Jouhaux y Toledano[182]
30 de enero de 1939
El inimitable León Jouhaux envió un telegrama al inimitable Lombardo Toledano. El cable plantea una pregunta amenazadora: ¿es cierto que el gobierno de México se prepara para otorgar concesiones petroleras a Japón y otros países fascistas? Ello implicaría un fortalecimiento del poderío militar de los fascistas y llevaría a catástrofes internacionales; significaría ciudades en llamas, un gran número de víctimas, etcétera. Toledano contestó en el tono de un escolar pescado en falta: «¡No, no, México jamás otorgará esas concesiones!». Hace poco el mismo Toledano dijo: «No, México nunca les dará a los fascistas su petróleo. Inglaterra no puede sobrevivir sin el petróleo mexicano», etcétera. ¡Estos señores creen que con declaraciones huecas se pueden resolver problemas económicos tan vitales! Si Lombardo tuviera un poco, no digamos de sentimientos revolucionarios pero por lo menos de dignidad nacional —necesaria a todos los ciudadanos de un país oprimido— le hubiera respondido a Jouhaux con la punta de su zapato.
Jouhaux es un agente directo del imperialismo francés y británico. Francia, siguiendo el camino de Gran Bretaña, está boicoteando el petróleo mexicano para apoyar a los propietarios imperialistas contra un país semicolonial. Francia e Inglaterra utilizan sus fuerzas aéreas para suprimir los movimientos de liberación de sus colonias. En estas circunstancias, ¿cómo se atreve Jouhaux a abrir la boca?
La lucha contra las atrocidades fascistas y contra las atrocidades imperialistas en general, especialmente contra el bombardeo de pacíficas ciudades, sólo la pueden llevar adelante los honestos obreros y campesinos que no participaron directa ni indirectamente en actos criminales similares. Pero Jouhaux, un perro más de la jauría imperialista, ¿cómo se atreve a declararse mentor y guardián moral de México? Porque sabe con quién está tratando. No considera a Toledano un representante de las masas trabajadoras de un país oprimido sino un agente del «Frente Popular» francés (¡por desgracia derrotado!), es decir un agente más del imperialismo «democrático». Y Jouhaux no se equivoca.