Respuesta a los oposicionistas chinos[292]
22 de diciembre de 1929
Estimados camaradas:
El 20 de diciembre recibí su carta del 15 de noviembre; tardó treinta y cinco días desde Shanghai a Constantinopla. Hay que suponer que mi respuesta tardará por lo menos lo mismo en llegarles a ustedes. No podemos remediarlo. Ni el correo aéreo ni la radio están todavía al servicio de la Oposición.
Lo más importante de la carta es el informe de que ya publicaron un programa de la Oposición china. Deben traducirlo inmediatamente a por lo menos un idioma europeo. Toda la Oposición Internacional debe tener la oportunidad de conocer ese documento tan importante. Espero el programa con la mayor impaciencia.
En su carta plantean dos cuestiones en relación con el programa: la Asamblea Constituyente y los estados unidos de Asia. La segunda es totalmente nueva; tengo que postergar mi respuesta al respecto hasta poder dedicarle un articulo especial. Responderé brevemente sobre el problema de la Asamblea Constituyente:
El objetivo político del Partido Comunista Chino, debilitado e ilegalizado, no es movilizar solamente a los obreros sino también a las amplias capas sociales de la ciudad y el campo contra la dictadura militar-burguesa. Con este fin tenemos que utilizar la consigna más simple y lógica en las condiciones actuales, la Asamblea Constituyente. Hay que agitar incansablemente esta consigna ligándola con otras propias de la revolución democrática: la tierra para los campesinos pobres, la jornada de ocho horas, la independencia de China y el derecho de autodeterminación de los pueblos que la constituyen.
Hay que acompañar la agitación con la propaganda para que por lo menos los sectores más avanzados del proletariado comprendan que el camino que lleva a la Asamblea Constituyente sólo puede pasar por la insurrección contra los usurpadores militares y la toma del poder por las masas populares.
El gobierno que surja de la revolución triunfante de los obreros y los campesinos sólo puede ser una dictadura del proletariado que dirija a la mayoría del pueblo explotado y oprimido. Pero hay que entender claramente la diferencia que media entre la perspectiva revolucionaria general, que debemos explicar incansablemente en nuestros artículos y charlas teóricas y propagandísticas, y la consigna política actual con la que, ya hoy, podemos movilizar a las masas organizándolas realmente contra el régimen de la dictadura militar. Esa consigna política central es la de Asamblea Constituyente.
En el proyecto de programa de la Oposición china, elaborado en Constantinopla por algunos camaradas chinos y extranjeros, nos referimos brevemente a esta consigna. Sé que mi joven amigo N.[293] les hizo llegar ese proyecto. Espero el proyecto de ustedes con la mayor impaciencia para poder juzgar, con los documentos en la mano, si hay diferencias entre ustedes y el camarada N. y si se justifica la existencia de dos grupos distintos. Tengo la obligación de abstenerme de formular juicio alguno sobre este importante problema hasta conocer bien los hechos y los documentos.
Me informan que los stalinistas chinos balearon a un oposicionista en las calles de Cantón. Por inaudito que pueda parecer este acto, no lo considero imposible. Lenin acusó a Stalin en su «testamento» de tener una tendencia personal a abusar del poder, es decir a la violencia. Desde entonces esta característica se desarrolló monstruosamente en el aparato del Partido Comunista de la Unión Soviética y se extendió a la Internacional Comunista. Naturalmente, la dictadura del proletariado es inconcebible sin el uso de la fuerza, aun contra determinados sectores del propio proletariado. Pero el estado obrero también necesita que la democracia obrera ejerza un control muy atento para que se sepa cómo, por qué y en nombre de quién se utiliza la violencia. Este problema se plantea de manera totalmente diferente en los países burgueses, en los que el partido revolucionario constituye una pequeña minoría de la clase obrera y tiene que luchar para ganar la mayoría. En estas condiciones, el uso de la violencia contra los adversarios ideológicos —no contra los rompehuelgas, ni los provocadores, ni los fascistas que atacan por la espalda, sino los adversarios ideológicos, incluidos los obreros socialdemócratas honestos— es un crimen enorme y una locura que inevitablemente se vuelve en contra del propio partido revolucionario. En la áspera lucha que libraron los bolcheviques contra los narodnikis y los mencheviques durante los quince años que precedieron a la Revolución de Octubre, nunca se emplearon métodos de violencia física. En cuanto al terror individual, nosotros los marxistas lo rechazamos aun en relación con los sátrapas zaristas. No obstante, recientemente los partidos comunistas, o mejor dicho sus aparatos, recurren cada vez con mayor frecuencia a la irrupción en los mitines y a otros métodos tendientes a suprimir automáticamente a los adversarios, fundamentalmente a la Oposición de Izquierda. Muchos burócratas están sinceramente convencidos de que en eso consiste el verdadero bolchevismo. Se vengan en otros grupos proletarios de su impotencia frente al estado capitalista, y en consecuencia convierten a la policía burguesa en árbitro de nuestras diferencias.
Es difícil imaginar la depravación que engendra esta combinación de impotencia y violencia. Los jóvenes se acostumbran a considerar el puño un arma más segura que la discusión. En otras palabras, se estimula el cinismo político, lo que, más que cualquier otra cosa, prepara a los individuos para pasarse al campo fascista. Hay que combatir implacablemente los métodos brutales y desleales del stalinismo, denunciándolos en la prensa y en las reuniones, impulsando en los obreros el odio y el desprecio a estos seudorrevolucionarios que, en lugar de apelar al cerebro, recurren a los golpes.
En cuanto al grupo de Chen Tu-hsiu[294], estoy bien informado de la política que siguió en la época de la revolución, la de Stalin-Bujarin-Martinov, es decir, una política esencialmente menchevique de derecha. Sin embargo, el camarada N. me escribió que Chen Tu-hsiu, en base a la experiencia de la revolución, se acercó considerablemente a nosotros. Sobra decir que nuestra actitud debe ser la de darle la bienvenida. Sin embargo, en su carta ustedes cuestionan categóricamente el informe del camarada N. Incluso sostienen que Chen Tu-hsiu no rompió con la política de Stalin, que es una mezcla de aventurerista y oportunista. Hasta ahora no leí más que una declaración programática de Chen Tu-hsiu y por lo tanto no estoy en condiciones de pronunciarme sobre el problema.
En otros aspectos, creo que la solidaridad principista sobre la cuestión china sólo se puede basar en la respuesta clara a los puntos siguientes:
En lo que se refiere a la primera etapa de la revolución china:
1) ¿Confirió el carácter antiimperialista de la revolución china el papel dirigente de la revolución a la burguesía «nacional» china (Stalin-Bujarin)?
2) ¿Fue correcta, aunque sea circunstancialmente, la consigna del «bloque de las cuatro clases»: la gran burguesía, la pequeña burguesía, el campesinado y el proletariado (Stalin-Bujarin)?
3) ¿Fue admisible la entrada del Partido Comunista Chino en el Kuomintang y la admisión de éste en la Internacional Comunista (resolución del Politburó del Partido Comunista soviético)?
4) ¿Fue admisible, en interés de la Expedición al Norte, frenar la revolución agraria (directivas telegráficas impartidas en nombre del Politburó del Partido Comunista soviético)?
5) ¿Fue correcto renunciar a la consigna de soviets en 1925-1927 cuando se extendía el movimiento de los obreros y de los campesinos, (Stalin-Bujarin)?
6) ¿Se podía aceptar en China, aunque sea circunstancialmente, la consigna de Stalin de partido «obrero-campesino», es decir la vieja consigna de los narodnikis rusos?
En lo que se refiere a la segunda etapa:
7) ¿Fue correcta la resolución de la Internacional Comunista que afirmaba que el aplastamiento del movimiento obrero-campesino por el Kuomintang de derecha y de izquierda significaba la «transición a una etapa superior de la revolución» (Stalin-Bujarin)?
8) En esta situación, ¿fue correcta la consigna de insurrección lanzada por la Internacional Comunista?
9) ¿Fue correcta la táctica guerrillera, reimplantada por Ho Lung y Yeh-Ting[295] y aprobada por la Internacional en el momento de reflujo político de los obreros y los campesinos?
10) ¿Fue correcta la organización de la insurrección de Cantón por los agentes de la Internacional?
En lo que se refiere al pasado en general:
11) La lucha que entre 1924 y 1927 libró la Internacional Comunista contra la Oposición alrededor de la cuestión china, ¿fue una lucha del leninismo contra el trotskysmo o, por el contrario, una lucha del menchevismo contra el bolchevismo?
12) La lucha que entre 1927 y 1928 libró la Internacional Comunista contra la Oposición, ¿fue una lucha del bolchevismo contra el «liquidacionismo» o, por el contrario, una lucha del aventurerismo contra el bolchevismo?
En lo que se refiere al futuro:
13) En las actuales circunstancias, con el triunfo de la contrarrevolución, ¿es necesario movilizar a las masas con consignas democráticas —especialmente la de Asamblea Constituyente—, como opina la Oposición, o hay condiciones para limitarse a la propaganda abstracta de la consigna de soviets, como resolvió hacerlo la Internacional?
14) ¿Tiene todavía algún contenido revolucionario la consigna de «dictadura democrática del proletariado y del campesinado», como cree la Internacional o, por el contrario, hay que liquidar esa fórmula disimulada del Kuomintang y explicar que en China el triunfo de la alianza de obreros y campesinos sólo puede conducir a la dictadura del proletariado?
15) ¿Es aplicable en China la teoría del socialismo en un solo país o, por el contrario, la revolución china sólo puede triunfar y llevar hasta sus últimas consecuencias sus objetivos como un eslabón más en la cadena de la revolución mundial?
Éstos son, en mi opinión, los principales problemas a los que debe necesariamente responder el programa de la Oposición china. Son cuestiones muy importantes para toda la Internacional. La época de reacción que China atraviesa tiene que convertirse, como siempre sucedió, en una época de gran preocupación por los problemas teóricos. En la actualidad los jóvenes revolucionarios chinos se caracterizan por su pasión por estudiar, por comprender, por abarcar el conjunto del problema. La burocracia, que carece de bases ideológicas, torna rígido el pensamiento marxista. Pero no me cabe duda de que en la lucha contra la burocracia surgirá de la vanguardia china del proletariado un núcleo de marxistas destacados que rendirá grandes servicios a toda la Internacional.
Con saludos oposicionistas,
L. D. Trotsky