23 5040ee — Introducción al fenómeno de la literatura de cordel en la cultura centauriana

NOTA: A lo largo de este ensayo hay enlaces con varias coplas de ciego centaurianas, algunas de ellas profusamente ilustradas (si la carga de la página resulta demasiado lenta, pruebe a hacerlo sin imágenes, o maldiga a los inefables dioses del Ciberespacio). Recomendamos su lectura para hacerse una idea de qué va esto:


El príncipe y el demonio

El vicio y el silicio

La vera historia de Koñan de Simpleria

Consecuencias artificiales


A cualquier habitante del Ekumen le serán familiares las tendencias y modas artísticas de Alfa Centauri (y, en menor grado, de Próxima Centauri). ¿Quién no se ha topado con una escultura Hihn y sus luces pulsantes que arropan a unas formas que se contorsionan agónicas, como si quisieran huir de sí mismas? ¿Y qué no se habrá dicho ya del estilo orgánico en Arquitectura? Como el queso azul, es algo que se ama o se odia apasionadamente; no caben medias tintas (…).

A pesar de su aparente diversidad, en el arte centauriano hay una raíz común: el retorcimiento formal llevado al paroxismo. A su lado, el culteranismo del Siglo de Oro español de la Era Preespacial resulta sobrio y circunspecto (…). El fondo es lo de menos. Todo está en la apariencia, y la valía del artista estriba en ser capaz de transmitir la mínima cantidad de información de la manera más complicada imaginable (o inimaginable). En esto, los centaurianos son insuperables (…).

Por supuesto, las reacciones frente al arte centauriano son legión. En el resto de mundos Ekuménicos ha recibido los más variados epítetos y definiciones, desde "mal gusto" y "sublimación del esnobismo" hasta "vomitivo". De hecho, salvo los críticos de arte, algunos estamentos oficiales y los nuevos ricos, no resulta excesivamente popular fuera de sus mundos de origen (…).

Curiosamente, una de las negaciones más claras del espíritu artístico centauriano surgió en la propia Alfa Centauri. Sus planetas más inhóspitos fueron terraformados en una época tardía, cuando los mundos más acogedores ya disfrutaban de una cultura bien asentada. Los centaurianos viejos consideraban a los nuevos (inmigrantes de escaso poder adquisitivo o refugiados de guerras diversas) como unos patanes iletrados, advenedizos incapaces de apreciar los refinamientos del arte Hihn (…). Obviamente, el rechazo de los viejos fue respondido con un olímpico desprecio por parte de los nuevos, quienes bastante tenían con ir sobreviviendo en los despiadados entornos planetarios donde los habían ubicado.

Aquellas colonias inhóspitas fueron el escenario perfecto para el renacimiento de la literatura de cordel.

Hubo un tiempo, allá en la Vieja Tierra, en el que no exist¡a la holovisión, ni las redes de datos, ni siquiera la energía eléctrica barata. Los pueblos pequeños estaban realmente aislados de los grandes acontecimientos. De hecho, una persona podía nacer, vivir y morir sin haberse desplazado más de diez kilómetros a la redonda. La fragmentación social era la norma. En muchos casos, los transmisores de la información, quienes sacaban a la gente de su cotidiana rutina, eran los poetas ambulantes, los bardos, los juglares, los rapsodas (…). Al final, la marea del progreso los arrastró a todos, claro está. Sus últimos representantes, una mera sombra del pasado glorioso, fueron los recitadores de coplas de ciego, aleluyas y similares (…).

Las composiciones eran a veces refritos de antiguos romances y cantares de gesta, aunque a menudo consistían en versiones más o menos libres de sucesos de actualidad, con especial énfasis en lo morboso: crímenes violentos, venganzas familiares, catástrofes (…).

Esta literatura de cordel solía acompañarse de láminas con diversas ilustraciones, que ayudaban a los analfabetos (sí, hubo una época en que casi nadie sabía leer) a seguir las historias. Los dibujos eran de escasa calidad, y de estilo un tanto naïf, pero cumplían su cometido: exaltar la truculencia, lo pintoresco, la sangre (…).

No se sabe a ciencia cierta a quién se le ocurrió la peregrina idea de resucitar la literatura de cordel entre los centaurianos nuevos, pero el caso es que cayó en gracia, y de una broma simpática acabó por ser un entretenimiento popular. A ello contribuyeron los centaurianos viejos, con su permanente desprecio hacia quienes no compartían sus gustos art¡sticos. A modo de reafirmación cultural, los centaurianos nuevos tomaron la literatura de cordel como parte de sus señas de identidad para reafirmarse como pueblo (…). Al cabo de unos años ya habían organizado grandes festivales, donde se trataba de recrear la atmósfera que acompañó a aquellos poetas ambulantes en la Vieja Tierra (…).

Pronto comenzó a acudir el turismo, atraído no sólo por la literatura de cordel, sino más bien por el ambiente lúdico y tabernario, así como por las delicias gastronómicas y las generosas libaciones con que se acompañaban los recitales. Semejante fuente de ingresos vino de maravilla a los centaurianos nuevos, quienes se convirtieron en una comunidad próspera (…).

Los centaurianos viejos nunca aceptaron la literatura de cordel. Fingían ignorarla o, como mucho, la miraban desdeñosamente por encima del hombro. Un ejemplo de esta actitud puede hallarse en el libro Lo bueno y lo malo, del celebérrimo crítico centauriano J'Saint-Jacques:

"El éxito de las coplas de ciego sólo puede explicarse si se concluye que los gustos literarios de la masa no están lo suficientemente educados. La gente, por lo general, prefiere comerse un huevo frito antes que unas mollejas de gandulfo, pero seamos clementes. No es moralmente censurable, ya que la gente no tiene la culpa de vivir en la oscuridad, de desconocer lo óptimo.

Tomemos un ejemplo. En los mundos de Orión es muy conocida la Balada del príncipe Godó y el demonio Drogrofagur, de la que existen incontables versiones. La historia es simple. El príncipe, obligado por una promesa sagrada, parte en busca del demonio, pero es capturado y sometido a tortura. Al final es rescatado por su escudero Nicasio, el cual, para lograrlo, tuvo que vencer al demonio en una épica partida de parchís.

Centrémonos en el momento cumbre de la balada: la captura del príncipe. Podemos comparar el tratamiento que recibe en manos de un buen escritor, frente a la prosaica versión en romance, para ser recitada en alguna taberna y ser consumida por manadas de turistas con más dinero que buen gusto.

El conocido escritor alfacentauriano S'O'Pelm'Hazo logra reflejar como nadie la atmósfera de maravilla y terror en que príncipe y demonio se enfrentan. Con su reconocido dominio del idioma, y a través de 198 páginas (de las que, por desgracia, aquí sólo podemos ofrecer unas líneas), consigue un incomparable retrato, pletórico de poesía, imágenes y sensaciones, narradas en primera persona por el príncipe Godó:

Los pasillos dibujan su negra y lóbrega geometría en las viscerales entrañas del castillo (…). Mi cabeza emerge a través de la ventana al igual que un potrillo recién nacido asoma por la vagina de su yegua madre. Como a él, mil y una nuevas sensaciones me asaltan tras salir del útero-castillo [Nota de J'S-J.: es una pena no poder reproducir aquí esas 1001 sensaciones, ya que constituyen la esencia pura de la belleza literaria, pero el espacio es limitado] (…). Las estrellas, como fino tapiz de cristales de metacrilato dispersos por la bóveda celeste, me contemplan con su fría indiferencia, gélida, glacial, cósmica. Mecidos por el libidinosamente acariciador viento, los árboles susurran, casi diríase que gimen en un vegetal y cr¡ptico arrebato de pasión, antesala de un verde y mudo orgasmo (…). Súbitamente, como el hachazo de un verdugo que cercena la testa del aherrojado reo, algo me atrapa. Incertidumbre, dolor, impotencia… Son palabras que ahora cobran para mí todo su prístino significado, más allá del mero y somero significante (…). Los minutos se arrastran, reptan, se deslizan con untuosidad de hidromiel espesa, preñada de infaustos matices (…). La voz (¡oh, esa voz!) de Drogrofagur inunda la estancia, la supera, la sublima, y reverbera en mis carnes con ímpetu de broncínea campana (…). Las palabras del demonio han desvelado, al fin, su propósito oculto para mi frágil persona. Sucumbo ante su ímpetu, cual palmera que se cimbrea ante los embates del viento, y la espada del placer y del dolor saja mis entrañas. Mis sentimientos nadan en un piélago de ambigüedad, de ambivalencia. ¿Qué será de mis prejuicios?

Compárese esta obra maestra con los magros 28 versos con que es despachado el asunto por estos literatos de cordel de nuevo cuño:

El príncipe su cabeza
por la ventana asomó,
buscando en la clara noche
al demonio abusador.
Justo entonces un gran cepo
por el cuello lo aferró,
y en torno a sus lindos brazos
una soga se anudó.
Abatióse un negro espanto
sobre el príncipe Godó,
pues sus voces de socorro
no las escucha ni Dios.
Por una entrada secreta
el demonio apareció;
su obscena risa retumba
por toda la habitación.
"Lacerar podrás mis carnes",
dice el pr¡ncipe Godó,
"¡pero mi alma inmortal
no la mancillarás, no!"
.
"¿Quién habla de hacerte daño?",
el demonio replicó.
"¡Si me has robado el sentido…!
¡Tío macizo! ¡Corazón!"
.
Sin hacer caso a sus gritos
el demonio se acercó,
y tras bajarle las calzas
por detrás se la endiñó.

Como se ve, es algo zafio, basto, chabacano y patéticamente breve. Personalmente, encuentro desmesurado el sentido del humor que impregna los versos. Se trata de una literatura de baja intensidad, que no me atrae, pero que, teniendo en cuenta los gustos actuales de las masas, sin duda podrá tener éxito e incluso ser publicable aunque, obviamente, nunca será digna de figurar en la Editorial Alfa, con unos estándares de calidad bien establecidos (…)".

No entraremos aquí a discutir las bondades de la literatura de cordel, sino que nos limitaremos a incluir algunos ejemplos, para que el lector pueda juzgar.

Los recitadores de aleluyas y similares prefieren unánimemente el verso octosílabo, tal vez por reminiscencias del romancero castellano (…). En principio, la métrica elegida fue el pareado consonante, como puede verse en EL VICIO Y EL SILICIO. Eran composiciones relativamente cortas y eminentemente jocosas. En este caso, el relato en que se basa es apócrifo, y habría que ubicarlo al principio de la expansión de los viajes MRL, cuando tantos nuevos mundos se abrieron ante nuestros ancestros.

La juguetona cadencia de los pareados no resultaba del todo adecuada para los relatos de hazañas, bien fueran épicas o burlescas, y poco a poco fue sustituido por el romance, con versos de rima asonante. Son poemas de mayor longitud, con historias más elaboradas, aptos para ser recitados frente al fuego (…). El ejemplo seleccionado antes, extraído de EL PRÍNCIPE Y EL DEMONIO, da buena idea de ello (…).

Finalmente, los poetas fueron abandonando el romance y se aficionaron a los poemas compuestos por coplas encadenadas, que permiten cambiar la rima, si se desea, cada cuatro versos. Ello se adecua tanto a la narración de tragedias como a obras asaz festivas. LA VERA HISTORIA DE KOÑAN DE SIMPLERIA, sin duda está basada en algún héroe de los mundos que retornaron a la barbarie tras el Desastre del 3800ee. El autor no ha podido resistirse a parodiar lo que sin duda fue una tragedia (…). En un tono más lúdico, tenemos CONSECUENCIAS ARTIFICIALES, al parecer escrito para caricaturizar a las feministas fundamentalistas del planeta Volkhavaar, adoradoras de la diosa Tanith-Lee, cuyas fiestas de Escarnio y Reprobación del Demonio Falo son archiconocidas en todo el Ekumen (…).

Los dibujos que acompañan a los versos pueden parecer un tanto cutres, pero han sido realizados así ex profeso, para imitar a los pliegos de cordel que repartían los ciegos allá en la Vieja Tierra (…).

El vicio y el silicio


Ahora paso a relatar
una historia singular:
de la nave Prometeo,
que tuvo un final muy feo.


El salto hiperespacial
del viaje anuncia el final.
Después de tanto fracaso,
¿triunfarán por fin, acaso?


La tripulación completa
mira hacia el nuevo planeta.
En voz alta el capitán
dice que lo explorarán.


Y alla va una lanzadera,
que sin duda es la primera
en arribar a aquel mundo,
tan soleado y fecundo,


con sus plantas, animales,
y muy rico en minerales.
No hay obstáculos adversos,
ni alienígenas perversos.


El capitán, ¡dicha enorme!
así lo pone en su informe:
"¡Esto es el Edén soñado,
para ser colonizado!"


Mientras tanto, en la cabina,
la gente se le amotina.
Y dice el cabo Jofresa,
subido sobre una mesa:


"¡Estoy hasta los cojones
de no tener vacaciones!
¡Tres años ya, sin descanso,
dando tumbos como un ganso,


explorando y, si se piensa,
sin obtener recompensa!"

Y sin mucha discusión,
se trama vil rebelión.


El capitán, de repente,
muere en trágico accidente.
¡Pobre! Mas… ¿quién espera
un fallo en la lanzadera?


El cabo, ¡traición enorme!
destruye archivos e informe,
y al planeta virginal
marchan todos; es normal.


Un día, por casualidad,
se descubre la ciudad:
a lo lejos, ¡cómo brilla
tan extraña maravilla!


La exploran con cierta calma,
Pero no se ve ni un alma.
Hay casas, ¿tal vez mansiones?
con cómodos almohadones.


La comida no es escasa,
y se atiborran sin tasa.
Ya pueden bien disfrutar,
reír, beber y folgar.


Pero esta gente malvada
al final es castigada.
Y les cuento, si les place,
su espantoso desenlace:


Un día que el sol se ha eclipsado,
la ciudad ha despertado,
y las supuestas casitas
¡son unas bestias malditas!


Tras su letargo, es de ver
cómo buscan qué comer.
A los cabos y sargentos
los devoran en momentos.


De la teniente Marieta
se han zampado hasta una teta,
y del alférez Perote
no han dejado ni el… cogote.


Y no se libra ni un menda
de convertirse en merienda.
¡Así combaten el vicio
unos seres de silicio!


Pues esta historia nos deja
la siguiente moraleja:
QUE EL BUEN DIOS CASTIGA AL MALO,
Y NO CON PIEDRA NI PALO.

La vera historia de Koñan de Simpleria

Candidata a los premios Ignotus 1999

A todas vuesas mercedes
me complace relatar
la rara historia de Koñan,
un bárbaro singular.


En la remota Simpleria
son más bestias que el copón,
pues el país queda lejos
de la civilización.

Sus mujeres son ariscas
y sus hombres pendencieros.
Si pueden lograrlo a golpes,
¿quién necesita el cerebro?

Al herrero de una tribu
un retoño le ha nacido,
y lo ha bautizado Koñan,
que significa: "¡Dios mío!".


Desde su más tierna infancia
luchando mostró destreza,
pues le arrancó de un porrazo
a un chiquillo la cabeza.

Al pasar la pubertad
su fuerza se confirmaba,
pues dejaba de ser virgen
la que con él se cruzaba.

Por éstas y otras fazañas,
su familia y los vecinos
llegan a una conclusión:
"¡Vaya un coñazo de niño!".

Para deshacerse de él
lo persuaden sutilmente,
a ver si emigra hacia el sur,
donde habrá mucha más gente.

Y con la cabeza llena
de tantos sueños de gloria,
Koñan parte de Simpleria
embargado por la euforia.


A lo largo de sus viajes,
gracias a su fiel espada
(y a lo bruto que es el tío)
no se le resiste nada.

Ha dado muerte a demonios,
despedazado hechiceros,
se ha metido a mercenario
y ha vivido a sangre y fuego.

Batallando sin cesar
y echando un par de pelotas,
muchos tronos de los reyes
ha pisado con sus botas.

Al cabo de varios años
un ejército ha reunido,
compuesto por malandrines,
forajidos y asesinos.

Forman una alegre tropa
sin disciplina ni honor,
que en cuanto huele el dinero
se alquila al mejor postor.

Tan pronto Koñan se entera
que hay países en conflicto,
sin dudarlo los visita
ofreciendo sus servicios.


El Gobierno de Akolonia
con urgencia se ha reunido,
y tras un largo silencio
se escucha al Primer Ministro:

"Distinguidas señorías:
malas nuevas recibimos,
pues Koñan, el simpleriano,
a servirnos ha venido.

Al recordar la otra vez
que ese tipo y sus esbirros
nos echaron una mano,
me entran sudores fríos…

Cuando convenció a la Reina
de su genio militar,
los desastres que nos trajo
no se pueden ni contar.


En la vecina Nimedia,
¡pobre país enemigo!
prendió fuego a sus ciudades;
sus gentes pasó a cuchillo.

La cabeza del monarca
nos trajo como regalo,
mas la victoria asoló
nuestra balanza de pagos.

Al enemigo vencido
no se le trata a lo bruto,
pues lo que nos interesa
es cobrarle un buen tributo.

Pero los muertos no pagan,
y tras quemarles los campos
¿de qué nos sirvió Nimedia?
¡Sólo nos generó gastos!

Y los secuaces de Koñan
que bebían cual cosacos
y comían cual leones,
por poco nos arruinaron.

Violaron tres mil doncellas,
los comercios saquearon…
¡Gracias dimos a los dioses
cuando por fin se largaron!


Para colmo de los males
la Reina se encaprichó
de Koñan, el simpleriano,
¡y menuda nos cayó!

Yo no sé lo que vio en él…
O lo sé, pero me callo,
pues pasaron todo un año
fornicando sin desmayo.

Sus repugnantes costumbres
hicieron que de un infarto
se muriera el mayordomo,
harto ya de sufrir tanto.

No le vimos darse un baño,
escupía por los balcones,
y tras sacarse los mocos
los pegaba en los sillones.

Cuando se cansó y se fue
dejó a la Reina preñada,
con el corazón partido…
y hubo que despiojarla"
.

Se calla el Primer Ministro
porque la voz se le quiebra,
y tiembla todo el Gobierno
al ver lo que les espera.


De repente un secretario
rompe el silencio siniestro,
pues tiene una idea sensata
que puede ser de provecho.

¡Aún no está todo perdido!
Y si el plan no es un fracaso
pagarán su peso en oro
al bueno del secretario.

Cuando Koñan de Simpleria
a la ciudad ha llegado
se va derecho al Palacio
sin bajarse del caballo.

Con su voz ronca y potente
proclama con desparpajo:
"¡Enemigos de Akolonia!
¡Yo les mandaré al carajo!

Y si no hay guerra a la vista,
ayudaré como sea:
limpiaré los bajos fondos,
perseguiré a las rameras,

desollaré a los ladrones,
quemaré a los proxenetas…
¡Secundado por mis hombres,
traeré la paz a estas tierras!"
.


Entonces el secretario,
llorando a lágrima viva,
al simpleriano se acerca
y se postra de rodillas.

"¡Oh Koñan, el Invencible!
Ni siquiera tu destreza
puede salvar a Akolonia
del problema que la aqueja…"
.

El bárbaro se alborota
y exclama con gran furor:
"¿Qué problema ni que leches?
¡A nada le temo yo!"
.

El secretario le explica
que al oeste del país,
un dragón aterroriza
a la gente hasta morir.

Koñan mira con desprecio
a los allí congregados:
"¡Habéis perdido el valor,
cobardes civilizados!

Antes que se ponga el sol
yo destriparé a ese bicho.
¡No consiento que mi honor
se vea puesto en entredicho!"
.

Sin pensárselo dos veces
Koñan se da media vuelta
y les dice a sus secuaces:
"¡Hay que matar a la bestia!".


El viejo dragón Esmug,
pacífico carroñero,
es apreciado por todos
los que moran en el pueblo.

Se alimenta de basura,
de desechos e inmundicias,
y con ello se consigue
que la comarca esté limpia.

Si no se meten con él,
resulta un gran compañero:
es culto e inteligente
y conversa con salero.

Aquel día, su digestión
resultó ser un calvario,
pues se comió para postre
a un crítico literario.

Para pasar aquel trance
tuvo que echarse una siesta,
y su sueño es tan profundo
que ni un trueno lo despierta.


Escondido tras las rocas,
Koñan observa al dragón,
y cree llegado el momento
para pasar a la acción.

Mas su viejo y fiel amigo,
el pirata Patapalo,
va y le dice, pesaroso:
"Este asunto es malo, malo…

Los dragones echan fuego
y son bichos resabiados.
No te juegues el pellejo.
¡Vámonos para otro lado!"
.

Pero Koñan no hace caso
al consejo del pirata.
Él ha matado a demonios
y ha escapado de sus garras.

Según le explica a su amigo,
esos monstruos del infierno
presentan su punto débil
justo en medio de los cuernos.

"Aprovechando que duerme,
por la espalda y con sigilo,
si me acerco a su cabeza
¡con la espada lo liquido!"
.

¡Dicho y hecho! Koñan parte
y se acerca paso a paso,
mientras que el viejo pirata
ya está rumiando el fracaso.


Cuando Koñan llega al lado
de aquel engendro tan feo,
el dragón levanta el rabo
y expele un sonoro pedo.

El metano y otros gases
que salen a gran presión
se inflaman, y así convierten
a Koñan en chicharrón.

El pirata Patapalo,
transido por el dolor,
al ver frito al simpleriano
de esta manera lloró:

"¿No le dije una y mil veces
que echan fuego los dragones?
¡¡La madre que lo parió
al tonto de los cojones…!!"
.

Y tras perder a su jefe
todos se desmoralizan,
y las tropas de Akolonia
les dan una gran paliza.


Ninguno dejan con vida.
¡Problema solucionado!
El Gobierno de Akolonia
por el éxito ha brindado.

Y aquesta historia nos deja
la siguiente moraleja:

Si olvidando la prudencia
te da por hacerte el chulo,
no te acerques a un dragón
ni siquiera por el culo.

O dicho de otra manera:
si quieres que te crean macho,
no te arrimes a un dragón,
por si ha sufrido un empacho.

Consecuencias artificiales

A todos los que me escuchan
yo les quisiera contar
la extraña historia de Quico
y su pasmoso final.


La estación espacial X
orbita en torno a un planeta
al que una estrella amarilla
le da luz y lo calienta.

Trabajan allá mil almas
que tratan, con gran denuedo,
de que el espíritu humano
pueda hollar nuevos senderos.


El sargento Quico Algarve
es un tipo popular,
y no por su inteligencia
sino por saber ligar.

No hay moza que se resista
a su ataque despiadado,
porque en cuanto se descuide
ya se la habrá cepillado.

Dicen que hasta el capellán
va tras él; mas es un bulo,
pues Quico dice bien claro:
"¡No es de hombres dar por culo!"


Pero este cerdo machista
recibirá su castigo;
el destino siempre es justo,
aunque algo retorcido.

Una nave llega un día
(alienígena, por cierto);
la tripulación es Fholl,
raza amante del secreto.

Con un correcto lenguaje,
políticamente hablando,
se suceden los discursos,
los honores y agasajos.

Entre tanta bienvenida,
el sargento Algarve acecha.
Él odia la diplomacia;
lo que busca es carne fresca.


Se fija en una hembra Fholl.
"¡Qué buena que está la tía!
Para gozarla he de usar
de mi astucia y sangre fría…"

En la comida oficial
a la Fholl le guiña un ojo,
y la hembra le responde
a las claras, sin sonrojo.

Las palabras pronto sobran
y la Fholl es complaciente.
Lo que sucedió esa noche,
se lo imaginan ustedes…


Al cabo de unas semanas
Quico se siente fatal:
vomitonas, cagaleras
y malestar general.

El médico, con gran tacto,
pues el caso es desusado,
mira a Quico y, sin ambages,
le dice que está preñado.

A Quico le da un soponcio
y ya no siente las piernas.
Causa más risa que lástima
la cara que se le queda.

Al saberlo, los Fholl piden
que Quico vaya con ellos,
pues es la única manera
de que no perezca el feto.


¡Qué remedio…! El almirante
al viaje da el visto bueno,
y compañera le asigna
para que le dé consuelo.

Acojonado va Quico
y su colega le irrita,
pues no para de decirle:
"¡Te lo mereces, machista!"

La capitana Marieta
(así se llama) le explica
cómo ha sufrido en la Historia
la condición femenina.

Un bledo le importa a Quico
la injusticia con su sexo;
tan sólo piensa en los Fholl
para cagarse en sus muertos.


Cuando llegan al planeta,
nada más aterrizar
los Fholl se llevan a Quico
a parir al hospital.

Por razones evidentes
la cesárea le han de hacer,
y Quico pasa a ser madre
de un encantador bebé.

Dado que la criaturita
necesita tomar leche,
a Quico en ama de cría,
con hormonas lo convierten.


Un buen d¡a, la capitana
(que es una mujer discreta)
va y descubre que los Fholl
mantienen reunión secreta.

Aquellos seres planean
la Tierra pronto asaltar
y raptar a los machotes,
para poderlos preñar.

La razón de esta conducta
se revela sin tardanza,
pues los Fholl son una especie
que está dividida en castas.


El buscar una pareja
es un proceso complejo;
nadie se come una rosca
antes de llegar a viejo.

De acuerdo con lo que exige
la Sagrada Tradición,
aparearse requiere
muy rara combinación:

Las castas A, B, C y D
copularán entre s¡
sólo si X está en celo
y G con L… me perdí.


Ante tal galimatías
a nadie causará asombro
la falta de descendencia;
los Fholl se extinguirán pronto…

Por eso, al ver que los hombres
pueden ser inseminados,
prefieren ir a la guerra
aún a riesgo del fracaso.

¡Todo sea por esos cuerpos
donde incubar a los hijos!
Por las buenas o las malas
decidirán su destino.


La capitana interrumpe
la reunión, y les replica:
"¡De justicia me parece
castigar a los machistas!

Sufrir sin duda merecen,
mas tal solución no es buena;
mucha gente moriría.
Abordemos el problema:

No seáis tan gilipollas,
juntaos de dos en dos,
olvidaos de las castas
¡y daos un buen achuchón!"

Es herético el concepto;
se discute con fervor.
Deciden ponerlo a prueba…
¡Y funciona, sí, señor!


Marieta recibe honores
y los Fholl, agradecidos,
le permiten regresar,
junto al compungido Quico.

Así concluye un relato
que a reflexión nos invita,
y que no acabó en tragedia
por la intuición femenina;

pues la sensibilidad,
la inteligencia y la vista
pueden ridiculizar
a cualquier tonto machista.

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