CAPÍTULO 50

 

 

Escoge un amante

que te mire como si quizás fueras magia.

(Frida Kahlo)

 

 

 

 

 

 

 

Kristen suspiró, dolida. De repente se sentía muy sola en medio de la enorme habitación. Los contantes rechazos de Liam le herían en lo más profundo del alma. Lo peor es que no sabía por qué la trataba de ese modo, por lo que no podía ponerle remedio, si es que lo tenía.

«Asesino», había gritado sobresaltado Liam. ¿A quién se referiría?, se preguntó Kristen para sus adentros.

Llenó los pulmones de aire y exhaló de nuevo. Liam había dormido con ella. No habían hecho nada porque ambos estaban vestidos cuando se despertaron, pero había dormido con ella. Aquello hizo que sonriera para sí. Sin embargo, la pesadilla que había tenido parecía haberle traído a la mente algún recuerdo que había cambiado su humor.

«Asesino». La palabra resonó de nuevo en la cabeza de Kristen. Liam la había pronunciado con tanta vehemencia que sintió una suerte de escalofrío recorriéndole la espalda.

Alzó los ojos y se encontró con su camisa y su chaqueta sobre el respaldo de la poltrona. Se levantó de la cama y se encaminó hacia la butaca de patas curvadas. La tela del vestido susurró contra el suelo.

Cogió las prendas y se las llevó a la nariz. Inspiró hondo. Olían a la fragancia que Liam utilizaba habitualmente. Olían a él. Los fragmentos de algunas imágenes de la fiesta de los Stratford comenzaron a relampaguear en su mente. Las espectaculares lámparas de araña, la gente bailando, las copas de champán, el estúpido de Harry Bently tratando de seducirla y la mirada reprobatoria de Liam desde el extremo del salón... Hubiera jurado que estaba celoso del conde, tanto como ella de la rubia de piel descolorida que coqueteaba incansablemente con él.

Recordó el tropezón que dio en la escalera y como Liam la cogió en brazos casi en volandas para no acabar de bruces en los peldaños. Su voz tierna cuando le dijo que no la dejaría caer y que no se iría cuando ella le pidió que se quedara… Se ruborizó al evocar el calor de su cuerpo masculino cuando, flotando en algún lugar intermedio entre el sueño y la vigilia, se había acurrucado contra él.

¿Por qué siempre tenía la impresión de que Liam combatía en silencio consigo mismo? ¿En una suerte de querer y no poder? ¿Por qué de aquella extraña dualidad? Estaba segura que todo tenía que ver con lo que ocultaba.

—Ojalá Anabella pueda averiguar algo —murmuró con voz anhelante.

Dejó la ropa de Liam de nuevo sobre el respaldo de la poltrona y comenzó a desabrocharse el vestido. Aún no había amanecido; la noche seguía presente en el cielo, y le dolía la cabeza terriblemente.

—No volveré a beber champán nunca más —se dijo.

 

 

 

Kristen vio a Liam bajar las escaleras.

—Liam, espera —lo solicitó.

Liam se detuvo en mitad de los peldaños y se giró. Kristen aceleró el paso y fue hasta él.

—Déjame ir a Londres contigo, por favor —le pidió cuando lo alcanzó.

—Creo que el otro día te dejé claro que no vendrías —respondió mientras se retocaba el cuello de la camisa.

—Pero, ¿por qué?

—Porque tu lugar está aquí, en la casa, y no paseando por la ciudad —arguyó Liam, aunque tanto él como Kristen sabían que ese era un argumento carente de peso.

—No voy a ir a pasear —repuso aún todo Kristen—. Quiero ir a ver a Bertha, a Anabella, a Tomm…

Liam dejó de estirarse los puños y clavó sus profundos ojos verdes en Kristen.

—¿A Tommy? —terminó de decir con voz áspera—. ¿A él también quieres verlo?

—Tommy es mi amigo —afirmó Kristen—. Lo somos desde que eramos niños, al igual que Anabella.

Liam rio con indisimulada mordacidad.

—Pregúntale a él si solo te ve como a una amiga… —dijo sin más.

—¿De qué estás hablando? —Kristen estaba desconcertada.

—De que Tommy está enamorado de ti —soltó Liam, evitando preámbulos innecesarios.

—¿Qué…? —barbotó Kristen sin dar crédito a sus palabras.

—Por eso no soy santo de su devoción —añadió.

—¿Quién te ha dicho eso?

—No hace falta que me lo diga nadie —aclaró Liam con obviedad en la entonación—. Solo había que ver cómo me miraba el día de la boda.

Kristen respiró hondo y se obligó a calmarse. No quería mostrarse enfadada delante de Liam. Algo le hacía sospechar que esa era su intención.

—Aunque Tommy estuviera enamorado de mí, ¿a ti qué más te da? —dijo, fingiendo un tono despreocupado—. Desde que nos casamos me ignoras, me rechazas, me humillas... —Sonrió con amargura—. No se puede decir que seas precisamente un esposo ejemplar.

—Sea o no un esposo ejemplar, soy tu esposo de todas formas, y eso significa que eres mía —apuntó, enfatizando pausadamente el «eres mía» y acercándose a Kristen como un felino—. Me perteneces —aseguró con voz posesiva a escasos centímetros de su rostro.

Kristen tragó saliva.

—Yo no le pertenezco a nadie —se apresuró a decir, indignada por la altanería de Liam. Sin embargo, su cercanía la puso nerviosa. Apartó la mirada. No quería mostrarse débil ante él.

Liam se separó de Kristen y esbozó una ligera sonrisa en los labios al tiempo que descendía por la escalera.

—Por favor, Liam, déjame ir… —insistió Kristen, sin perder la esperanza.

—Volveré a la hora de la cena —fue la respuesta de Liam.

Los ojos de Kristen se velaron por las lágrimas mientras contemplaba la regia silueta de Liam perderse tras la puerta. Se quedó unos segundos así, inmóvil en mitad de escalera. Liam tenía tanta facilidad para herirla, que a veces le daba miedo.

Dejó escapar el aire que había estado reteniendo en los pulmones, vencida. Se giró y volvió a la habitación, obligándose a contener el llanto.

¿Sería verdad lo que Liam había dicho sobre Tommy? ¿Qué estaba enamorado de ella?, reflexionó en silencio.

Se acercó al balcón y abrió la ventana de par en par. Necesitaba que le diera un poco de aire fresco o acabaría gritando. La suave brisa se coló en la estancia. Las cortinas se movieron como mecidas por la mano invisible de un ángel y le refrescó suavemente el rostro.

Si era verdad, entendería por qué Tommy había cambiado su actitud hacia ella cuando supo que iba a casarse con Liam.

Sonrió con amargura al recordar que él había sido el primero en sospechar de Liam. Algo que no sabía explicar había despertado su suspicacia, y ella no le había hecho caso. Pero, ¿cómo podría? Estaba perdidamente enamorada de Liam Lagerfeld y, pese a todo, lo seguía estando hasta la médula. Lo quería como nunca había querido a un hombre. Pero a esas alturas no podía negar que Tommy tenía razón.

¡Dios Santo! Estaba tan confundida. ¿Cómo podía Tommy haberse enamorado de ella? Si eran amigos… Se le encogió el corazón al imaginarse lo que estaría sintiendo. Lo que sintió cuando anunció su boda. Por nada del mundo quería hacer daño a Tommy; no se lo merecía.

Y luego estaba Liam.

Kristen clavó sus ojos azules en la sirena de la fuente del patio y se mordisqueó el labio inferior, nerviosa, mientras observaba caer el agua de sus manos de piedra formando un hermoso velo cristalino. Quizá lo mejor fuera separarse. Pero dudaba que Liam la dejara irse. Parecía tener la intención de destruirla antes de mostrarse satisfecho. Sin embargo, ella no podía seguir así, o su esposo acabaría volviéndola loca.

 

 

Vendetta
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