LA ERA PRE-PORNOGRÁFICA
El siglo XIX inventó la "pornografía", pero no inventó la obscenidad. Todas las culturas conocidas por nosotros, incluso las más antiguas, diferencian entre distintos tipos de actos u objetos según entiendan la oposición entre lo limpio y lo sucio, lo propio y lo impropio, lo público y lo privado. Por lo menos hasta ahora, nunca ha existido una sociedad en la que un espectador tenga acceso a cualquier tipo de representación y en cualquier momento. El que nosotros nos estemos aproximando a esta situación (o que ya la estemos viviendo) es el resultado de complejas transformaciones sociales: la disminución del analfabetismo, el aumento de la urbanización y la inclinación, cada vez más intensa, a controlar todas las cosas, especialmente las prohibidas, convirtiéndolas en objeto de discurso. Es irónico que en este movimiento hacia la representación promiscua, la "pornografía" aparezca, no como un obstáculo, sino como un paso importante hacia el progreso, una especie de zona ambigua entre la excluyente oscuridad y la luz indiscriminada. De ninguna manera es un logro inequívoco el que todo el mundo tenga acceso a todas las cosas o representaciones, pero resulta indiscutible que la cultura de Occidente ha tomado esta dirección en los dos últimos siglos. Ahora bien, si queremos entender la era post-pornográfica en que vivimos, debemos estudiar primero la era pre-pornográfica, el tiempo (gran parte de la historia humana) en que los criterios para definir quién podía ver qué, eran muy diferentes de aquellos que nos legaron nuestros bisabuelos.
Fue la redescubierta obscenidad de la antigua Roma la primera que recibió el nombre de "pornografía"; sin embargo, también la cultura clásica griega nos dejó su herencia de objetos controvertidos, entre ellos un gran número de vasijas pintadas de forma bastante explícita y, en literatura, las procacidades de la Comedia Vieja. Para los mismos griegos -al menos para los atenienses de los siglo V y IV a.C.-"los reinos de lo sexual y lo excrementicio" estaban sujetos, en palabras de un erudito moderno, a restricciones determinadas por "una idea básica de modestia y de vergüenza que, no obstante, resultaban siempre ajenas a la idea de suciedad".
En efecto, uno podría decir que los atenienses […] consideraron la sexualidad en casi todas sus manifestaciones como un hecho esencialmente saludable y placentero de la vida. No hay indicación de ningún tipo de culpa, inhibición o represión en lo que se refiere a este aspecto de la existencia humana y que son tan características de las sociedades posteriores, pero aun en el caso de que también los atenienses de esta época fueran inhibidos hijos de la naturaleza, sus inhibiciones respecto de la sexualidad humana estuvieron ciertamente menos perturbadas por complicados sentimientos de culpa y de vergüenza que las nuestras