Respuesta a las mentiras del New York Daily News[169]

28 de diciembre de 1938

Pregunta: En un editorial publicado el 29 de octubre de 1938 el News afirmó que «Trotsky es amigo y consejero de Cárdenas», y que por lo tanto usted estaba detrás de la expropiación de los consorcios petroleros de México. Su abogado, el señor Albert Goldmann[170], exigió que el News se retractara de lo afirmado en ese editorial. ¿Puede usted dar su punto de vista personal sobre la verdad o falsedad de las afirmaciones del News?

Probablemente porque el gobierno de Cárdenas le dio asilo, la prensa cotidiana de Estados Unidos frecuentemente da a entender que usted inspiró gran parte de la política del presidente Cárdenas; también que él lo consulta a menudo, especialmente respecto a su política agraria y a la expropiación de la industria por el gobierno en beneficio de los trabajadores. ¿Es cierto eso?

Respuesta: Como la dirección de su periódico se comprometió telegráficamente a reproducir íntegramente mis respuestas, voy a contestar con gusto sus preguntas. En sus artículos sobre México, su gobierno y mi supuesta participación en la política mexicana los editores del Daily News se expresaron con una laudable franqueza, que parece casi brutal. Sin embargo, yo trataré de evitar la brutalidad sin ir en detrimento de la franqueza.

La afirmación del Daily News del 29 de octubre de 1938 de que Trotsky es «amigo y consejero de Cárdenas» es absolutamente falsa. Nunca tuve el honor de encontrarme con el general Cárdenas ni de hablar con él. Nunca mantuve con él relaciones por escrito, salvo las concernientes al derecho de asilo. Nunca estuve relacionado, ni lo estoy ahora, directa o indirectamente, con ningún otro miembro del gobierno.

Nunca participé ni participo ahora en ninguna actividad política relacionada con la vida interna del país, excepto la denuncia de las calumnias que difunden contra mí los agentes de Stalin en México. Finalmente, el programa de la Cuarta Internacional, al que adhiero, es muy distinto del programa del gobierno mexicano.

Por otra parte, no es difícil comprender que el gobierno mexicano, preocupado por el prestigio nacional de su país, nunca pediría consejo a un inmigrante extranjero. Me enteré por los diarios de las medidas agrarias y de otras disposiciones del gobierno mexicano, exactamente igual que la mayoría de los ciudadanos.

¿Sobre la base de qué datos llegó su periódico a esas conclusiones? Evidentemente, apoyándose en el solo hecho de que el gobierno del general Cárdenas me acordó el derecho de asilo. ¿No es monstruoso? En 1916 me expulsaron de Europa como consecuencia de mi lucha contra la guerra imperialista, y encontré asilo en Estados Unidos. ¡Sin ningún pasaporte, sin ninguna visa, sin ninguna absurda ni humillante formalidad! A sus autoridades de inmigración lo único que les interesaba era que yo no tuviera tracoma; mis ideas les eran absolutamente indiferentes.

Sin embargo, me atrevo a afirmar que hace veintidós años mis ideas eran tan malas como ahora. En ese entonces a nadie se le ocurrió sacar la conclusión de que el presidente Wilson me había concedido el derecho de asilo para utilizar «mis consejos». Tal vez usted objete que eso fue en el pasado remoto, cuando Estados Unidos todavía no se había librado de sus últimos vestigios de barbarie, que el actual florecimiento de la civilización recién comenzó después de la emancipadora gran «guerra por la democracia».

No se lo voy a discutir. Parece que la civilización democrática llegó a tal nivel que el solo hecho de que el gobierno mexicano me otorgue el derecho de asilo inmediatamente provoca la hipótesis de que evidentemente simpatiza con las concepciones de Trotsky. No obstante, permítame señalarle que la garantía del derecho de asilo a los propios partidarios no implica ser democrático; la conceden Hitler, Mussolini, Stalin, y en el pasado lo hicieron el zar ruso y el sultán turco.

Si consideramos seriamente el derecho de asilo, supone también la hospitalidad a los adversarios políticos. Me permito pensar que el gobierno del general Cárdenas no me brindó hospitalidad por simpatía a mis concepciones políticas sino por respeto a las suyas.

Pregunta: El señor Henry J. Allen, gobernador de Kansas, visitó México en el otoño de 1938. Concurrió a un seminario para turistas norteamericanos en su residencia de la ciudad de México. Escribió lo siguiente: «Durante las últimas semanas Cárdenas envió emisarios por todo México cantando loas a las ventajas de la confiscación […] Es fácil imaginar quién se lo enseñó: Trotsky […] Lombardo Toledano, que fue a Rusia a estudiar el sistema soviético y que es partidario de Trotsky […]», etcétera. El señor Allen repitió recientemente en Nueva York la esencia de estas acusaciones. Por favor, declare si son verdaderas o falsas.

Respuesta: Contesté las insinuaciones del señor Allen en el semanario mexicano Hoy; puede utilizar totalmente mi respuesta. En los artículos y discursos del señor Allen no se dice una sola palabra cierta sobre mi vida y mi actividad en México.

Usted mismo cita la afirmación del señor Allen de que Lombardo Toledano, secretario de la organización sindical, es «partidario» mío. En México esta declaración sólo puede provocar una carcajada homérica, tal vez no muy favorable a la reputación del ex gobernador de Kansas. Basta con decir que mi curioso «partidario» repite sistemáticamente, en todos sus discursos y artículos, que yo estoy preparando… el derrocamiento del gobierno de Cárdenas. ¿Qué fundamentos tiene para hacer tales afirmaciones? Los mismos que su periódico. ¿Cuál es su objetivo? Lograr que se me entregue a la GPU.

Le propuse al señor Toledano que se forme una comisión imparcial que verifique públicamente sus declaraciones. Por supuesto, Toledano evité responder. Estoy dispuesto a enviar la misma propuesta al ex gobernador Allen. Por supuesto, también él evitará responder. Toledano y Allen no son idénticos pero sí simétricos, por lo menos en el sentido de que se encuentran a igual distancia del meridiano de la exactitud.

Pregunta: Según una noticia aparecida en el periódico mexicano Excelsior, su abogado, el señor Albert Goldmann, dijo que el instigador de «esos editoriales publicados en el Daily News [mi periódico] es un corresponsal extranjero que vive aquí, relacionado con los comunistas de Estados Unidos y de México». Ya que el señor Goldmann hizo públicamente esa acusación al News, ¿me puede dar el nombre de ese «corresponsal extranjero»?

Respuesta: Sí, tengo noticias de que la persona que informó al Daily News sobre mi supuesta «participación» en la política gubernamental de México es un miembro del Partido Comunista de Estados Unidos. Usted sabe qué difícil resulta en esos casos presentar evidencia judicial aun cuando los hechos sean indiscutibles. Sin embargo, a la dirección de su redacción no le resultará difícil verificar la exactitud de esta información.

Hay dos grupos interesados en difundir las insinuaciones que repitió su periódico en una serie de artículos. Por un lado están los capitalistas, descontentos con el gobierno mexicano y afanosos por presentar sus medidas como propias del comunismo «extranjero»; por el otro está la GPU, que pretende que no se me siga concediendo el derecho de asilo en México. Es muy posible que ambos grupos combinen sus esfuerzos; tampoco son idénticos pero sí simétricos.

Pregunta: En Nueva York se ha dicho públicamente que un grupo de antistalinistas de esa ciudad financia su estadía en México. Por favor, establezca la verdad o falsedad de esa afirmación.

Respuesta: Mis entradas provienen de mi trabajo literario. ¡Y de ningún otro lado! Pero es absolutamente cierto que mis amigos de México y de otros países acuden abnegadamente a México para ayudarme en mi trabajo y protegerme contra posibles intentos de asesinato. Lo hacen por iniciativa propia, sacrificando voluntariamente su tiempo y sus recursos, o los recursos de sus amigos. Lo hicieron cuando estuve en Turquía, en Francia o en Noruega. Lo hicieron entonces y lo hacen ahora, no por mí personalmente sino por las ideas que represento. Es evidente que estas ideas tienen un poder de atracción muy grande.

Pregunta: ¿Constituye el «eje» Roma-Berlín-Tokio una amenaza para la paz mundial?

Respuesta: Por supuesto, el «eje» Berlín-Roma-Tokio es una amenaza para la paz. Pero es sólo una cara del peligro de guerra. Y para hacer la guerra hacen falta por lo menos dos. Las guerras contemporáneas se originan en la irreconciliabilidad de los intereses imperialistas.

Varios trenes cargados de ambición y odio cruzan en direcciones opuestas los rieles de nuestro planeta, a punto de chocarse. No tiene importancia cuál de los maquinistas será más o menos «culpable». El culpable es el régimen imperialista, que concentra en manos de unos pocos monopolios las riquezas de las naciones y de la humanidad. Es necesario terminar con este régimen de monopolio; es necesario expropiar a los expropiadores.

Posdata: Luego de haber leído el número de su periódico del 10 de diciembre, debo agregar lo siguiente a lo que ya dije.

Cuando el Daily News afirma que yo fui el inspirador de las medidas de expropiación que tomó el gobierno mexicano, no me calumnia con eso. Simplemente, es falso. Pero su periódico publica ahora una segunda noticia que, además de una mentira, es al mismo tiempo una calumnia. El Daily News afirma que se envía el petróleo mexicano al gobierno alemán siguiendo mi consejo, y que mi objetivo fundamental es perjudicar a Stalin.

El Daily News reproduce, apropiándosela, la versión que corrió como un reguero por todos los juicios de Moscú. La Comisión Internacional de Investigación dirigida por el doctor John Dewey declaró falsas las acusaciones de Moscú. Los editoriales de su periódico no pueden transformar en verdadera una falsificación ya descubierta.

Es un problema del gobierno mexicano decidir a quién le vende su petróleo. No tengo nada que decir sobre eso. Lo único que puedo agregar es que las «democracias» tienen un medio muy simple de conseguir el petróleo mexicano; lo único que necesitan hacer es pagarlo. En la medida en que Gran Bretaña, por ejemplo, boicotea el petróleo mexicano, obliga al gobierno de ese país a vendérselo a Alemania, Italia o Japón. Aparentemente al gobierno de Chamberlain le son más caros los intereses de los magnates petroleros que los de la defensa nacional, para no hablar de los intereses de la «democracia».

Pero esto no es todo. Los amos del destino de las grandes democracias le regalan Checoslovaquia a Hitler para su cumpleaños y luego se manifiestan disconformes con el gobierno mexicano que le vende el petróleo a quien se lo quiera comprar. En este caso lo único que cabe decir es que la hipocresía supera todos los limites admisibles y se vuelve estúpida y ridícula.

Pero ahora me preocupa otro aspecto de la cuestión. La afirmación de que con el petróleo mexicano yo pretendo lograr que Hitler triunfe sobre Stalin no sólo es una mentira sino también una calumnia. La URSS y Stalin no son lo mismo. Yo soy enemigo de Stalin pero no de la URSS. La tarea de derrocar a la reaccionaria dictadura parásita de la oligarquía stalinista les corresponde a los obreros y los campesinos rusos. No pueden transferírsela a Hitler. Éste no es más que el pérfido agente del imperialismo alemán. El triunfo de Hitler significaría una terrible esclavitud económica, política y nacional para todo el pueblo de la URSS, y sobre todo la restauración de los derechos del capital privado.

¿O tal vez ustedes creen que yo defiendo la expropiación de los recursos petroleros solamente para México? No; considero un deber elemental de todo socialista, comenzando por mí mismo, defender, contra Hitler y contra todos los demás imperialistas, la nacionalización de los medios de producción realizada por la Revolución de Octubre.

Escritos , Tomo VI
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