Una historia gráfica del bolchevismo[319]

7 de junio de 1939

Publicamos aquí en forma estadística la historia del Comité Central del Partido Bolchevique. Estas tablas, cuidadosamente compiladas con datos tomados de la prensa soviética, hablan por sí mismas. Pero un breve comentario introductorio no está de más.

Desde el Sexto Congreso (julio de 1917) en un período de veinticinco años se realizaron trece congresos del partido. Entre el Sexto y el Séptimo Congreso transcurrieron ocho meses. Los siguientes seis congresos se celebraron con intervalos de un año; además, en épocas de Lenin, ese intervalo fijado por los estatutos partidarios se observó muy rígidamente. A partir de allí, se violó la periodicidad. El Duodécimo Congreso se reunió en abril de 1923 y el Decimotercero en mayo de 1924, tras un mes de demora. El siguiente congreso, el Decimocuarto, se celebró recién en diciembre de 1925, un año y medio después. El Decimoquinto Congreso partidario, en el que se expulsó a la Oposición de Izquierda, se realizó en diciembre de 1927, es decir, dos años después del anterior. La violación de los estatutos partidarios ya se había hecho regla. El Decimosexto Congreso se convocó para junio de 1930, luego de un lapso de dos años y medio. Pero incluso este intervalo sería demasiado breve. El Decimoséptimo Congreso fue celebrado después de tres años y ocho meses. Finalmente, el último congreso —el Decimoctavo— se celebró en marzo pasado, más de cinco años después del anterior.

Esta prolongación de los intervalos entre congreso y congreso no fue, por supuesto, accidental. En los años de la revolución y la guerra civil, al partido le fue posible atenerse a sus estatutos; el Comité Central seguía siendo un organismo sujeto al control del partido. Con el ascenso de la burocracia en el estado obrero, simultáneamente el Comité Central comenzó a elevarse sobre el partido. El control del partido, aun aterrorizado como estaba, se convirtió en una traba fastidiosa para el Comité Central. A partir de entonces, los intervalos entre los congresos estuvieron determinados cada vez más por las exigencias administrativas del núcleo dominante del Comité Central, es decir, la camarilla de Stalin. Así, el Decimocuarto Congreso sufrió una prórroga de medio año, relacionada con la lucha interna que se daba en el «triunvirato» (Stalin, Zinoviev y Kamenev)[320]. Antes de presentarse al congreso, Stalin debía cerciorarse de su mayoría en provincias. Ya no se trataba de solucionar cuestiones en debate ni de ejercer el control sobre el CC, sino de poner, sobre los hechos consumados, el sello de aprobación. El Decimoquinto Congreso fue convocado con el único propósito de hacer el balance del estrangulamiento de la Oposición de Izquierda; el momento de su convocatoria estuvo determinado por la misma tarea. Una faena similar cumplió el Decimosexto Congreso, esta vez en relación a la Oposición de Derecha[321]. El Decimoséptimo Congreso se convocó recién después que pasó el momento más agudo de la crisis de la colectivización, y cuando el CC ya estaba en condiciones de informar sobre ciertos hechos «alentadores». Por último, el Decimoctavo Congreso fue convocado luego de que las purgas de Iagoda, Iezov y Beria consiguieron extirpar la oposición, aterrorizar al partido y reconstituir el aparato gobernante en el estado y el ejército. La interrelación partido-aparato fue fundamental.

La elección del CC no fue librada al azar; ha sido la resultante de años de trabajo, pruebas y selecciones. Era lógico que se formara un núcleo estable en el personal del CC, reelegido de un año al otro. El CC se renovaba, por un lado, debido a la muerte de los miembros de más edad, y, por el otro, gracias a la aparición de fuerzas más jóvenes. Por lo general, tal como aparece en el Cuadro 1, hasta el Decimoséptimo Congreso, los CC entrantes se constituyeron con un sesenta a un ochenta y seis por ciento de los miembros del CC saliente.

Esto debe ser considerado con precauciones: los simples porcentajes no dan por sí mismos una correcta descripción del proceso real por el cual se renovaba el CC. En realidad, durante los siete primeros congresos —del Sexto al Decimosegundo— fue reelegido el mismo núcleo; los cambios en la composición del CC se debían a la inclusión de nuevos elementos, que por aquel entonces estaban sujetos a una prueba y selección. El Decimotercer Congreso marcó el punto de ruptura. En el período inicial del termidor, los cambios políticos en el plantel bolchevique se realizaron mediante una expansión artificial del CC; es decir, diluyendo a los viejos revolucionarios entre los nuevos funcionarios agradecidos por su rápida carrera y aferrados firmemente a los faldones del secretario general. Hasta 1923, el número de miembros del CC varió entre quince y veintisiete. Desde esa fecha, se incrementó, primero a cuarenta y por último a setenta y uno. Inicialmente, a la camarilla de Stalin le fue más fácil introducir novicios dóciles o semidóciles en el CC que eliminar de inmediato al núcleo básico del partido de Lenin. Hacia fines de 1927 se estabilizó el número de miembros, pero comenzó entonces la exclusión de los viejos núcleos leninistas. Sin embargo, aun como parias, los viejos bolcheviques representaban un riesgo político. Un peligro mucho mayor era el crecimiento de la Cuarta Internacional. A su modo, Stalin «combinó» ambos peligros de manera de hacerles frente a través de Iagoda y Iezov. A la exclusión de los viejos bolcheviques y también de los revolucionarios de la nueva generación, le siguió su exterminio físico.

Forzosamente, estos complejos procesos no figuran en el Cuadro 1. Éste sólo registra en cifras las proporciones en que se renovó cada nuevo Comité Central. Como ya hemos observado, hasta un determinado período, de cada CC pasaba a su sucesor del sesenta al ochenta y seis por ciento de sus miembros. En los últimos once años vemos que esta continuidad se interrumpe violentamente. ¡El Decimoctavo Congreso, celebrado en marzo de este año, sólo tomó del CC saliente el 22,5 por ciento de sus miembros! El CC que en los últimos cinco años aplasto a la Oposición de Izquierda primero, luego a la Oposición Conjunta y por último a la Oposición de Derecha, y que había asegurado el completo «monolitismo» del partido de Stalin, demostró, pues, que había estado formado en más de sus tres cuartas partes por traidores, felones, o simplemente «enemigos del pueblo».

El Cuadro II muestra la cantidad de miembros del plantel de cada uno de los anteriores doce comités centrales que siguen formando parte del actual CC; también registra la suerte que corrieron los miembros excluidos. Como ejemplo, tomemos el Comité Central electo en agosto de 1917, que condujo la Revolución de Octubre. Este histórico plantel constaba de veintiún miembros. De ellos, sólo uno permanece actualmente en la conducción partidaria, Stalin. Siete murieron por enfermedad o cayeron en manos del enemigo (no nos detendremos a discutir las causas). Fusilados o condenados al pelotón de fusilamiento, siete. Tres desaparecieron durante las purgas, otros tres fueron liquidados política y quizás también físicamente. Trece de ellos, casi el sesenta y dos por ciento de los miembros del CC de Octubre, resultaron ser «enemigos del pueblo». Aquí Stalin nos da una confirmación estadística sui generis de la venerable teoría de Miliukov y Kerenski de que la Revolución de Octubre era obra de los agentes del Estado Mayor alemán.

El Décimo Congreso, celebrado en marzo de 1921, que lanzó la «Nueva Política Económica», eligió un Comité Central de veinticuatro miembros. En la actualidad, participan en la conducción sólo cinco de ellos, o sea, alrededor del veinte por ciento. Quince miembros, es decir el 62,5 por ciento, fueron exterminados física y políticamente. El Decimoquinto Congreso, que expulsó a los «trotskistas» en diciembre de 1927, estableció un Comité Central de setenta y un miembros. De ellos, diez (el catorce por ciento) están actualmente en la conducción partidaria; cincuenta hombres fueron liquidados, más del setenta por ciento. Del Comité Central establecido por el Decimosexto Congreso (1930), el setenta y seis por ciento fue exterminado física y políticamente. Por último, de los setenta y un miembros del CC elegidos en el Decimoséptimo Congreso (1934), sólo dieciséis permanecen actualmente en la dirección, cuarenta y ocho fueron liquidados, el 67,6 por ciento. No podemos decir aún cuándo o en qué forma será extirpado el actual CC, pero su horóscopo es muy oscuro.

En la esfera de los candidatos a miembros del CC, las purgas han sido aún más devastadoras. En el último congreso resultaron reelectos menos del doce por ciento de los candidatos del CC anterior; el 86,7 por ciento de ellos han sido liquidados física y políticamente. En casi todos los congresos observamos cómo se cumple la misma ley: la proporción de candidatos reelectos es menor, mientras que el porcentaje de liquidados es mucho mayor que el correspondiente a los miembros plenos. Este hecho es de excepcional importancia: la suerte de los candidatos reclutados entre los nuevos cuadros partidarios indica la dirección en que se desenvuelve la nueva burocracia. Contrariando las constantes afirmaciones de que la juventud es incondicionalmente «leal» a Stalin, resulta que la de «traidores» «delincuentes» y, en general, elementos indignos de confianza entre los cuadros jóvenes es incluso mayor que entre el personal de la Vieja Guardia. ¡Éste es el testimonio irrefutable de las cifras! Sin embargo, la diferencia radica en que los «criminales» de la Vieja Guardia fueron culpables, en la mayoría de los casos, de devoción a la tradición revolucionaria, mientras que los «criminales» de la joven burocracia están aparentemente empujando, con más decisión que el propio Stalin, hacia la sociedad de clases. ¡Pero tanto unos como otros son peligrosos!

Los cambios en la composición del CC fueron acompañados por otros aún más drásticos en su función. El viejo CC bolchevique era el líder indiscutido del partido y tenía una actitud sumamente escrupulosa hacia las cuestiones teóricas y las opiniones de los trabajadores. El actual CC no tiene ninguna importancia por sí mismo. Es digitado como auxiliar del núcleo gobernante, y modificado por éste en el intervalo entre congresos. Los cambios de sus integrantes se efectúan a través del aparato estatal, o para decirlo con más propiedad por medio de determinados departamentos «secretos» de ese aparato, en especial de la GPU. Entre el plantel de setenta y un miembros del actual CC se encuentran Beria, jefe de la GPU, y Vishinski, ex fiscal general, actualmente personero de Molotov. El pasado partidario de Beria es, en el mejor de los casos, oscuro. El pasado partidario de Vishinski es completamente claro: adhirió al menchevismo en los períodos «heroicos» de su carrera, en la época en que era imposible no pertenecer a un partido «izquierdista»; pero por sobre todo fue abogado del trust petrolero. Apareció en la escena soviética cuando fue aplastada la Oposición trotskista. Este individuo no se convirtió en un lacayo bonapartista; nació así. Stalin no se apoya sobre el CC, sino sobre Beria, Vishinski y sus ayudantes, ante cuya presencia tiemblan los miembros ordinarios del Comité Central.

Los miembros del último CC incluyen entre los diplomáticos a Livtinov y Potemkin. Litvinov es un viejo bolchevique, miembro del partido desde el día de su fundación. Potemkin es un ex profesor burgués que se unió a los bolcheviques después de la victoria y que disfrutó, como un cortesano inoportuno, del merecido desprecio de todos aquellos que lo conocieron. En la actualidad, Potemkin no sólo ha reemplazado a Litvinov como jefe del cuerpo diplomático, sino que juega un papel mucho más importante que éste en relación a la línea partidaria. Entre los viejos militares que están en el CC podemos citar a Budeni[322], que carece de lazos esenciales con el partido. Entre los candidatos está el ex general Shaposhnikov[323]. La fisonomía política de este último se caracteriza por el hecho de que durante la guerra soviético-polaca el entonces jefe del Departamento de Guerra suspendió la publicación del periódico Voennoe Delo [Asuntos Militares], en el que Shaposhnikov había publicado un burdo artículo excepcionalmente chovinista, al estilo de los buenos tiempos del zarismo («los polacos tramposos», etcétera). Incluso como militar, Shaposhnikov carece de envergadura. Fue un dócil funcionario del Estado Mayor zarista y nada más; su estatura política no requiere otros comentarios. Sobreviviente de la purga que destruyó a la flor y nata del Comando General, Shaposhnikov es hoy en día, junto con Potemkin, una figura simbólica del CC stalinista.

El Comité Central como comité es un mito de múltiples cabezas. No es necesario decir que los problemas más importantes, a saber las purgas del propio CC, no pueden siquiera discutirse en él, ya que el 32,4 por ciento de sus miembros no puede hacer aprobar una resolución que destruya al restante 67,6 por ciento. Tales cuestiones son decididas por el super Comité Central de Stalin-Iagoda-Iezov-Vishinski. La suerte del partido depende tan poco del CC como la suerte de este último depende del partido.

El Buró Político, a su vez, tampoco depende del CC. Lo demuestra palmariamente el hecho de que, en la era stalinista, el BP sufrió pocos cambios, mientras que el CC «electo» ha estado periódicamente sujeto a exterminio. Este inmutable Buró Político es la parte más o menos estable del decorado. En realidad, carece de poder. En contraste con el Comité Central, el BP está formado principalmente por viejos bolcheviques. De ellos, sólo Stalin fue miembro del Buró Político en la época de Lenin; Kalinin fue candidato por un tiempo[324]. La mayoría de los restantes miembros, gente como Molotov, Andreiev, Voroshilov, Kaganovich, Mikoian[325], no son de ninguna manera jovencitos cuyos talentos han florecido últimamente. Hace quince o veinte años eran ya muy bien conocidos; pero es precisamente por esa razón que a nadie se le ocurría que fueran capaces de dirigir el partido. Si hoy se los mantiene en el Buró Político es fundamentalmente porque bajo el disfraz de «viejos bolcheviques» dan cobertura a pillos del tipo de Vishihski-Beria-Potemkin. En todas las cuestiones importantes, Stalin pone a su «Buró Político» ante el hecho consumado.

Resumiendo, en base a los cuadros que figuran aquí, podemos extraer dos conclusiones extremadamente importantes:

1.Lo que actualmente se consigna con el nombre de «monolitismo» partidario ha adquirido un contenido social y político diametralmente opuesto al bolchevismo. Un genuino partido bolchevique se enorgullece de su unanimidad, pero sólo en el sentido de que agrupa a la vanguardia de los trabajadores en base a un irreconciliable programa revolucionario. El partido se distingue de las otras tendencias en la línea de la lucha obrera revolucionaria. El partido stalinista tiene el siguiente rasgo característico: un curso sistemático de alejamiento de la política proletaria hacia la política de defensa de capas privilegiadas (en el primer período, el kulak [campesino rico], el nepman [persona enriquecida durante la NEP] y el burócrata; en la segunda etapa, el burócrata y la aristocracia obrera y koljosiana [koljós: granja colectiva]). A este giro social se halla íntimamente ligado el replanteo de todo el programa, tanto en política interior como exterior (la teoría del socialismo en un solo país, la lucha contra la igualdad, la defensa de la democracia imperialista, el frente popular, etcétera). El aparato gobernante adapta sistemáticamente el partido y sus instituciones a este cambiante programa; es decir, al servicio de nuevas capas sociales, cada vez más privilegiadas. Para efectuar esta adaptación, el principal método es la purga dictatorial. El monolitismo del partido no significa hoy en día su unidad sobre la base del programa proletario, sino su docilidad al aparato que traiciona ese programa. Las renovaciones de los integrantes del CC han reflejado, y continuarán haciéndolo, el viraje social del partido: de los oprimidos hacia los opresores.

2. La segunda conclusión está indisolublemente relacionada con la primera. El irrecusable lenguaje de las cifras refuta sin piedad la afirmación tan en boga entre los intelectuales democráticos en el sentido de que stalinismo y bolchevismo son «la misma cosa».

El stalinismo no se originó como un brote orgánico del bolchevismo, sino como su negación, impuesta a sangre y fuego. El proceso de esta negación se refleja gráficamente en la historia del Comité Central. El stalinismo tenía que exterminar, primero política y luego físicamente, a los cuadros más importantes del bolchevismo a fin de convertirse en lo que es en la actualidad: un aparato de los privilegiados, un freno al progreso histórico, una agencia del imperialismo mundial. El stalinismo y el bolchevismo son enemigos mortales.

La suerte de la dirección bolchevique que hizo la Revolución de Octubre se ve resumida en este cuadro, confeccionado a principios de 1939, cuya reproducción facsímil publicamos aquí:

Su texto dice:

El Estado Mayor de Lenin en 1917. Sólo queda Stalin, el verdugo - Rikov, fusilado - Bujarin, fusilado - Sverdlov, muerto - Stalin, sobreviviente - Zinoviev, fusilado - Kamenev, fusilado - Trotsky, exiliado - Lenin, muerto - Kollontai, ¿perdida? - Uritski, muerto - Krestinski, fusilado - Smilga, fusilado - Nogin, muerto - Dzerzhinski, muerto - Bubnov, desaparecido - Sokolnikov, encarcelado - Lomov: ? - Chomian, muerto - Berzin, ? - Muralov, desaparecido - Artem, muerto - Stassova, desaparecida - Miliutin, perdido - Joffe, suicidado - [Éste era] el Comité Central del Partido Bolchevique en 1917.

Escritos , Tomo VI
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