31

—NO me canso de disfrutar del espectáculo, Silvia.

—Y que lo digas, ¡oh, jefe!

Stan Luria pensó que aquélla no era la respuesta más adecuada que cabía dirigir a un superior en rango, pero no le importó. El ambiente a bordo de la nave de exploración Algol, de las Fuerzas Espaciales Corporativas, podía considerarse un tanto informal, pero cada tripulante cumplía adecuadamente con su función, y la camaradería nunca degeneraba en libertinaje. Y eso que había gente veterana, como los integrantes de las tropas de asalto, con cierta tendencia a mirar por encima del hombro a los oficiales recién salidos de la Academia. Se llevaban bien con él, en cuanto comprobaron que aquel lechuguino uniformado no era lerdo del todo. Además, el susodicho se había ligado a la segundo de a bordo, la teniente Silvia Vergara, y eso tenía su mérito (aparte de constituir el sueño de muchos). Por tanto, el chico no podía ser tan malo.

Al comandante Luria le había tocado en suerte sustituir en el mando de la Algol a un oficial experimentado, el cual tuvo la fortuna de ser ascendido a un puesto de mayor responsabilidad en las F.E.C. La tripulación no podía evitar compararlo con el recién llegado pero, tras los recelos iniciales, éste había aprobado el examen. Ahora trataba de solventar con éxito su primera misión rutinaria, una expedición de rastreo en el espacio profundo. Si no daban con algo interesante buscarían algún sistema solar deshabitado, efectuarían unas cuantas maniobras de desembarco en algún planetoide, los cazas ejercitarían sus habilidades volatilizando protocometas en la nube de Oort y regresarían a casa con la satisfacción del deber cumplido. Y luego a esperar que, con el tiempo, los destinasen a una misión de las de verdad.

Pero mira por dónde, en esta ocasión les había sonreído la fortuna. Justo en una región del espacio donde teóricamente no había nada vivo, captaron la señal de una radiobaliza cuántica. Se trataba de un S.O.S. en un código tan arcaico que hasta el ordenador de a bordo, un sujeto cachazudo y circunspecto, se emocionó.

—Por increíble que parezca, corresponde a una nave generacional de la primera época, señor: la Menkalinan. Una de las primeras que partieron en misión colonizadora desde la Vieja Tierra, a principios del siglo III de la Era Ekuménica.

—Hace más de 4800 años… —Luria silbó.

—En efecto, señor. Unas décadas más tarde se perdió su rastro, al igual que sucedió con otras más famosas.

En el puente, tanto los oficiales de la nave como el capitán responsable de los comandos embarcados comenzaron a especular, muy excitados. Las primitivas naves generacionales fueron auténticos monstruos, naves enormes que, a velocidades sublumínicas, dieron los primeros y vacilantes pasos para colonizar el cosmos. Portaban sociedades completas, cuyos descendientes, tras un viaje que podía durar siglos, conquistarían mundos vírgenes. Pero al tratarse de recorridos tan largos, el riesgo de que algo saliera mal existía. ¿Sería la Menkalinan un pecio fantasma? ¿O quizá los colonos habían llegado a un ignoto planeta e involucionado hasta organizarse en una dictadura o el feudalismo más atroz? ¿Por qué se había activado la radiobaliza después de tantos siglos? Eran muchas preguntas, y todo un reto al que enfrentarse. ¡Por fin un desafío de verdad, en vez de un viaje de rutina! Desde luego, aquel comandante novato les había traído suerte. Tendrían que adoptarlo como mascota. El afecto que los tripulantes sentían hacia él subió como la espuma.

El ordenador no tardó en localizar el origen de la señal, aunque ésta tendía a fluctuar y debilitarse progresivamente. Unos cuantos saltos hiperespaciales permitieron triangular el lugar donde se hallaba la radiobaliza y saltaron hasta él. La sorpresa fue mayúscula.

Emergieron de la bruma gris del hiperespacio junto a un sistema estelar doble, con una nutrida cohorte de gigantes gaseosos. Estos últimos, merced a los efectos gravitatorios combinados, habían limpiado de protocometas la nube de Oort. Cada estrella tenía su propio conjunto de planetas, y los mayores de ellos, en órbitas más exteriores, giraban en torno a ambos soles. A la vera de un gigante gaseoso que dejaba pequeño a Júpiter, encontraron el mundo de destino.

Era increíble: un satélite enorme, comparable a la Vieja Tierra, cubierto por nubes de hidrocarburos en las cuales bullía la vida. Por encima de ellas había una capa de aire con oxígeno… y seres humanos.

Las sondas transmitían terabytes de datos al ordenador de a bordo, mientras los tripulantes veían puesta a prueba su capacidad de asombro.

—Es imposible. Termodinámicamente inestable —decía el comandante Luria—. ¿Cómo puede ser que algo tan reactivo como el oxígeno aparezca nítidamente separado de los hidrocarburos? Viola todas las leyes de la Bioquímica…

—No es raro que una terraformación chapucera dé lugar a resultados inesperados, pero que de alguna manera se autosostienen —repuso Silvia Vergara—. Recuerda los casos de Mundo Espumarajo o de Nueva Amazonía, aún más absurdos. Al final acabaron convirtiéndose en atracciones turísticas de primer orden.

Lo más increíble era la cultura humana que existía en el satélite. Día tras día, las sondas seguían transmitiendo datos al puente de la Algol.

—Parece una sociedad netamente insular, como la de los antiguos griegos —dijo Luria.

—Te comprendo, jefe. Yo también he leído La Odisea.

—Quién lo diría, Silvia.

—Oye —la muchacha parecía enfadada—, que aquí donde me ves, obtuve una licenciatura en Filología Clásica por la Universidad de Titán.

—Nadie discute tu dominio de la lengua, teniente —se le escapó al capitán de comandos.

—Si empezamos con bromas de mal gusto…

Luria trató de poner paz.

—Dejaos de tonterías y continuemos con la exploración. ¿No os resulta fascinante? Un mundo completamente incontaminado… Da la impresión de que se han desarrollado fuera de todo contacto con el Ekumen.

—Seguramente creen que son los únicos seres inteligentes en el universo —terció el capitán de comandos—. Suele pasar con los descendientes de las generacionales extraviadas: una recesión al primitivismo, y el subsiguiente desarrollo cultural a su personal manera.

—Evolución en mosaico, más bien —repuso el comandante—. Están bastante avanzados en ciertos campos, mientras que el progreso en otros brilla por su ausencia. Seguramente son grandes navegantes, a juzgar por la cantidad de bichos que han domesticado. También dominan la metalurgia, pero los motores a vapor o de combustión interna no existen.

—Lo del mosaico es una verdad como un templo —dijo el capitán de comandos—. Recuerdo una vez, en el planeta Collodi…

El veterano soldado les obsequió con un entretenido relato sobre los Hijos del Polvo Estelar, una peculiar sociedad que había retrocedido a la Edad de Piedra. Sin embargo, los chamanes mantenían en funcionamiento una emisora de radio con la que se comunicaban, según ellos, con los dioses, y mantenían así una teocracia de lo más apañada, para satisfacción general.

Aparte de extasiarse con las maravillas de colores y formas que eran los puertos en aquel planeta, llenos de exóticos monstruos flotantes de los que pendían naves fantásticas, el principal objetivo del viaje no fue olvidado. La señal de la radiobaliza era ahora extremadamente débil, y costaba Dios y ayuda dar con ella. No obstante, las sondas lo lograron.

Stan Luria decidió enviar un par de cazas a investigar más de cerca. Gracias a la corrección política que últimamente imperaba en las F.E.C., con especial énfasis en la igualdad de derechos entre humanos y máquinas, se trataba de naves robot. Los cerebros biocuánticos que las manejaban correspondían a viejos y fiables modelos de entrenamiento, que ahora se sentían felices de manejar unos modernos aparatos USC-8800. El líder Víbora-1 y su punto, Víbora-2, adoptaron una configuración de invisibilidad y descendieron hacia el origen de la señal, con el auxilio de diminutas sondas equipadas con holocámaras.

El espectáculo superó todas las previsiones. Había docenas de aquellos dirigibles vivientes, algunos engalanados con guirnaldas de vivos colores y de tamaño colosal. En cambio, otros eran más modestos, aunque no por ello menos airosos. Estos últimos navegaban en formación en cuña, rodeados a lo lejos por sus hermanos mayores.

—Será alguna especie de fiesta —apuntó el comandante.

—Una romería, sin duda —añadió Silvia—. Qué monada, ¿eh, jefe? Ay, qué feliz debe de ser su vida, sin preocupaciones…

En ese momento, del mayor de los navíos salió disparada una andanada de bolas de fuego. La mayoría de los proyectiles se quedó corta, aunque alguno de ellos rozó a las naves pequeñas e incluso uno llegó a impactar de refilón en un casco. Los ocupantes de la nave trataron de apagar desesperadamente las llamas. Las cámaras de las sondas llevaron a las holopantallas del puente de la Algol las imágenes de mujeres que trataban de proteger a unos niños que chillaban aterrorizados. Casi podían escucharse los gritos de angustia.

—¿Seguro que van de romería, señora? —preguntó el ordenador de a bordo, flemático.

—Los están atacando… —Silvia se había quedado de piedra.

El comandante aún tenía el susto metido en el cuerpo.

—Por… Por duro que nos parezca, según la última Convención Ekuménica no podemos intervenir en conflictos locales de…

—Son refugiados de guerra —dijo el capitán de comandos, apretando los puños—. He visto demasiados. Y eso ni siquiera es un combate. Se trata de una carnicería, pura y simple. Van a masacrar a unos pobres diablos —y miró expectante a Stan Luria.

—Señor —intervino Víbora-1—, fíjese en el pabellón que enarbolan las naves agredidas.

En las holopantallas ondearon, con telas toscamente cosidas, los colores de la Corporación, los mismos que la Algol lucía en su casco y sus tripulantes en las mangas de los uniformes.

—Señor —dijo el ordenador de a bordo—, la localización de la radiobaliza se ha completado. Está en el barco atacado situado en cabeza. En la popa aparece un nombre escrito en caracteres estándar y en ideogramas chinos: Orca.

—Los atacantes preparan otra andanada, señor —añadió Víbora-1, y el comandante Luria juraría que había urgencia en su voz—. No creo que esta vez fallen. Los presuntos corporativos parecen tratar de romper el cerco, pero no lo lograrán. Solicitamos instrucciones.

Todos en el puente miraban fijamente a su comandante.

—La neutralidad en…

—Hay civiles y niños indefensos ahí, señor —el tono del capitán de comandos era duro—. Y por si sirve de algo, navegan bajo pabellón corporativo. Frente a una agresión, el deber de defender a naves amigas, sean del tipo que fueren, ha de prevalecer sobre la no injerencia.

—Sólo soy un humilde ordenador, señor —dijo Víbora-1—, pero si no hacemos algo ya, se los van a cargar. Y que conste que no soy sospechoso de padecer el virus del humanismo.

—Por no mencionar que me sé de uno que va a dormir en el pasillo a partir de esta noche si no evita la masacre. Y que tendrá que vigilar lo que le suministre el expendedor de comidas, un día sí y el otro también.

Luria suspiró, derrotado. Era su primera misión, e igual se exponía a que su hoja de servicios quedase manchada para siempre. Sentía las miradas de los demás clavadas en su espalda como puñales. Echó un vistazo a las holopantallas. Se fijó en una madre que abrazaba a su hijo, un bebé, y trataba de acunarlo para que se calmara, aunque el terror más absoluto se reflejaba en los ojos de aquella mujer. En otra pantalla había una panorámica de la cubierta de una nave atacante. Individuos armados, muchos de ellos riéndose. En otra, un matrimonio de viejecitos cogidos de las manos, con cara de no entender nada de lo que estaba pasando. En otra, un hombre intentaba tranquilizar a un coro de niños que chillaban, al borde del pánico. En otra, unas catapultas estaban siendo cargadas. En otra…

—¡Al cuerno con la hoja de servicios, Víbora-1! Ve con tu punto y escolta al… ¿Cómo se llama?

—Orca, señor.

—Sí, eso. Suprimid el camuflaje.

—¡Sí, señor!

Los dos cazas parecieron brotar de la nada cuando su fuselaje biometálico dejó de torear a las ondas electromagnéticas. Los aviones adoptaron una librea de un negro intenso, con sendas bocas de tiburón pintadas en los morros, y picaron con decisión hacia el Orca.

En el puente de mando de la Algol, el comandante Luria recibió un montón de palmadas en la espalda y un pellizco en el culo por cortesía de Silvia, más orgullosa que nunca de su jefe.

—¡Olé, mi niño! ¡Vales tu peso en mollejas de gandulfo!

El comandante se ruborizó, y el capitán de comandos tuvo que reprimir una sonrisa. Qué tierno. Sí, era un buen tipo para tratarse de un novato.

Unicorp - Colección completa
cubierta.xhtml
Khariel.htm
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
capitancebolleta0001.xhtml
capitancebolleta0101.xhtml
capitancebolleta0201.xhtml
capitancebolleta0301.xhtml
capitancebolleta0401.xhtml
capitancebolleta0501.xhtml
capitancebolleta0601.xhtml
capitancebolleta0701.xhtml
capitancebolleta0801.xhtml
capitancebolleta0901.xhtml
capitancebolleta1001.xhtml
capitancebolleta1002.xhtml
capitancebolleta1003.xhtml
capitancebolleta1004.xhtml
capitancebolleta1005.xhtml
capitancebolleta1006.xhtml
capitancebolleta1007.xhtml
capitancebolleta1008.xhtml
capitancebolleta1009.xhtml
capitancebolleta1010.xhtml
capitancebolleta1011.xhtml
capitancebolleta1012.xhtml
capitancebolleta1101.xhtml
capitancebolleta1201.xhtml
capitancebolleta1301.xhtml
capitancebolleta1302.xhtml
capitancebolleta1303.xhtml
capitancebolleta1304.xhtml
capitancebolleta1305.xhtml
capitancebolleta1306.xhtml
capitancebolleta1307.xhtml
capitancebolleta1308.xhtml
capitancebolleta1309.xhtml
capitancebolleta1310.xhtml
capitancebolleta1311.xhtml
capitancebolleta1312.xhtml
capitancebolleta1313.xhtml
capitancebolleta1314.xhtml
capitancebolleta1315.xhtml
capitancebolleta1316.xhtml
capitancebolleta1317.xhtml
capitancebolleta1318.xhtml
capitancebolleta1319.xhtml
capitancebolleta1320.xhtml
capitancebolleta1321.xhtml
capitancebolleta1322.xhtml
capitancebolleta1323.xhtml
capitancebolleta1324.xhtml
capitancebolleta1325.xhtml
capitancebolleta1326.xhtml
capitancebolleta1327.xhtml
capitancebolleta1328.xhtml
capitancebolleta1329.xhtml
capitancebolleta1330.xhtml
capitancebolleta1331.xhtml
capitancebolleta1332.xhtml
capitancebolleta1333.xhtml
capitancebolleta1334.xhtml
capitancebolleta1401.xhtml
capitancebolleta1501.xhtml
capitancebolleta1601.xhtml
capitancebolleta1602.html
capitancebolleta1603.html
capitancebolleta1604.html
capitancebolleta1605.html
capitancebolleta1606.html
capitancebolleta1607.html
capitancebolleta1608.html
capitancebolleta1609.html
capitancebolleta1610.html
capitancebolleta1611.html
capitancebolleta1612.html
capitancebolleta1613.html
capitancebolleta1614.html
capitancebolleta1615.html
capitancebolleta1616.html
capitancebolleta1617.html
capitancebolleta1618.html
capitancebolleta1619.html
capitancebolleta1620.html
capitancebolleta1621.html
capitancebolleta1622.html
capitancebolleta1623.html
capitancebolleta1624.html
capitancebolleta1625.html
capitancebolleta1626.html
capitancebolleta1627.html
capitancebolleta1701.xhtml
capitancebolleta1801.xhtml
capitancebolleta1901.xhtml
capitancebolleta2001.xhtml
capitancebolleta2002.htm
capitancebolleta2003.htm
capitancebolleta2004.htm
capitancebolleta2005.htm
capitancebolleta2006.htm
capitancebolleta2007.htm
capitancebolleta2008.htm
capitancebolleta2009.htm
capitancebolleta2010.htm
capitancebolleta2011.htm
capitancebolleta2012.htm
capitancebolleta2013.htm
capitancebolleta2014.htm
capitancebolleta2015.htm
capitancebolleta2016.htm
capitancebolleta2017.htm
capitancebolleta2018.htm
capitancebolleta2019.htm
capitancebolleta2101.xhtml
capitancebolleta2102.xhtml
capitancebolleta2103.xhtml
capitancebolleta2104.xhtml
capitancebolleta2105.xhtml
capitancebolleta2106.xhtml
capitancebolleta2107.xhtml
capitancebolleta2108.xhtml
capitancebolleta2109.xhtml
capitancebolleta2110.xhtml
capitancebolleta2111.xhtml
capitancebolleta2112.xhtml
capitancebolleta2113.xhtml
capitancebolleta2114.xhtml
capitancebolleta2115.xhtml
capitancebolleta2116.xhtml
capitancebolleta2117.xhtml
capitancebolleta2118.xhtml
capitancebolleta2119.xhtml
capitancebolleta2120.xhtml
capitancebolleta2121.xhtml
capitancebolleta2122.xhtml
capitancebolleta2123.xhtml
capitancebolleta2124.xhtml
capitancebolleta2125.xhtml
capitancebolleta2126.xhtml
capitancebolleta2127.xhtml
capitancebolleta2128.xhtml
capitancebolleta2129.xhtml
capitancebolleta2130.xhtml
capitancebolleta2201.xhtml
capitancebolleta2301.xhtml
capitancebolleta2401.xhtml
capitancebolleta2402.xhtml
capitancebolleta2403.xhtml
capitancebolleta2404.xhtml
capitancebolleta2405.xhtml
capitancebolleta2406.xhtml
capitancebolleta2407.xhtml
capitancebolleta2408.xhtml
capitancebolleta2409.xhtml
capitancebolleta2410.xhtml
capitancebolleta2411.xhtml
capitancebolleta2412.xhtml
capitancebolleta2413.xhtml
capitancebolleta2414.xhtml
capitancebolleta2415.xhtml
capitancebolleta2416.xhtml
capitancebolleta2417.xhtml
capitancebolleta2418.xhtml
capitancebolleta2419.xhtml
capitancebolleta2420.xhtml
capitancebolleta2421.xhtml
capitancebolleta2422.xhtml
capitancebolleta2423.xhtml
capitancebolleta2424.xhtml
capitancebolleta2425.xhtml
capitancebolleta2426.xhtml
capitancebolleta2427.xhtml
capitancebolleta2428.xhtml
capitancebolleta2429.xhtml
capitancebolleta2430.xhtml
capitancebolleta2431.xhtml
capitancebolleta2432.xhtml
capitancebolleta2433.xhtml
capitancebolleta2501.xhtml
capitancebolleta2601.xhtml
capitancebolleta2701.xhtml
capitancebolleta2801.xhtml
capitancebolleta2901.xhtml
capitancebolleta3001.xhtml
capitancebolleta3101.xhtml
capitancebolleta3201.xhtml
capitancebolleta3202.xhtml
capitancebolleta3203.xhtml
capitancebolleta3204.xhtml
capitancebolleta3205.xhtml
capitancebolleta3206.xhtml
capitancebolleta3207.xhtml
capitancebolleta3208.xhtml
capitancebolleta3209.xhtml
capitancebolletaO101.xhtml
capitancebolleta05notas.xhtml
capitancebolleta08notas.xhtml
capitancebolleta09notas.xhtml
capitancebolleta10notas.xhtml
capitancebolleta14notas.xhtml
capitancebolleta18notas.xhtml
capitancebolleta19notas.xhtml
capitancebolleta21notas.xhtml
aspectos.xhtml
cronologia.xhtml
obras.xhtml