Por regla general, hasta el último cuarto del siglo XIX, las novelas inglesas y americanas ejercieron esta forma de autocensura. En Francia, sin embargo, las cosas ocurrieron de una manera diferente. Tanto en su país como en el extranjero, la novela francesa fue la primera que se rehusó a ser gobernada por esta preocupación que inspiraba el bienestar de la Persona Joven. De manera creciente a medida que avanzaba el siglo, los novelistas de todas partes se propusieron otras metas -desarrollar las exigencias de su arte o los encantos de temas inexplorados hasta entonces- que los llevaron no sólo a las "tierras fronterizas" de Trollope, sino también a las "regiones del vicio absoluto". Con el colapso de las barreras externas, la rebeldía novelística generó una crisis: si todo el mundo estaba leyendo novelas, y si los novelistas ya no se preocupaban por el daño que hacían, el único recurso que quedaba era llevar los libros a juicio.