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FUENTE: Anónimo (4625ee). Propaganda recogida del limpiaparabrisas de un automóvil. Akrotiri, Baharna.

★★★

Fecha: 10 días para la partida de la Simak.

08:10 horas.

Lugar: Ventanilla de Información, Ministerio de Sanidad, Akrotiri.

—Tampoco hay que ponerse así por diez minutos de retraso, caramba —la funcionaria lucía cara de pocos amigos—. No pretenderá que, nada más llegar, con el desayuno aún aquí —se señaló el gaznate— nos pongamos a trabajar como robots. ¿Y si luego se nos corta la digestión? Veamos, ¿qué desea? Ah, bien… Para cualquier petición, tiene usted que ir a Conserjería y comprar una instancia, rellenarla por cuadruplicado, adjuntar la documentación que se indica y entregarla en Registro, en la segunda planta. Por favor, no olvide las pólizas, que podrá encontrar en el quiosco de la entrada. De nada, señor.

★★★

08:15 horas.

Lugar: Conserjería.

—Los impresos, señor. Vaya, no tengo cambio. Si espera un momento, me acerco a la panadería de la esquina a que me cambien el billete en monedas de… ¿Qué me lo quede? Muchas gracias, señor; me tomaré una cerveza a su salud. ¿Qué? ¿La documentación a adjuntar? Viene ahí, en el reverso del impreso. ¿Qué no se entiende? A ver… Pues lleva usted razón, está un poco borroso, pero es que a la fotocopiadora le falta tóner. Además alguien le metió una transparencia de acetato que se derritió y estropeó los rodillos y salen unas bandas negras que… —el conserje miró el papel como si éste fuera a confesarle algo, pero se dio por vencido—. Será mejor que pregunte en Información, señor. ¿Qué ya estuvo allí? Pues no sé… Yo sólo me encargo de vender impresos; de los detalles se ocupan en Información. De nada, señor.

★★★

08:17 horas.

Lugar: Ventanilla de Información.

—Yo no tengo la culpa de que la fotocopiadora funcione mal. Pregunte en Conserjería; allí le dirán la documentación que hace falta. ¡El siguiente…! ¿Qué? ¡Oiga, me parece que se está usted pasando! ¡Sí, desde luego que esto es Información! Llevo siete años trabajando aquí, por si no lo sabía. Pero tampoco pretenderá que lo dominemos todo ¿no? ¿Eh? Pero… ¿Quién se ha creído usted que es para cuestionar si me gano merecidamente el sueldo? De las cosas más horribles que he oído… Ah, sí, es cierto que la Corporación financió la actualización de nuestro sistema informático… Bueno, señor, la verdad es que la documentación que necesita… ¿Por qué no pregunta en Registro? Ellos son los que reciben estos papeles, así que seguro que lo saben. De nada, señor; estamos para servir al ciudadano.

★★★

10:04 horas.

Lugar: Ventanilla de Registro.

—Tranquilícese, señor. Yo no tengo la culpa de que haya una cola tan larga esta mañana. Sí, estoy de acuerdo en que si abrieran las otras ventanillas se agilizarían las gestiones, pero andamos escasos de personal. No, señor, esa gente de las mesas del fondo no está cruzada de brazos; su labor es muy necesaria para… ¿Cómo dice? ¿Las pajaritas de papel? De alguna manera hay que canalizar la agresividad generada por el estrés, ¿no? Todo sea por un mejor servicio al ciudadano. Bien, señor, ¿qué desea? —el funcionario examinó los papeles, y su cara fue adquiriendo progresivamente una expresión de perplejidad; al cabo de unos minutos se los devolvió a Daniel Hintikka—. Creo que en Información le indicarán lo que necesita para su petición, señor —dijo, con su mejor sonrisa, que pronto se le congeló en la cara—. Yo… Cálmese, por favor… Sí, bueno, creo que… Perdone, pero es que soy nuevo aquí y… Un momento. ¡Eh, Gilgalad! ¿Puedes venir un momento?

Uno de los funcionarios dejó a un lado sus labores de papiroflexia, se levantó de la silla con gesto de infinito cansancio y se arrimó a la ventanilla. Examinó los papeles con gesto impasible.

—Inusual. Lo más lógico es ir a Información y… —dejó inacabada la frase al ver las miradas que le dirigían—. A ver si con las gafas… —examinó el reverso de la instancia—. Nada, no hay manera. ¿Cuándo cambiarán la dichosa fotocopiadora? ¡Oye, Maika! —le gritó a una joven que paseaba entre las mesas—. Tú que estás en la flor de la vida y aún tienes buenos ojos, mira a ver si puedes aclararnos qué pone aquí.

★★★

10:40 horas.

Lugar: Despacho del Jefe de Registro.

—Lamento que se haya forjado una idea un tanto negativa de la eficacia de nuestra oficina, señor. ¿Cómo? Hombre, tampoco hay que exagerar. No son una panda de inútiles sin iniciativa; muchos llevan toda una vida trabajando aquí y nunca hemos recibido una queja sobre ellos. Sí, el hecho de que no haya hojas de reclamaciones puede influir en eso, pero tampoco los vamos a echar a la calle, ¿no? Bien, bien… Su caso es un tanto atípico, señor. Al afectar al cargamento de una nave espacial, debería usted dirigir su petición a Transportes. ¿Qué por qué no se lo dijeron desde un principio en Información? ¿Y ellos qué iban a saber?

★★★

10:55 horas.

Lugar: Ventanilla de Información, Ministerio de Transportes, Akrotiri.

—Para cualquier petición, tiene usted que ir a Conserjería y comprar una instancia, rellenarla por cuadruplicado, adjuntar la documentación que se indica y entregarla en Registro, en la segunda planta. Ah, no olvide las pólizas, que podrá encontrar en el quiosco de la entrada. De nada, señor.

★★★

11:15 horas.

Lugar: Ventanilla de Registro.

—Un momento, señor —la funcionaria llamó a varios compañeros que se reunieron en cónclave, alrededor de las fotocopias; cuchichearon entre ellos y al cabo de un rato, la sonriente funcionaria le devolvió los papeles al coronel—. Al afectar al funcionamiento de un hospital, debería usted dirigir su petición a Sanidad, señor.

★★★

11:26 horas.

Lugar: Despacho del Jefe de Registro.

—Insisto en que tampoco había que organizar semejante escándalo, señor. Con el debido respeto, afirmo que sus opiniones acerca de la eficiencia de nuestro sistema burocrático son un tanto exageradas. Hágase cargo de lo atípico de su petición. Además, estos trámites requieren su tiempo; la Administración no puede actuar alegre e irresponsablemente. Sí, comprendo la urgencia del caso. Mire, aquí tiene un listado de lo que necesita. También le indicaré dónde puede solicitarlo, ya que parte de los trámites han de realizarse en el Ministerio de Sanidad y en el Ayuntamiento. De nada, señor. ¿Muchos impresos, dice? Tenga en cuenta que no se trata de una gestión normal, con la que se podría seguir el procedimiento abreviado. Y tampoco son tantos, creo yo.

★★★

12:33 horas.

Lugar: Oficina de Servicios Múltiples, Ayuntamiento de Akrotiri.

—A ver… Lina Ívix… Vaya, pertenece a la comunidad draqui. Eso compete a la ventanilla 13. ¿Qué viene de ella, precisamente? ¿Y que ésta es la sexta vez que tiene que hacer cola en esta oficina? ¿Cómo? Escuche, con sarcasmos no iremos a ningún sitio. Bien, veré qué puedo hacer. Tomo nota. Vuelva dentro de quince días y… Oiga, no me mire así. Me imagino que necesita el certificado de empadronamiento para poder pedir el de buena conducta en Comisaría, pero los trámites requieren tiempo. ¿El ordenador? Bueno, de acuerdo, el nuevo sistema informático agiliza la búsqueda de datos, pero hay que solicitar el visto bueno de por lo menos tres altos funcionarios y no siempre están en sus despachos. ¿Eh? ¿Qué quiere hablar con el Jefe de Servicio? Escuche, yo no tengo la culpa de sus prisas. Sólo soy un mandado y… Bueno, de acuerdo, haré lo que pueda. Vuelva usted mañana, y tendrá el certificado. No, no es necesario que vaya a mi casa con unos amigos a recordármelo. Aquí estará, palabra de honor.

★★★

12:52 horas.

Lugar: Ventanilla de Registro, Ministerio de Sanidad, Akrotiri.

—¿Usted de nuevo? ¿Qué, ya le informaron de lo que necesitaba? ¿Ve cómo la Administración funciona, en su afán de servir al ciudadano? Hum, me da la impresión de que no está usted para bromas. Bien, déjeme esos papeles… Ajá, el peso de la paciente y el equipo médico. Oh, vaya —el funcionario puso cara de contrariedad—. Para esto es necesario que los datos figuren en un impreso normalizado en papel autocopiable. ¿No se lo dijeron en el hospital? Sí, ya sé que figuran las firmas del doctor y la enfermera jefe, pero sin el impreso normalizado no nos sirve. El ordenador no lo aceptaría. Cálmese, por favor. Mire, si realmente conoce a alguien en el hospital, lo mejor es que compre el impreso en Conserjería, se acerque en un momento en un taxi, se lo firmen de nuevo y lo traiga aquí antes de que cerremos. Ah, ¡no olvide la póliza!

★★★

14:01 horas.

Lugar: Conserjería, Ministerio de Sanidad, Akrotiri.

—Lo siento, señor, pero las oficinas han cerrado ya. Sí, pasa un minuto de la hora. Por favor, no me cuente su vida. Yo también tengo mis problemas en casa y no es culpa mía que usted no haya llegado a tiempo con sus papeles. Por supuesto, si de mí dependiera le haría el favor, pero ya se sabe cómo es la Administración: para funcionar con eficacia, hay que respetar los horarios a rajatabla. No, por las tardes no abren. Perdone, señor, no he entendido eso último que ha dicho. ¿Se va? Adiós, señor. En fin, mira que hay gente rara —dijo el conserje, mientras echaba el cerrojo a la ventanilla.

★★★

Fecha: 7 días para la partida de la Simak.

17:31 horas.

Lugar: Cantina del hospital Gloria del Ekumen.

—Vaya cara la tuya, jefe. Los he visto más vivarachos después de un mes de campaña en Nueva Hircania, cazando fundacas.

Daniel Hintikka dio un sorbo desganado a su taza de café y le devolvió al teniente Eutimio Cascales una mirada cansada.

—Cuatro días de papeleo, pero se me figura que estoy así toda la eternidad… Desde luego, tiene razón el doctor: esto es el culo del universo. En cualquier mundo decente, salvar a un enfermo sería algo rutinario, pero aquí… —hizo un gesto de impotencia.

—¿No puedes meter mano? Alguien te deberá algún favor, supongo.

—Ojalá. Lo intenté, pero Verena tenía razón: legalmente, la gestión del cargamento de la Simak es competencia republicana. Y eso implica pasar por la piedra: el infierno de su burocracia.

—¿Cómo lo llevas?

—Apurado, jodido, histérico, pero creo que me dará tiempo, aunque a veces desespero. Tío, hay que ver lo que cuesta no liarse a hostias ante tamaña ineptitud. Y encima, hay que poner cara de estúpido… digo, amable, para no contrariar a algún imbécil que luego la pague contigo. El sistema parece diseñado para desanimar al ciudadano que ose perturbar con sus cuitas la paz de las ventanillas. Si no fuera porque la vida de Lina está en juego, lo mandaría todo a paseo.

—Me recuerdas a un artículo que me obligaron a leer en el colegio cuando era niño. Lo escribió un tal Larra a principios de la Era Espacial, si la memoria no me falla, y se titulaba Vuelva usted mañana.

—Esa frase me suena.

—Sí. Los milenios pasan, pero la incompetencia permanece.

Transcurrió un minuto sin que ninguno de los dos hablara. Finalmente Daniel no pudo permanecer con la boca cerrada más tiempo. Timi, comprensivo, lo dejó desahogarse y se resignó a ejercer de válvula de escape de tensiones acumuladas.

—Me lo cuentan y no me lo creo ni de coña. El primer día me estuvieron toreando de ventanilla en ventanilla, de un Ministerio a otro, de punta a punta de la ciudad… Me obligaron a ir al hospital a toda prisa, para que me volvieran a redactar un informe y me garabatearan unas firmas en uno de esos jodidos impresos normalizados y al retornar al ministerio con la lengua fuera me lo encontré cerrado. Tardan en abrir, pero a la hora de plegar se parten el culo. Irán a que les den un masaje, para recuperarse de la tensión del trabajo… Y encima cierran por las tardes, con lo que pierdes lastimosamente la mitad de la jornada. Y anteayer fue todavía peor. No sé para qué necesitan tanto papeleo, si la Corporación les ha cedido una tecnología informática básica. Pero parece que si no les llevas una tonelada de impresos matasellados, con sus armónicas texturas, no se les empina. ¿Sabes las veces que he debido rehacer los puñeteros impresos? ¿Y el cachondeo de las pólizas? Manda huevos… —Timi asintió, comprensivo—. Lo de Comisaría fue horrible. ¿Para qué diablos necesitarán un certificado de buenas costumbres, otro de penales, otro de cumplimiento de preceptos religiosos, otro de vacunación, una declaración jurada de que durante el viaje no atentará contra los intereses republicanos en el extranjero, otro de…? ¡Si sólo es una niña! Pues no sé cómo tratarán a los criminales peligrosos. Y lo peor de los impresos es que van en cascada: necesitas uno para solicitar otro que te permita obtener un tercero… Y lo de ayer, y esta mañana… En fin, te ahorraré los detalles. Ay, cuánto daría por estar en una guerra decente, donde al enemigo lo despachas de un tiro y punto, en vez de requerir una instancia por cuadruplicado.

—¿Has probado con el soborno? En sitios así suele simplificar las cosas.

—Claro que lo consideré, pero sería contraproducente. Hay gente que nos la tiene jurada. Sólo faltaría regalarles argumentos para que nos acusaran de subvertir las leyes. Me temo que hay que joderse. Bueno, en ciertas ocasiones la coerción física funciona a la hora de persuadir a algún funcionario para que agilice los trámites, pero no conviene abusar. A veces tengo la impresión de que se están burlando de mí, mas ¿qué puedo hacer? Lina depende de que yo no meta la pata y mierda, es tan difícil…

—Ánimo, jefe. Ya verás cómo pasa este calvario y luego incluso acabarás riéndote cuando lo recuerdes.

—Gracias, Timi. A ver si en un par de días soluciono por fin este asunto y puedo volver a disfrutar de la vida. Te doy mi palabra de que me desquitaré en vuestra fiesta de despedida.

—Un negro espanto se abatirá sobre nosotros cuando te veamos aparecer, sediento de alcohol y sexo —Timi sonrió—. Desde luego que te estás ganando unas vacaciones, Daniel.

—Si salgo de ésta.

—Saldrás, seguro.

★★★

17:55 horas.

Lugar: Planta de Pediatría del hospital Gloria del Ekumen.

La habitación de Lina estaba atestada de flores y muñecos diversos. Tanto sus amigos de la Corrala como los comandos habían acudido a visitarla, aunque estos últimos no fueron precisamente originales a la hora de regalar. A estas alturas, la colección de gandulfos de peluche alcanzaba proporciones considerables.

La niña estaba cada vez más demacrada y pálida, aunque el número de goteros se había reducido. Sonrió al ver entrar a Daniel.

—Hola, chica. Últimamente no se me ve mucho el pelo, ¿eh? —dijo Daniel, tratando de sonar alegre.

—Ya le he contado que está usted de papeleos toda la mañana para que ella pueda salir de Baharna y curarse —intervino la matrona que ejercía de cuidadora—. No se preocupe; es una mujercita responsable y se hace cargo.

Daniel se sentó junto al lecho y la tomó de la mano.

—Anímate, cariño. Piensa que dentro de una semana aterrizarás en Hlanith. Allá te curarán para que nunca más vuelvas a enfermar. Irás con Verena, que estará pendiente de ti noche y día. Y en cuanto pueda me reuniré contigo. Te prometo que nada más restablecerte te llevaré de excursión por el planeta. Luego viajaremos a la Vieja Tierra, a Vega y a todos esos sitios de los que te he contado historias. Así que vete preparando para lo que te espera, ¿eh?

Daniel estuvo un buen rato hablando de las vacaciones futuras y la ilusión brillaba en los ojos de Lina. Sí, pensó Daniel, por esto merece la pena luchar y aguantar colas, funcionarios y tragarse el orgullo. Por primera vez en su vida, sentía que estaba peleando por una causa justa. No podía fallar. No lo haría.

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Fecha: 6 días para la partida de la Simak.

08:20 horas.

Lugar: Oficina de Comercio Interestelar, Ministerio de Transportes, Akrotiri.

—Su petición es desusada señor. A ello se añade una dificultad: se requiere la conformidad de alguna de las empresas privadas cuyas mercancías viajarán en la nave. ¿Qué? Ah, ya. Efectivamente, nuestro Gobierno se responsabiliza de parte de la carga, pero los trámites para realizar un cambio como el que usted propone no finalizarían antes de que Orm se convirtiese en una enana blanca. Ya ve que soy franco. Mire, le aconsejo que hable con una de las compañías privadas —tecleó en el ordenador y la impresora escupió un papel—. Aquí tiene el listado. De nada, hombre; es mi deber. Bastará con que una de ellas acceda al canje y plasme su conformidad en un documento. Ah, veo que es usted todo un experto en el arte de la burocracia. Sí, un impreso C—7 normalizado. Ajá, el de tacto sedoso, que implica humilde súplica de urgencia, con la póliza de sutil aspereza y bordes biselados, que es la más apropiada al efecto. En cuanto a las empresas, algunas deben ser eliminadas a priori. Por ejemplo, estas dos —las señaló con una pluma— exportan gemas raras y esta otra tela de gasa de nube. Yo me ceñiría a éstas —marcó media docena—. Que tenga suerte con sus gestiones, señor. Oh, no me lo agradezca. Además de cumplir con mi obligación, también velo por el futuro. Creo que nos aguardan cambios drásticos en los próximos años y que conviene llevarse bien con ustedes. Es una pena que este punto de vista sea aún minoritario en la Administración, pero conviene tener amigos en cualquier sitio o, al menos, no enemistarse innecesariamente. Muy buenos días a usted, señor.

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Fecha: 5 días para la partida de la Simak.

12:40 horas.

Lugar: Despacho de la empresa Arte-Sano. Akrotiri.

—Me hago cargo de las razones humanitarias que impulsan su petición, coronel Hintikka, pero comprenda los perjuicios que eso supondría para nuestra empresa. Estamos iniciando un ambicioso plan para conquistar mercados en el Ekumen y estar preparados cuando nos integremos en la Corporación, a la que admiramos profundamente, por supuesto. Sí, ya sé que nos pagaría usted el cargamento y con intereses, pero la pérdida de tiempo favorecería a la competencia. ¿Cómo? Lo siento, coronel, pero creo que no comprende usted la complejidad del mercado de botijos finos. Los exportadores necesitamos una política agresiva para… Ya, ya, agradezco su buena voluntad y estoy seguro de que nuestros botijos partirían en la próxima nave, pero unos meses pueden suponer la diferencia entre el éxito y la ruina. ¿Por qué no prueba en otra empresa? Hay más usuarios de la Simak. Ah, que somos la última esperanza que le queda… ¿Se negaron a recibirle en las demás? Lamentable, pero así es el mundo del comercio. A nadie le interesa dejar escapar esta oportunidad de darse a conocer fuera de Baharna y no somos una excepción, compréndalo. Sí, formamos una empresa familiar con tres empleados, pero legalmente no hay diferencias con las grandes compañías. Tenemos tanto derecho como los demás a conquistar mercados. Así que sintiéndolo mucho, señor… ¿Qué? No, no creo que ningún argumento vaya a hacernos cambiar de idea, ni siquiera… Eh, un momento. Esto, yo… Sí, me parece razonable. Sí, la amistad de las FEC es un valor con futuro. Y la tranquilidad personal también, desde luego. Sí, me fío de su palabra de que contribuirá a promocionar los botijos en las Fuerzas Armadas. A ver ese impreso… Ya está. ¿Contento? Sí, le aseguro que no nos volveremos atrás ni tomaremos represalias. Puede quedarse usted con los botijos y embarcar a la niña. De nada, señor. Y ahora ¿sería tan amable de apartar el cuchillo de mi garganta, por favor…?

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Fecha: 4 días para la partida de la Simak.

11:20 horas.

Lugar: Ventanilla de Registro, Ministerio de Transportes, Akrotiri.

—Quince, dieciséis, diecisiete… Está todo, señor. Reciba mi más sincera enhorabuena. En los años que llevo aquí, es la primera vez que veo que alguien reúna tantos papeles en tan poco tiempo. Estoy por pedirle que me firme un autógrafo… Perdone, no me estoy cachondeando de usted; sólo pretendía hacer un chiste amable. Bien, ya está registrada su documentación. Se la enviaremos al secretario del viceministro; mañana estará encima de su mesa. Debe ir usted a Información y pedir número para una entrevista el día… ¿Cómo? ¿Entregársela usted mismo en mano? Eso atentaría contra el normal funcionamiento de la Administración, señor. ¿No se fía de nosotros? La duda ofende, señor. Ah, sí, la premura de tiempo… De acuerdo, tranquilícese. Tal vez pueda recibirlo hoy a última hora. ¡El siguiente!

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13:40 horas,

Lugar: Oficina del secretario del viceministro de Transportes. Akrotiri.

—Todo es incorrecto —el secretario frunció el ceño. Con rostro severo repasó los papeles una y otra vez—. Además de las prisas indebidas, ha incurrido usted por lo menos en cinco graves defectos de forma —a Daniel le daba la impresión de que aquel sujeto disfrutaba de la situación—. Permítame que se los enumere…

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13:56 horas.

Lugar: El mismo.

—… Y con eso creo que queda bien clara mi postura. Disculpe por el sermón, pero las cosas, o se hacen bien, o no se hacen. No, no insista; detesto que me supliquen. Bien, siquiera sea por el carácter humanitario de su petición, creo que podríamos considerarla una excepción. No obstante, para que ningún honesto funcionario pueda ser acusado de favoritismo o ligereza en el cumplimiento del deber, será necesario observar un procedimiento legal. Si se apresura, Conserjería estará aún abierta. Pida el lote de impresos W-2, rellénelos y tráigalos antes de que parta la nave. No son demasiado complicados. De nada, señor, a usted. Muy buenos días.

En cuanto el coronel Hintikka abandonó el despacho, el secretario sonrió, guardó los archivos en el fondo de un armario y se fue. Tenía anécdotas divertidas que relatar a los amigos.

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Fecha: 3 días para la partida de la Simak.

9:10 horas.

Lugar: Planta de Pediatría del hospital Gloria del Ekumen.

—Lo siento, Daniel —dijo Delilah Arnáu—, pero ha habido que practicarle una limpieza de urgencia de las vías respiratorias. Ahora está sedada y recuperará la consciencia en cuanto pase el efecto de la narcosis. La crisis ha sido relativamente leve, pero vendrán otras peores. Menos mal que se la van a llevar dentro de poco, porque no aguantará mucho más. Venga, hombre, anímese.

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20:14 horas.

Lugar: Cuartel general de las FEC. Akrotiri.

Verena Gray se detuvo ante la puerta y la golpeó suavemente con los nudillos.

—Está abierto —respondió una voz desde el interior.

La mujer entró en el pequeño despacho. A pesar del sistema de ventilación, olía a sudor. La mesa estaba atestada de impresos de color sepia brillante por una cara y gris mate por el reverso. Varios de ellos aparecían arrugados y llenos de tachones, aguardando su postrer viaje a la papelera incineradora. El coronel Hintikka, despeinado y con marcadas ojeras, estaba sentado y miraba fijamente la pantalla del ordenador. El uniforme necesitaba un planchado tanto como una ducha su ocupante. Una cafetera y varios vasos de plástico completaban el cuadro.

—He subido para ver si te unías a la fiesta, pero te encuentro un tanto liado.

Daniel sonrió, con semblante cansado.

—Ya oigo el bullicio. La habéis organizado buena, ¿eh?

—Y eso que aún es temprano y no damos rienda suelta a nuestros más bajos instintos. De momento vamos por los aperitivos. La idea de invitar al cocinero del Cuartel a que disfrutara de unas cortas vacaciones y sustituirlo por señoras de las corralas ha resultado genial —hizo una pausa—. Daniel, te echamos de menos ahí abajo. ¿No puedes escaparte un ratito?

—Me temo que, por el momento, tendréis que seguir sin mí, no sea que se os enfríe la comida. Cuando empecé con esto me figuré que sería más sencillo, pero voy contrarreloj.

Verena se acercó, inquisitiva.

—¿Qué nueva perrería se les ocurrió a esos burócratas?

Daniel se desperezó; sus articulaciones crujieron.

—Para validar los anteriores papeles, debo cumplimentar éstos —señaló la desordenada superficie de la mesa—. Si no lo hago, Lina está condenada a quedarse aquí. Creía que lo peor ya había pasado, pero… Los anteriores impresos eran relativamente fáciles de rellenar: datos, peticiones breves, tachar casillas, etcétera. En cambio, aquí te dan un montón de páginas en blanco, digo, en sepia, que uno debe ocupar con la jodida prosa administrativa de esta gente. Tendría que haber tomado lecciones de Lina y sus redacciones… —bajó la cabeza, suspiró y miró a los ojos a Verena, con expresión de infinito cansancio—. Nos enseñan a manejar armas, a matar mejor que nadie y nos creemos dioses, pero un buen día descubres que eres incapaz de defender a las personas que te importan, las que confían ciegamente en ti. Todo por algo tan insignificante como no saber leer ni escribir con fluidez. Es una sensación de impotencia, de inutilidad… Maldita sea, mataría por salvar a esa niña, a mi niña —se iba emocionando conforme hablaba—, pero en vez de eso, su vida depende de mi capacidad de sonar convincente. Manda cojones la cosa —señaló la pantalla—. El ordenador es de lo más comprensivo —en el monitor aparecieron las palabras «gracias, señor»—, pero tampoco fue programado para hinchar frases. Como mucho, puede componer variaciones sobre lo escrito, pero esto último es misión del menda. Con lo simple que es decir: «Lina Ívix puede ir en la Simak, ya que equis docenas de botijos finos se quedan en tierra…» Pero no —abrió una guía de estilo administrativo editada por el Ministerio de Cultura—, debes soltar una parrafada tal que así: «El infrascrito, señor Daniel Hintikka, coronel de bla, bla, bla, como representante legal de Lina Ívix, hembra, nacida en bla, bla, bla, ruega del recto proceder e inmor… inmarcesible aquiescencia de Su Excelencia, a la que humildemente remite este suplicatorio, que conceda el honor de tomar en cuenta, si le pluguiere, a pesar de las molestias que tal extemporánea petición pudiere suponer a la alta labor que Su Excelencia desempeña con rectitud y eficiencia, bla, bla, bla y mil veces bla…» No entiendo las nueve décimas partes de lo que he escrito, aunque lo pone aquí, palabra de honor —golpeó la guía con su dedo índice y la dejó caer sobre la mesa; en su voz había una pizca de histeria—. Pero te juro que rellenaré esos impresos, aunque sea lo último que haga. Le prometí a Lina que la sacaría del planeta y no puedo dejarla tirada. Esa cría es lo único que me importa, que me da fuerzas. La hago feliz. Me necesita. No sé cómo explicártelo, pero eso es lo que da sentido a todo. He entrevisto un futuro, y no consentiré que me lo arrebaten. Lina tiene derecho a hacerse mayor, a vivir su vida, y yo quiero verlo. Aunque sea aquí, en el culo del universo.

—Tranquilo; los muchachos lo comprenderán.

Verena le puso una mano en el hombro y el se la estrechó, pero se notaba que estaba ausente, pensando en aquellos malditos impresos y en salvar a su niña. No acudiría a la fiesta, estaba claro. Verena fue a decirle algo, a modo de despedida, pero ¿qué? Discretamente se dio la vuelta y abandonó el despacho, no sin antes echarle una última mirada al coronel, a sus papeles arrugados y sucios, a la pantalla del ordenador llena de frases grandilocuentes e incomprensibles.

Caminó por el pasillo, sin poder quitarse de la cabeza aquella patética imagen. Daniel nunca lo conseguiría. Estaba peleando en un campo donde era un auténtico novato, frente a enemigos, y nunca mejor dicho, curtidos. Estaba convencida de que él, en lo más íntimo, se sabía embarcado en una batalla perdida, pero aún así seguiría luchando hasta caer muerto. Obcecación, sin duda. Desde luego, tenía un motivo noble, pero militaba en el bando de los perdedores natos y eso no tenía remedio.

Las risas y gritos eran más claros conforme se acercaba al comedor. Se consoló pensando en que en tres días habría mandado a paseo a las FEC y estaría a años luz de aquel planeta lleno de gente rara. Y de un pobre idiota de los que nadan contra corriente.

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Fecha: Víspera de la partida de la Simak.

08:10 horas.

Lugar: Ventanilla de Registro, Ministerio de Transportes, Akrotiri.

—¿Qué desea, señor? —la funcionaria, con expresión contrariada, cerró la carpeta que apoyaba en el regazo y cuyo contenido estudiaba con interés—. Ah, muy bien. Un momento… Lo siento, señor, pero me temo que la tramitación urgente de estos documentos es imposible. Justo hoy se inician las Fiestas de Exaltación del Reverbero Cavernario y parte del personal es reemplazado por interinos, como una servidora. ¿Eh? Si por mí fuera no habría problema, pero es que las Fiestas son de obligada observación para los altos cargos, incluido el secretario del viceministro, y es él quien específicamente debe darle el visto bueno. Aquí lo pone, ¿ve? ¿No se lo advirtió? Vaya, se le debió de pasar; ese hombre está siempre tan ocupado… No, lo siento, pero nadie más puede firmárselos y él no estará localizable durante quince días. ¿Cómo puede sugerir eso, señor? Los altos cargos, por mor de su importante tarea, no tienen sustituto. Los ciudadanos ya lo saben y cuentan con ello a la hora de planificar sus gestiones. Y no me mire usted así; yo no tengo la culpa de que no se haya dado más prisa. ¿Cómo dice? Que la niña se va a morir… Venga, señor, no exagere. Los infantes draquis son como las malas hierbas; no hay forma de acabar con ellos. Circule; no se quede ahí quieto, que acabará bloqueando el normal funcionamiento de esta oficina. ¿Se va? Caramba, qué educación; ni siquiera me ha dado los buenos días.

La funcionaria se encogió de hombros, volvió a abrir la carpeta y, con disimulo, encontró la página que buscaba en la revista. Acto seguido, trató de dar con una palabra de ocho letras que definiera a una criatura fungosa, saltarina, azul y viscosa de las montañas del sur. Nunca llegó a percatarse de lo cerca que estuvo de que aquél fuera su último crucigrama.

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Fecha: Día de partida de la Simak.

7:00 horas.

Lugar: Cafetería del astropuerto de Baharna.

Los destellos esmeraldas que brotaban de las toberas de la lanzadera fueron difuminándose en el azul oscuro del cielo. Daniel Hintikka la siguió con la vista hasta que desapareció, camino de la cita con la Simak. Lina tenía que haber viajado en ella, en vez de quedarse en Baharna para morir en el hospital. Su mirada desenfocada bajó al tablero de la mesa de plástico, pero no tocó el café que le habían servido.

Tenía muy clara una cosa. El secretario del viceministro no iba a llegar a viejo. Se ocuparía personalmente de que su tránsito al otro barrio fuera especialmente desagradable.

Y después, ¿qué?

Aún no había reunido el valor suficiente para regresar al hospital. Tras salir como un zombi del Ministerio, vagó sin rumbo fijo hasta que se encontró en el astropuerto. No había pasado por la Corrala y tampoco se despidió de sus compañeros, a estas alturas jubilados y camino de las estrellas. ¿Para qué? ¿Qué podría decirles? ¿Qué era un fracasado? Tampoco deseaba escuchar frases de conmiseración o despertar lástima. No se lo merecía. Tampoco se veía capaz de mirar a la cara a la gente de la Corrala. Puede que lo comprendieran y compadecieran. Pobre hombre, sí.

¿Y qué le iba a contar a Lina? Tendría que acudir con ella, aunque estaba convencido de llevar la derrota y la culpa escritas en la cara. Ella se daría cuenta. Le había prometido viajes, ver mundos, diversión y cariño y ahora le ofrecía quedarse en la cama del hospital, aguardando el momento, no muy lejano, en que se asfixiara. ¿Qué historias le iba a relatar ahora, consciente de que estaba condenada? La eutanasia sería lo más humano. Matarla rápido, a ser posible antes de que se enterase de que su idolatrado Daniel la había dejado tirada.

Trató de imaginarse el futuro, pero ante sus ojos sólo había una niebla gris con trazos informes, como un holograma roto. Había tocado el cielo, pero ahora no le quedaba nada.

Alguien habló a su espalda.

—Hola, Daniel. Me voy a sentar, con tu permiso. Estoy hecha polvo.

La cabeza de Daniel se alzó, como impulsada por un resorte. Era consciente de la cara de besugo que se le debía de haber quedado. Aquello era imposible. Entonces lo comprendió, y fue como recibir un mazazo.

—Tú has…

Verena no lo dejó terminar.

—Sí, yo he —alzó la mano para llamar la atención del camarero—. Una botella de vodka y dos vasos, por favor. ¿Vas a pedir tú algo más, Daniel? Bah, da igual. En fin, aquí me tienes. Estarás contento, ¿no? Me aguaste la fiesta, ¿sabes? Eres tan asquerosamente decente que no se te ocurrió pedirnos a cualquiera de nosotros que cediéramos el puesto a tu niña, como era tu deber. No, no me interrumpas. Me imagino tus objeciones: que eso habría sido equivalente a coaccionarnos, ya que nadie te negaría ese favor y que no deseabas obligarnos a aguantar más tiempo en Baharna, y bla, bla, bla… Tenías razón. Maldita la gracia que me hace reengancharme a última hora y tener que pasar otros dos años aquí, en vez de largarme de este manicomio y de esta casa de putas que son las FEC, pero me hiciste sentirme culpable, so mamón. De repente descubrí que no tenía estómago para darme la gran vida en Hlanith a sabiendas de que Lina iba a morirse. Tú probablemente tampoco durarías mucho, después de llevarte a media Administración por delante, supongo. Con lo bien que se vive pasando de todo y sin comerse el coco, y tuve que venir a tropezarme con un aprendiz de Quijote. Todo lo malo se pega, joder. Gracias, quédese con el cambio —le dijo al camarero—. Tómate un vaso de vodka, pasmarote, a ver si espabilas; con las tripas vacías es lo mejor que hay ¿no? Pues tú te lo pierdes.

Verena llenó el vaso hasta el borde, lo apuró sin respirar y buscó una servilleta, pero al final se apañó con la manga del uniforme.

—Quemarse el esófago en ayunas es gloria bendita, sí, señor —prosiguió—. Al menos me ayudará a olvidar por un momento lo gilipollas que soy. Y que voy a tener que pasar muchos meses en Baharna. Como me peguen un tiro los de la HUU, te vas a enterar, ¿me oyes? Eso sí, ésta me la pienso cobrar, colega. No tengo intención de hacer una guardia en lo que me queda de servicio activo, y adivina quién me tendrá que reemplazar. Ah, por si te interesa, Timi, Ild y Skradda también se han quedado. No era necesario, ya que mi cuerpo serrano pesa bastante más que Lina y los cachivaches de mantenimiento vital. Ayer les comenté mi decisión a los demás cuando nos fuimos a la cama a seguir con la juerga (sí, no has errado las cuentas; llevábamos dos días comiendo, bebiendo y follando) y al principio me tomaron por loca, salvo el pirado de Ild, que me obsequió con una reverencia. Y lo peor es que no me pareció que fuera de broma. Luego, no sé si tuvo la culpa algo que echamos en la bebida, lo raro de la conjunción erótica que nos propuso Skradda o los chistes de tu amigo Sven, pero el caso es que nos vestimos y nos fuimos al hospital, pusimos en pie de guerra a la enfermera jefe y un montón de médicos y logramos meter a Lina en la lanzadera. No nos pusieron pegas los de Transportes. Según el tratado, la Corporación tiene derecho a ocupar un determinado número de kilos en la Simak, y a ellos les da igual que seamos nosotros o un saco de piedras, mientras no tratemos de tocar sus kilos. También viajan a Hlanith algunos niños con enfermedades terminales, pero susceptibles de ser reparadas. Puestos ya a hacer el ganso, que sea a lo grande. Por supuesto, me debes el dinero que me costó la conferencia por vía cuántica para avisar a mi hermana Suniva del lote que le enviamos. La pobre es una santa y se hará cargo de todo.

Verena se detuvo, tomó aire, se sirvió otro vaso de vodka y lo apuró tan rápido como el primero.

—¡Fuera miserias! —continuó—. Supongo que cuando se les pase la resaca, los colegas me matarán. Yo misma no me encuentro demasiado bien; llevo un rato sin parar de hablar, como una cotorra, a pesar de ser mujer flemática y de pocas palabras. Sí, tuvo que ser aquella cosa amarilla que echamos en la bebida. Porque si resulta que a estas alturas tengo principios, apaga y vámonos. En fin, si miramos el lado positivo del asunto, también se embarcó el cargamento de botijos que compraste a una empresa de cuyo nombre no consigo acordarme. Con el dinero que saques nos tienes que pagar una juerga equivalente a la que te empeñaste en arruinar y… Eh, tío, estás llorando.

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