Sobre la psicología de la capitulación[214]
Septiembre de 1929
La capitulación de Radek, Smilga y Preobrashenski es, a su manera, un hecho político trascendente. Demuestra sobre todo el agotamiento de la generación magna y heroica de revolucionarios que tuvieron la suerte de vivir las experiencias de la guerra y la Revolución de Octubre. Esta capitulación, a pesar de ser formalmente absurda, contiene indudablemente elementos trágicos: tres revolucionarios viejos y honorables se marginaron de las filas de los vivos. El camino de la rehabilitación está abierto para gran cantidad de centristas. Para los capituladores está cerrado. Han perdido lo más importante: el derecho a exigir confianza; jamás lo podrán recuperar.
Sin embargo, el hecho de que Radek, Preobrashenski y Smilga ya no puedan ser maestros de la revolución no significa que no se pueda aprender nada de su experiencia. No, la historia de su capitulación es muy aleccionadora. Afortunadamente, disponemos de toda la correspondencia de los bolcheviques leninistas exiliados en 1928. Estas cartas no eran privadas, en el sentido estricto del término. Eran artículos, a veces tesis, difundidos en muchas copias y por los más diversos medios. Su forma epistolar, era sólo una medida de emergencia provocada por las condiciones reinantes en el exilio.
Hoy resulta asombroso leer los argumentos de Radek, que desacreditan irreparablemente su capitulación. Mientras estábamos todos juntos, resistían hasta los débiles y los que vivían en semibancarrota moral. Pero cuando cada uno quedó librado a sus propios recursos, aquéllos comenzaron a buscar otra salida. Así surgió un pequeño grupo de candidatos a capituladores. La categoría no es muy elevada, pero aun en este nivel Radek y los demás, atrapados por sus contradicciones, por la fuerza del hábito han formulado argumentos nefastos para su propio futuro.
Como todos saben, en 1927 Radek era uno de los extremistas de la Oposición en lo referente al termidor y a los dos partidos. En respuesta a la actitud conciliadora que tenía Zinoviev en esa época, Radek escribió: «La crisis que afecta a nuestro partido implica una crisis severa que afectará a la revolución durante muchos años. En esta crisis, la única orientación realista es hacia nuestros compañeros, los que han meditado a fondo en todos sus problemas y están dispuestos a aguantarse los golpes. Sólo un núcleo sólido de personas que saben lo que quieren y pelean hasta el fin por sus objetivos puede arrastrar a los débiles». Estas palabras son excelentes, y constituyen la base de la actividad de la Oposición comunista revolucionaria.
Radek no aguantó mucho tiempo. Sus primeras vacilaciones datan de febrero del año siguiente. Sin embargo, en esa época seguía rechazando resueltamente el camino de la capitulación. Asimismo consideraba seres despreciables a los capituladores. El 10 de mayo Radek le dirigió a Preobrashenski una carta en la que se refería con indignación a Zinoviev y a Piatakov: «Al retractarse, violan sus propias convicciones. Es imposible ayudar a la clase obrera con mentiras». Así, a Radek le resultaba inconcebible que los capituladores pudieran renunciar sincera y honradamente a sus posiciones. Teniendo en cuenta los hechos, ¿quién podría creer lo contrario? El 24 de junio Radek le escribió al camarada Trotsky: «Semejante renuncia sería lo más ridículo, ya que la historia las reivindicó brillantemente».
Las posiciones de la Oposición se forjaron a principios de 1923. A mediados de 1928, es decir, en el sexto año de la lucha política, Radek reafirmaba plenamente que eran correctas. Pero después de un año de exilio, Radek y los otros dos desertores emitieron una declaración sintetizada en la frase: «El partido hizo bien en repudiar nuestra plataforma».
¡He allí la catástrofe ideológica y moral de revolucionarios en bancarrota espiritual!
Para el mundo exterior, la capitulación del «trío» fue un hecho espectacular. Para los cuadros de la Oposición, no fue nada inesperado. Leyendo la correspondencia, surge claramente que de tanto en tanto Radek debía defenderse de quienes sospechaban que abría el camino hacia la capitulación. Los camaradas más jóvenes protestaban con gran franqueza. Los revolucionarios más viejos se expresaban con mayor cautela pero, esencialmente, sin albergar ilusiones. El 9 de setiembre de 1928, el camarada Trotsky escribió a uno de los camaradas en Moscú: «No sé si los resultados del congreso profundizan o disminuyen las diferencias con Preobrashenski. Por amargo que resulte decirlo, hice un balance personal de los últimos meses y llegué a la conclusión de que el asunto no tiene arreglo. Nuestros caminos son demasiado dispares. Es imposible soportar mucho tiempo esos estallidos emocionales».
La correspondencia es por si misma tan asombrosamente clara y aleccionadora que no consideramos necesario hacer citas extensas en estas líneas preliminares. En todos los casos, las citas están tomadas de los originales de que disponemos. Las reproducimos textualmente, salvo que, donde es necesario, reemplazamos las iniciales por los nombres completos.
El 10 de mayo de 1928, Radek escribió a Preobrashenski desde Tobolsk:
«Repudio a los zinovievistas y piatakovistas por dostoievskianos. Al retractarse, violan sus propias convicciones. Es imposible ayudar a la clase obrera con mentiras. Los que se quedan deben decir la verdad».
El 24 de junio, Radek le escribió al camarada Trotsky:
«Ninguno de nosotros puede siquiera pensar en renunciar a nuestras posiciones. Semejante renuncia seria lo más ridículo, ya que la historia las reivindicó brillantemente.
»Smilga cae en posiciones extremas, no porque defienda su punto de vista sino por el tono que emplea. Jamás debemos hablar del centro como lo hacían los wrangelistas de esa época (es decir, cuando Stalin trató de socavar a la Oposición con un oficial de Wrangel).»