CAPÍTULO 38

 

 

Entonces…, en aquella ciudad,

o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo,

el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos,

en versos aprendidos sin historia,

y no era posible amar

entre unas calles donde todo era sucio.

(Javier Egea)

 

 

 

 

 

 

 

 

Las manos de Kamelia fueron desabrochando uno a uno la infinita hilera de botones del apretado corpiño y Kristen dejó caer al suelo el pesado vestido. Las capas de tela se plegaron alrededor de sus piernas desnudas como un abanico. Seguidamente, Kamelia desanudó las tiras del corsé y los pechos de Kristen quedaron libres. La luz ambarina le confería a su piel un tono acaramelado y jugoso.

En esos momentos la puerta se abrió sin previo aviso y Liam entró en la habitación. Kristen abrió los ojos de par en par con una expresión entre sorprendida y turbada en las líneas del rostro. Las mejillas se le tiñeron con un golpe de rubor. A la persona que menos esperaba ver en su dormitorio era a Liam. En un impulso se cubrió los pechos con los brazos para que no la viera desnuda.

—Kamelia, ¿me puedes dejar a solas con mi esposa? —dijo Liam a la criada en un tono pausado.

—Sí, señor.

—Kamelia, alcánzame el camisón, por favor —indicó Kristen.

—Sí....

Pero cuando Kamelia se dio la vuelta para hacer lo que Kristen le había pedido, Liam dijo tajante:

—Déjanos solos, Kamelia. Yo se lo alcanzo.

—Sí, señor —musitó Kamelia, que no sabía muy bien a quién de los dos obedecer.

—Kamelia… —la solicitó Kristen.

Pero la criada ya salía por la puerta sin atender su reclamo. Kristen volvió el rostro. El corazón se le aceleró cuando advirtió que Liam la miraba desde las sombras de la semipenumbra y que sus ojos verdes atravesaban la oscuridad como una daga, escrutándola detenidamente de arriba abajo. Las sienes comenzaron a palpitarle con fuerza. Viendo que Liam no tenía intención alguna de alcanzarle el camisón, echado sobre el respaldo de la poltrona de tela adamascada que había a su lado, tiró de la colcha de la cama y se la puso alrededor del cuerpo, por debajo de los hombros, sujetando los extremos a la altura del pecho con las manos.

—¿Aún sigues enfadada? —le preguntó Liam, adentrándose unos pasos en el interior de la habitación. En su voz dejaba entrever un matiz sarcástico.

—No estoy enfadada —dijo Kristen, tratando de mantenerse templada, aunque los nervios amenazaban con traicionarla—. Simplemente no encuentro una razón lógica a tu rotunda negativa. 

Liam alzó sus penetrantes e inteligentes ojos verdes y los fijó en los de Kristen.

—No tienes que buscarle una razón lógica, ni ilógica tampoco —refutó tajantemente—. No quiero que des clases a los hijos de los empleados y punto.

—Liam, ni siquiera te has parado a pensarlo —arguyó Kristen, después de un corto silencio, sosteniéndole la mirada—. No le has dado una oportunidad a la idea.

—No tengo que pensar nada —dijo él con nervios de acero—. No quiero y no hay más que hablar.

Kristen respiró hondo para calmarse. No quería discutir con Liam y menos en aquellas circunstancias tan poco decorosas para ella.

—No puedes prohibírmelo —dijo, ajustándose de nuevo la colcha al cuerpo.

—¿No? —preguntó Liam con cierta burla—. Eres mi esposa.

Avanzó un par de metros más.

—Pero eso no te da derecho… —Kristen se interrumpió súbitamente—. ¿Para eso te has casado conmigo? —preguntó de pronto—. ¿Para anularme como mujer? ¿Para hacer conmigo lo que se te antoje?

—Puede… —apuntó Liam, sarcástico.

Kristen lo miró apocada.

—No pensé que eras de esos… —apuntó.

—Yo soy de muchas maneras —alegó Liam—. De hecho, con cada persona puedo ser de una forma diferente.

Kristen soltó una risilla entre nerviosa y resignada.

—Ya he podido comprobar que tienes más de una cara —afirmó con voz abatida. Frunció los labios—. Y también me he dado cuenta de que no te conozco.

—No te preocupes por eso, cariño —dijo Liam con voz extremadamente fría—. A partir de ahora me vas a conocer. Te lo aseguro.

Kristen tragó saliva y le dirigió una mirada aprensiva. ¿Por qué sus palabras tenían un tono tan amenazador? ¿Por qué Liam le hablaba como si ella tuviera la culpa de algo? Y si era así, ¿de qué?

—No sé qué te pasa… —dijo Kristen, poniendo voz a sus pensamientos casi de forma involuntaria. Liam mantuvo silencio sin apartar un segundo la mirada de ella. Kristen bajó la cabeza con una expresión de confusión en el rostro —. Ni siquiera… —No sabía cómo decirlo; buscó las palabras correctas para que no sonara pecaminoso—… pasaste conmigo la noche de bodas —dijo finalmente en tono bajo, en cierto modo abochornada—. No me has tocado desde que nos casamos.

—¿Quieres que te haga el amor? —preguntó Liam sin ningún tipo de afecto en la voz. Kristen levantó la mirada y las mejillas volvieron a sonrojarse violentamente. Liam sonaba con tanto desafecto que le produjo un escalofrío—. ¿Es eso? ¿Quieres que te haga el amor? —repitió enarcando las cejas y avanzando hacia Kristen.

Kristen se mantuvo inmóvil en el sitio, como si se hubiera quedado petrificada, conteniendo el aire en los pulmones. Liam siguió aproximándose a ella con pasos sigilosos, envuelto en un silencio solo roto por el ruido que hacían sus botas contra el suelo; mostrando una mirada rapaz y una sonrisa lobuna en el borde de los labios. Kristen retrocedió sin poder articular palabra. Liam parecía un lobo acechando a su presa, acechándola a ella.

—Me atraes —dijo Liam con voz voluptuosa, manteniendo en el rostro una expresión seria e impasible. Kristen comenzó a retroceder, hasta que la detuvo la fría pared—, me… excitas, y eso es algo que no puedo evitar y que siento desde el primer día que te vi.

Cuanto Liam terminó de decir aquello, estaba a escasos centímetros de Kristen, que respiraba ya entrecortadamente.

—Liam… —musitó.

En menos de lo que dura un parpadeo, Liam levantó la mano, asió una de las esquinas de la colcha y tiró de ella con fuerza. Kristen se quedó completamente desnuda delante de él en mitad de la habitación.

—Liam… —volvió a decir en un hilo de voz—. Por favor… Me da vergüenza —dijo.

En un intento infructuoso por ocultar su desnudez ante él, se dio la vuelta, sofocada. Su sonrojo produjo una enorme satisfacción a Liam, que sonrió socarronamente. Kristen iba a ruborizarse muchas más veces todavía antes de que todo aquello terminara.

—No deberías ser tan bella, Kristen —dijo Liam a su espalda con cierto aire de reproche—. No deberías ponérmelo tan difícil…

Kristen no entendía nada. ¿De qué diablos hablaba Liam? ¿Por qué le decía que no debería ponérselo tan difícil? ¿Por qué actuaba con aquella extraña doblez que se escapaba a su comprensión?

—¿Por qué me haces esto? —le preguntó con los ojos anegados de lágrimas, mirando su rostro en busca de respuestas—. ¿Por qué quieres humillarme?

Liam curvó lentamente los labios en una sonrisa al comprobar cómo la mirada azul de Kristen se llenaba de miedo.

—¿Humillarte? —repitió, pasándose despreocupadamente la mano por el pelo. Se lo veía arrogante y divertido. Estaba claro que disfrutaba con todo aquello como un niño pequeño—. Soy tu esposo, cariño. Y como cualquier esposo, deseo ver a mi mujer desnuda —afirmó pausadamente. Su voz era profunda y sonora.

Se acercó aún más a ella, le aferró la cintura con sus enormes manos y le dio la vuelta. Kristen pudo comprobar que en sus ojos había una chispa de lujuria. Con un movimiento ágil, Liam le cogió las muñecas, se las inmovilizó contra la pared por encima de la cabeza y comenzó a besarle el cuello de forma violenta, sin ningún tipo de cuidado ni consideración; apretando con fuerza su cuerpo contra el de Kristen.

Kristen se revolvió en el sitió con una mueca de disgusto en el rostro.

—Más despacio, Liam, por favor —le pidió en tono suplicante al notar su rudeza—. Por favor…

—¿No es esto lo que quieres? —masculló Liam sin dejar de besarla.

—No. Así no… Por favor… Por favor, Liam, más despacio. Más desp…

Liam se detuvo en seco, apartó unos centímetros el rostro y miró a Kristen, aunque seguía estando lo suficientemente cerca como para que el aliento rozara sus labios.

Sus pupilas estaban extraordinariamente dilatadas y dibujaban un delgado aro azul celeste en el iris. Los ojos supuraban algo parecido a miedo y a un pudor que había sonrojado toda su piel. El pecho subía y bajaba a consecuencia de la respiración acelerada. Temblaba como una hoja a la intemperie mientras pugnaba con todas sus fuerzas por no llorar.

¡Dios santo! Se la veía tan frágil, tan indefensa, tan perdida, desnuda y acorralada allí por él.

Acercó de nuevo la boca a la suya y la besó suavemente en los labios, como si fuera una valiosa efigie de cristal que en cualquier momento pudiera romperse. Kristen no se movió ni dijo nada. De repente Liam se detuvo bruscamente y se separó unos pasos de ella.

—No… —iba a decir algo más pero se calló, como si le hubieran asestado un golpe en la cabeza.

Negó lentamente con la mandíbula apretada ante la mirada desconcertada de Kristen, que seguía paralizada y reteniendo la respiración en los pulmones de nuevo. Seguidamente Liam se giró, enfiló la puerta y salió de la habitación sin pronunciar ni una sola palabra más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vendetta
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