ellos les convenga lo que nosotros pretendemos que les puede convenir. Puede servir como programa, pero inmediatamente se teñirá de matices que la juventud norteamericana considera foráneos. Ésa es mi impresión, mi opinión. Pienso que tenemos que buscar un nombre que represente también un programa, que señale el carácter revolucionario de nuestro movimiento, su audacia, su resolución; pero debe ser un nombre aceptable para la juventud. Sin embargo, propondré este nombre en la convención y dejaremos que decidan los delegados. Que los delegados lo discutan y decidan, no como propuesta mía, por supuesto, porque yo no estoy de acuerdo, sino como uno más de los nombres sugeridos. Es mejor dejar que los delegados lo discutan y decidan. Estoy de acuerdo con el camarada Trotsky en que los stalinistas y los fascistas bailan mejor que nosotros y sus uniformes nos superan porque tienen mayores recursos; la resolución lo señala bien. Lo que ellos no pueden darle a la juventud, lo que sólo nosotros podemos darle, es el programa revolucionario y la lucha por ese programa para ganar a los jóvenes. Los demás aspectos son sólo expresiones exteriores del carácter combativo de la organización.

Ahora, sobre la cuestión de que en el Comité Nacional no haya más de siete camaradas miembros del partido. Como el mismo camarada Cruz lo dice, irónicamente tendría que ser así; pero impongamos ese método hoy, ese procedimiento mañana, y nos quedaremos sin dirección, porque todos los cuadros más avanzados son miembros del partido. Pregúntele a cualquier camarada de cualquier sección quiénes son los dirigentes de la juventud; le señalará a los miembros del partido. Se debe a que aunque la organización juvenil no es ideal, todos sus militantes de vanguardia están en el partido. Además hay un punto de la resolución que establece que todos los miembros de la organización juvenil de más de veintiún años pasarán al partido. Ideológicamente es correcto y eventualmente se puede concretar. Pero no creo que sea útil para la organización ponerlo en práctica ya. Hay que hacerlo gradualmente, y lo mismo vale para el Comité Nacional.

La cuestión del dinero para el uniforme es un punto muy importante. Precisamente, la resolución no habla de un uniforme completo con pantalones, botas, etcétera, sino de uno muy simple: camisa, corbata, gorra, accesible financieramente al promedio de los jóvenes y que ellos aceptan con mucho entusiasmo. La camisa azul cuesta entre cincuenta centavos y un dólar, la corbata roja diez centavos, el sombrero entre quince y veinte centavos. Pero hasta ahora, siempre que un camarada no puede comprarlo, lo hace colectivamente la organización. Es totalmente realista desde el punto de vista monetario.

Y por fin, el problema de la educación. Es cierto; la resolución lo encara correctamente. No sólo ésta sino todas las cuestiones. Ustedes tienen el programa de acción, que señala muy detalladamente la manera de llevar a cabo esta resolución y sugiere métodos concretos para aplicarla. Nuestra organización juvenil necesita enormemente ser educada. Y, como ya lo señalé, ésa es una de las secciones más importantes del programa de acción. Y la futura organización se propone adoptarla.

Trotsky: «No somos una organización juvenil, somos una organización partidaria». Entonces propongo que saquemos del Comité Nacional a los burócratas del partido y pongamos a elementos juveniles nuevos. «¡No! ¡No! ¡No! Eso es peligroso. La posibilidad de que la juventud se dirija sola es peligrosa». Eso es burocratismo. El burocratismo es la falta de confianza en la limitada comprensión de las masas. Les aseguro que el Comité Nacional es la mejor universidad de la organización. Es muy importante. Si los siete son buenos maestros y del partido, esos siete serán los mejores y los otros doce serán buenas personas. Serán accesibles a los argumentos válidos, y en la próxima convención ustedes eliminarán a la mitad; resultará evidente que no son aptos. Pero los otros seis progresarán mucho y reemplazarán a los miembros eliminados. Creo que respecto de la educación y el desarrollo de la organización en la próxima convención tendremos que dar un giro muy brusco. Yo propondría sólo cinco miembros del partido y catorce militantes de base de la organización juvenil, y les aseguro que sería excelente. Pero puedo hacer una concesión y repetir mi propuesta, siete y doce.

¿Cuál es actualmente la relación entre estos miembros del partido y la juventud? No hay en ella la menor elasticidad. El Comité Nacional decide qué va a hacer juventud es también un eslabón entre el Comité Nacional del partido y la base juvenil. Tenemos el segundo partido, una nueva edición del partido en una organización independiente de la juventud. Si son doce, la mayoría, seguramente reflejan mejor el espíritu juvenil que los principios del marxismo, pero si ustedes no son capaces de ganarlos para sus decisiones es porque éstas son malas, o demasiado prematuras para esta organización, y entonces hay que posponerlas. Es mejor postergar que dirigir por decisión burocrática. Es una propuesta muy, muy importante, más importante que todas las demás. Discutiendo con los camaradas, mencioné a veces que, cuando luchábamos contra el zarismo en la ilegalidad, cada vez que arrestaban a la dirección los presos pensaban que se había perdido todo. Pero cada vez que esto sucedía la organización avanzaba, porque los jóvenes eran buenos y capaces, pero estaban un poco oprimidos por la autoridad del comité ilegal, ya que nadie podía controlarlo. Estoy seguro de que nuestro problema principal es cómo renovamos la juventud a partir de la juventud.

Sí, la propuesta del nombre. Si ustedes tienen un nombre mejor, un nombre proletario, revolucionario, podrá provocar entusiasmo, pero no la revolución socialista. Creo que la revolución es atractiva para la juventud. «Legión de la Revolución Socialista» es un buen nombre. El camarada Gould promete proponerlo en la convención, pero no de la manera en que se propone un buen nombre. Sin embargo, yo quiero que usted lo proponga así, no como si fuera un mal nombre.

En cuanto al trabajo conspirativo, creo que hasta en los sindicatos, incluso en Minneapolis, se puede dar un vuelco que implique que los reformistas pasen a ser mayoría y expulsen a nuestros camaradas.

Debemos tener camaradas que no actúen abiertamente sino en la clandestinidad y puedan quedarse en caso de que haya expulsión. Es absolutamente necesario.

En cuanto a la educación, una etapa importante es acostumbrar a los compañeros a ser exactos en todo. Llegar puntualmente a las reuniones, dar cifras exactas, sin exageración, porque muy a menudo cuando faltan el entusiasmo y la actividad se los reemplaza con el fervor en la exageración de los números, las actividades, etcétera. Ello también forma parte de la educación marxista bolchevique.

Escritos , Tomo VI
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