Las apariencias eran la principal preocupación de Restif; para él, la prostitución no era un problema tan serio como las calles atestadas de gente y, por tanto, no distinguía mucho entre una "mujer pública" y un animal doméstico. Desde el punto de vista de los trabajos que se ocuparon del mismo tema posteriormente, las recomendaciones de El pornógrafo resultaban no sólo impracticables por completo sino, además, ofensivas y ligeras de tono.
Tan insignificante como parecía y, no obstante, durante sesenta años El pornógrafo fue la única obra de importancia en su género. Hay que esperar hasta 1836 para que el primer sucesor de Restif que valga la pena mencionar, el irreprochable Alexandre-Jean-Baptiste Parent-Duchâtelet (1790-1836), se coloque, muy a pesar suyo, a la cabeza de todas las discusiones sobre la prostitución, al tiempo que lamenta el daño que su precursor le ha traído con esa inveterada "frivolidad que caracteriza sus obras numerosas"[34]. Nadie podría acusar a Parent del mismo error: sus dos abultados volúmenes Sobre la prostitución en la ciudad de París, con relación a la higiene pública, la moral y la administración, son el fruto de ocho años de investigación y están escritos de modo tan rigurosamente serio que, en efecto, es como si con ellos se hubiese vuelto a inventar el tema de nuevo. Las credenciales de Parent, lo mismo que su estilo, son impecablemente áridas: fue doctor y miembro del Departamento Municipal de Sanidad de París, y adquirió su reputación gracias a diversas monografías sobre drenajes y alcantarillas. La sola apariencia de Sobre prostitución, con su fiera organización científica y su plétora de cuadros y tablas, hubiera bastado para desvanecer cualquier duda sobre las intenciones del autor. Y sin embargo, al introducir el tema, Parent se sintió obligado a confrontar a aquellos mojigatos que podían encontrarlo (a él y a su trabajo) escandaloso. En un curioso rapto de elocuencia, hizo esta provocativa analogía:
Si he sido capaz, sin escandalizar a nadie, de entrar en las cloacas, tomar substancias pútridas, gastar mi tiempo en vertederos de basura y vivir, por decirlo así, en lugares que la mayoría de los hombres clausurarían por envilecidos y repugnantes, ¿por qué debería avergonzarme de abrir una cloaca de otro tipo (más inmunda, sin duda, que el resto), en la fundada esperanza de hacer el bien al examinarla en todos sus aspectos?