CAPÍTULO 51

 

 

… Pero que nos importa la opinión de la gente fría,

siempre que nuestras almas, más ardientes y más nobles que las suyas, sepan disfrutar de lo que ellos no perciben.

(Marqués de Sade)

 

 

 

 

 

 

 

Bryan alargó el brazo por encima de su escritorio en el despacho profesional que tenía en High Holborn, en el centro de Londres, y le brindó a Liam una carpeta con las solapas de cuero negras, acompañada de una sonrisa indescriptible en los labios.

—Estás de enhorabuena —dijo.

—¿Por qué? —preguntó Liam.

—El embargo se ha hecho efectivo. La mansión de los Lancashire es tuya —afirmó Bryan.

Liam arqueó las cejas y los ojos brillaron con una expresión de triunfo, delatando su euforia.

—¿Al final has podido comprarla? —preguntó.

—¿Lo dudabas? —dijo Bryan, fingiendo suficiencia—. Te dije que solo era cuestión de tiempo.

Liam abrió la carpeta y estudió los documentos que contenía. Cuando comprobó que las escrituras de la casa que un día había sido de Gilliam Lancashire estaban a su nombre, un enorme regocijo comenzó a recorrer sus venas silenciosamente. Poco a poco, todo lo que había planeado durante quince largos años estaba, por fin, tomando forma. Se había casado con Kristen Lancashire, dispuesto a hacer un infierno de su vida y ahora la ancestral mansión que había pertenecido a la familia desde tiempos inmemorables era suya.

—Como ves, la cantidad por la que la he adquirido es bastante elevada —señaló Bryan— y es que, aunque se trata de un embargo, no deja de ser una de las mansiones más caras de Londres.

—El dinero no importa —alegó Liam, que estaba totalmente satisfecho—. Ya te dije que tenías carta blanca para actuar cuando saliera a concurso. Hubiera pagado incluso el doble de lo que refleja aquí con tal de ser el nuevo dueño de la mansión de los Lancashire.

—¿Qué vas a hacer ahora? —curioseó Bryan utilizando un tono más serio.

—De momento, dejar todo tal y como está.

—¿No vas a hacer valer tus derechos como propietario?

Liam negó con un movimiento de cabeza.

—No. Esto —dijo, levantando en alto la carpeta de cuero —. Es el as que me voy a guardar bajo de la manga. No es bueno desvelar todos los recursos que se tienen desde el principio. Hay situaciones en las que es interesante guardarse algo para el final. Siempre me ha gustado el factor sorpresa, ya lo sabes; esos giros inesperados que de pronto  hacen que todo cambie. Los golpes de efecto que te hacen… ganar.

Liam dejó la carpeta sobre la mesa y se inclino hacia adelante.

—Pero, cuéntame… ¿Cómo van los preparativos de tu boda? —se interesó.

—Afortunadamente es Anabella, su madre y sus hermanas las que se están ocupando prácticamente de todo lo referente a la ceremonia y demás —respondió Bryan—. A mí ya me están confeccionando el traje y la semana que viene vamos a ver la casa en la que viviremos.

—¿Dónde la has comprado?

—En Bayswater Road, frente a Kensington Gardens.

—Buena zona —apuntó Liam—, y con unas excelentes vistas.

—Es una vieja residencia que perteneció a la familia Sinclair —explicó Bryan—. La he mandado remodelar para que sea digna de una Cromwell, sino mi suegro me arrancará la piel a tiras.

Liam rio.

—Estoy seguro de ello —apostilló—. Tu futuro suegro es un hombre de armas tomar.

—Sí, sobre todo en lo que a sus hijas se refiere. Sería capaz de matar por ellas —dijo Bryan—. Por cierto, ahora que me he acordado, quería comentarte algo…

—Dime…

—Estos últimos días Anabella está tratando de sonsacarme información sobre ti. Lo hace muy discretamente. Incluso diría que es normal en ella, si no fuera porque se ha acentuado desde que volvimos de visitaros a Kristen y a ti en Birmingham.

Liam no pareció sorprenderse.

—¿Y qué quiere saber? —preguntó.

—Cómo fue tu infancia, cómo te sentiste con el fallecimiento de tu padre y después con el de tu madre, cómo reaccionaste a sus muertes, o qué piensas de los Lancashire y la eterna rivalidad que siempre os ha enfrentado a ellos a lo largo de la historia.

—¿Le has contado algo? —quiso saber Liam.

Bryan negó contundentemente con la cabeza.

—Para nada —contestó.

—Es normal qué pregunte —dijo Liam—. Me imagino que Kristen la ha puesto al tanto de lo que hay dentro de nuestro matrimonio, de mi trato hacia ella y supongo que habrá comenzado a sospechar que tiene que haber algo detrás de todo. No me preocupa —puntualizó—, pero sí que es conveniente que Anabella y Kristen se vean lo menos posible, como te dije el otro día.

—Eso no es ningún problema —aseguró Bryan—. Yo me encargaré de ello. Aunque tengo que hacerlo con tacto. Conociendo a Anabella, iría sola a Birmingham a ver a Kristen. No tengas ninguna duda. Es como su padre.

—No quiero que Kristen mantenga contacto con nadie de los suyos. Ni con Anabella, ni con Bertha, ni siquiera con Ludwig, el cochero —enumeró—. Y mucho menos con ese tal Tommy —añadió con tono receloso en la voz, al mismo tiempo que apretaba las mandíbulas.

—Definitivamente ese muchacho no te cae muy bien —comentó Bryan, socarrón.

—No quiero a Kristen —afirmó Liam con frialdad—. No siento ningún afectó por ella, pero no voy a permitir que esté con otro. Así se llame Tommy o Harry Bently.

—¿El Conde de Bently anda detrás de tu esposa? —preguntó Bryan—. ¿Por qué no me sorprende?

—El otro día estuvo tratando de seducirla en la fiesta que celebraron los Stratford con motivo de la graduación de su hijo —explicó Liam, que de pronto se había puesto de mal humor.

Bryan estalló en sonoras carcajadas.

—Ese libertino no pierde oportunidad de beneficiarse todo lo que lleva faldas —comentó—. Aunque fuera una escoba trataría de cepillársela.

—Pues no será a mi mujer a la que se cepille —dijo Liam, tajante—. Antes le parto las piernas.

Bryan silbó mientras elevaba las cejas en un gesto de lo más elocuente.

—Porque acabas de afirmar que Caperucita no te interesa, Lobo Feroz, sino juraría que estás celoso —dijo.

Liam le dirigió una mirada que podría haberlo fulminado en el acto.

—No estoy celoso —refutó de inmediato—. Pero aunque mi matrimonio sea una farsa de puertas para adentro, no quiero quedar como un cornudo ante todo el país.

—Entonces no la dejes sola, Liam —le aconsejó Bryan—. Tu esposa es preciosa y no le van a faltar buitres alrededor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vendetta
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