CAPÍTULO 77
Con un mismo principio,
con mil finales todos junto a ti.
Tú junto a mí una vida para recorrer,
mil momentos para compartir,
y un solo amor que vivir.
Tommy atravesó el porche a zancadas y descendió los escalones tratando de cortar la hemorragia de la nariz.
—¿Necesitas ayuda?
Levantó la vista y se encontró con los ojos claros y la nariz pecosa de Kamelia, que lo miraba con asombro en los ojos. Antes de recibir alguna respuesta, la criada se acercó a él.
—Levanta la cabeza —le indicó—, o acabarás desangrándote.
Cogió un trapo que llevaba en el bolsillo del delantal y le tapó la nariz con él.
—Gracias —le agradeció Tommy.
—Ven —le dijo Kamelia.
Lo asió del brazo, lo ayudó a bajar los escalones para que no se cayera y lo condujo a la cocina por la puerta de servicio. Cuando entraron, lo sentó en una de las sillas de madera.
—Mantén la cabeza inclinada —indicó Kamelia. Tommy hacia de buena gana todo lo que le decía. Estaba extrañamente encantado—. No parece que esté rota —apuntó la criada—. Pero tienes un buen golpe.
—Me alegra saber que el señor Lagerfeld no ha podido partírmela —afirmó Tommy con un matiz de orgullo en la voz.
Kamelia fue a por trapos limpios. Humedeció uno de ellos en un cubo de agua helada que había en el suelo y le limpió la sangre.
—Me imagino que el motivo de vuestra pelea ha sido la señora —curioseó.
—Ese malnacido se merecía que le ajustara las cuentas por todo lo que le ha hecho a Kristen —respondió Tommy sin titubear.
—Algún día me gustaría que un hombre me defendiera de la manera que tú la has defendido a ella.
Kamelia había puesto involuntariamente voz a sus pensamientos. Tommy irguió la cabeza y la miró fijamente durante unos instantes.
—Yo te defendería de quien fuera necesario —aseveró, sin desviar la vista de sus ojos azules.
—¿Aunque sea una simple criada? —preguntó Kamelia.
—¿Qué tiene que ver eso? —dijo a su vez Tommy—. Yo soy un simple mozo de establo.
Kamelia sonrió. La mirada de aquel muchacho era tan franca...
—Un mozo de establo con la nariz casi rota —bromeó, rompiendo el pequeño silencio que se había instalado entre ellos.
—Un mozo de cuadra con la nariz casi rota, sí —se rio de sí mismo Tommy—. Por cierto, me llamo Tommy —se presentó.
—Yo Kamelia.
—Encantado.
—Igualmente.
—Tú eres la muchacha que bajaba la escalera de la hacienda el día que Bertha y yo vinimos a visitar a Kristen —recordó Tommy, sonriente.
—Y tú el muchacho que no dejaba de mirarme —dijo Kamelia.
Ambos se echaron a reír sin saber muy bien por qué. Después de estar un rato mirándose, Kamelia dijo:
—Voy a por algo para bajarte la hinchazón.
—Gracias —contestó Tommy, ciertamente ensimismado.
Liam y Bryan se internaron en el despacho.
—¿Cómo estás? —preguntó Bryan a su amigo—. Aparte de tener el labio roto.
—Mal —respondió Liam.
—¿Es por Kristen?
Liam asintió con expresión apesadumbrada mientras cogía un pañuelo del cajón y se limpiaba la sangre reseca.
—Me parece increíble que haya habido un tiempo en que me haya amado y que yo no lo haya sabido cuidar —afirmó—. Que no me hayan importado los sentimientos que tenía hacia mí y que me haya burlado de su amor del modo en que lo he hecho.
—No sé qué decirte —señaló Bryan.
—No hay nada que decir —dijo Liam—. He hecho las cosas mal desde el principio y ahora estoy pagando el precio por ello. Entiendo a Tommy. Él siente hacia mí el mismo desprecio que yo siento hacia Scott, por lo que le ha hecho a Kristen.
—En el pecado llevas la penitencia —comentó Bryan.
—Sí —afirmó Liam—. La venganza me ha envenenado tanto el alma que me ha convertido en un ser ruin y miserable, hasta llevarme por delante el amor que Kristen sentía por mí.
—No te castigues así, Liam —le aconsejó Bryan en tono sosegado—. De nada sirve lamentarme. Es mejor mirar al frente y continuar con la vida.
—Ese es el problema —dijo Liam, mirando a su amigo fijamente a los ojos—. Que yo no me imagino mi vida sin Kristen. La amo. La amo con toda el alma y haberla perdido me duele en lo más profundo del corazón.