CAPÍTULO 46

 

 

Quiero llenar mi boca

Con tu nombre.

(Pablo Neruda)

 

 

 

 

 

 

 

—Tengo que averiguar qué está pasando —afirmó Kristen en el salón de la planta baja. Había una pequeña nota de desesperación en su voz—. Si no logró saber qué le ocurre a Liam y por qué de ese odio voy a volverme loca.

Anabella se frotó la frente, tratando de pensar.

—Hablaré con Bryan… —dijo—. Quizá él sepa algo. Es el mejor amigo de Liam. 

—¿Harías eso por mí? —preguntó Kristen.

—Por supuesto —respondió Anabella.

—Hazlo con discreción, por favor —le pidió Kristen—. No quiero que sepa que estoy hurgando en su pasado. Se enfadaría. Sea lo que sea, no quiere contármelo, sino ya lo hubiera hecho. —Kristen hizo una pausa y miró atentamente a Anabella. Después volvió a tomar la palabra—. Scott me comentó que mi padre odiaba a Bernard Lagerfeld, el padre de Liam, pero no supo decirme el motivo de ese odio.

—¿Y no tienes idea de por qué puede ser? —preguntó Anabella.

—Al principio pensé que sería fruto de la animadversión que siempre ha existido entre las dos familias —dijo Kristen—, pero Scott lo negó. Al parecer, había algo más que no era tan público.

—Seguro que Liam está al tanto de ello —anotó Anabella.

—Yo también lo creo —afirmó Kristen.

—¿Y no hay nadie más a quién se pueda preguntar?

—Se lo comenté a Bertha, pero no sabía nada, excepto lo que todos conocemos y es vox populi, que los Lagerfeld y los Lancashire han sido rivales desde siglos atrás, que ambas familias luchaban por tener una mejor posición que la otra dentro de la sociedad londinense y el largo etcétera que ha alimentado la leyenda.

—¿Nada más?

—Nada más —dijo Kristen, mordiéndose el labio—. Bertha hizo memoria, tratando de recordar algo. Quizá, lo que generara ese odio sucedió antes de que ella llegara a la casa.  Mi madre la contrató para que cuidara de mí. Ante no estaba en Londres.

—Entiendo… —dijo Anabella—. Intentaré sonsacarle a Bryan. Él tiene que saber algo… —volvió a decir.

—Gracias —le agradeció Kristen. Agarró la mano de Anabella y la apretó.

En esos momentos Kamelia entró en el salón, carraspeó, interrumpiendo la conversación.

—¿Se les ofrece algo más? —preguntó en tono neutro y casi desafectado.

—No, Kamelia —dijo Kristen. Kamelia se acercó a la mesa y recogió la tetera y las tazas vacías—. Puedes retirarte. Gracias.

—Es una apreciación mía…, o esa muchacha no me gusta nada —dijo Anabella con suspicacia cuando Kamelia se marchó con la bandeja.

—No te gusta a ti, ni a mí tampoco —aseveró Kristen—. Sobre todo cuando coquetea descaradamente con Liam.

Anabella arqueó las cejas.

—¿Es una lagarta? —preguntó, aunque sabía la respuesta.

—Eso parece, porque no desaprovecha ninguna ocasión para metérsele por los ojos —alegó Kristen—. Un día le va a sacar uno con una teta mientras le sirve la comida.

Anabella se echó a reír ante la ocurrencia de su amiga.

—¿Por qué será que no me sorprende? —dijo entre risas.

—Juraría que ha sido ella la que me ha delatado ante Liam —aseveró Kristen en tono serio.

—¿Lo sabía?

—No —negó—. Me he cuidado mucho de que nadie lo supiera. Mucho menos Kamelia… No me fío de ella.

—Haces bien en no fiarte —dijo rotunda Anabella—. Se nota a la legua que le reconcome la envidia. Seguro que lo que más le gusta de tu esposo es su dinero y la posición en que la colocaría si la convirtiera en su mujer, o incluso en su amante. No es la primera criada que trata de mejorar su estatus por medio de su señor.

Kristen suspiró quedamente. Parece que lo único que tenía era frentes abiertos.

 

 

 

—Es hora de irnos —anunció Bryan cuando entró en el salón seguido de Liam.

—¿Por qué no os quedáis a cenar? —sugirió Kristen, que deseaba pasar más tiempo junto a Anabella.

Bryan torció el gesto.

—Nos encantaría, Kristen, gracias —dijo—. Pero mañana tengo una reunión muy importante con unos clientes y esta noche quiero dejar preparada la documentación que voy a presentar. Ya sabemos cómo es esto: primero la obligación y después la devoción.

En el rostro de Kristen podía adivinarse un viso de desilusión. Necesitaba tanto no sentirse tan sola como se sentía…

—Trabajas demasiado —bromeó Liam, dándole una palmadita en el hombro.

—Le dijo la sartén al cazo… —saltó Bryan.

—Eso es cierto —intervino Anabella—. Kristen y tú ni siquiera habéis tenido luna de miel.

Liam miró de reojo a Kristen y después dirigió los ojos a Anabella.

—Hay tiempo para todo —dijo con una amplia sonrisa en los labios—. Ya nos tomaremos unos días de descanso. Pero estoy de acuerdo con Bryan. Primero es la obligación y después la devoción.

—¡Por eso nos llevamos tan bien! —exclamó Bryan—. Porque pensamos igual.

Anabella miró a Kristen y alargó los brazos.

—Hasta pronto, amiga —dijo, fundiéndose con ella en un afectuoso abrazo.

—Hasta pronto —se despidió Kristen con la voz tocada por la emoción, estrechando más a Anabella contra su torso.

—Si logro averiguar algo, te lo haré saber de inmediato —le susurró confidencialmente Anabella al oído.

—Gracias —dijo Kristen en voz baja. Tenía un nudo en la garganta.

—¿Nos vemos el martes en Londres? —dijo Bryan a Liam a modo de despedida cuando ya estaban en el porche de la casa.

—Sí —respondió Liam.

—Entonces hasta el martes.

—Hasta el martes.

Bryan bajó los peldaños de la escalera y se subió al coche de caballos. Anabella ya estaba dentro de él.

Kristen volvió el rostro hacia Liam cuando finalmente el carruaje desapareció por el serpenteante sendero que se dibujaba a través del jardín.

—¿El martes vas a ir a Londres? —preguntó.

—Sí —afirmó Liam—. Tengo que ir a arreglar unos papeles al banco.

A Kristen se le iluminaron los ojos.

—¿Puedo ir contigo? —dijo.

Liam la miró con rostro inexpresivo.

—No —negó con una rotundidad solemne.

—Pero, ¿por qué? —preguntó Kristen con el ceño fruncido.

—Porque no —repitió Liam, sin cambiar la expresión de la cara. Se dio la vuelta y entró en la casa, impidiendo que Kristen pudiera dar réplica a su negativa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vendetta
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