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Acton no padecía del mismo nerviosismo de Parent acerca de su propia reputación. Aunque se oponía al sistema francés de conceder licencias o salvoconductos a las prostitutas, fue un enérgico defensor del Decreto de Enfermedades Contagiosas (1864) que autorizaba a los jueces de paz a ordenar el examen médico de toda mujer sospechosa de prostitución. El primer Decreto tuvo jurisdicción sobre once pueblos con sus respectivas guarniciones; el segundo, de 1866, reforzó al primero, y el tercero, de 1869, extendió su jurisdicción hasta cubrir seis municipalidades más. En la edición de 1870 de La prostitución y hasta su muerte, acaecida cinco años más tarde, Acton promovió con vigor la extensión del Decreto para que cubriera a toda la población, tanto en las áreas civiles como en las militares, pero la resistencia popular (y la aparente ineficacia del gobierno) acabaron por derrotarlo: los Decretos fueron revocados en 1886[41].
En la época de Acton, la frivolidad de Restif habría sido inconcebible, pero también la actitud defensiva de Parent estaba pasada de moda. Ocasionalmente, sin embargo, y de acuerdo con las exigencias del tema, Acton adoptaba un tono semejante al de Parent:
Lo que debemos hacer es cerrar las vías de acceso a este pantano mortal y, además, secarlo, rellenarlo y, al mismo tiempo, desinfectar de malaria sus aguas evitando que se desborden sobre un terreno más puro; así se disminuirá el poder de su maldad, se detendrá su crecimiento, se limitará su extensión. Para hacer todo esto, debemos tomar sus medidas, sondear sus profundidades, experimentarlo con precisión y entender su naturaleza. Debemos examinarlo con nuestros propios ojos y llamar la atención a otros sobre su existencia; debemos renunciar a los eufemismos y llamarlo por su propio nombre. ¿Qué otra cosa puede ser esto salvo una forma de reconocimiento?