17

A pesar de la regularidad de las cartas de Alejandro; a pesar de las buenas noticias de Concha y de la ayuda de Pilar, la criada que había tomado, los nervios de Beatriz volvían a resentirse. María José, la vecina de enfrente, lo atribuía al sobresalto que recibió unos días antes en la parroquia de San Bartolomé. Cuando se disponía a comulgar, un grupo de obreros jóvenes había irrumpido en la iglesia y destrozado varias capillas mientras uno de ellos amenazaba a los feligreses. Beatriz escapó con los ojos espantados. Estaba pálida como la misma muerte cuando llegó a casa.

Por si esto fuera poco, a las repercusiones sociales que tuvo en Valencia lo de Jaca, con huelgas, petardos, tranvías volcados, establecimientos comerciales y Bancos asaltados y el constante temor que le producían las patrullas de Asalto y de la Guardia Civil, se unía ahora las pesadillas de Pilar. Pero lo que más le quitaba el sueño era la actitud de Juan. Paraba poco en casa y el tiempo que lo hacía estaba tumbado en su cama mirando al techo, sin tocar los libros para nada. La única vez que su madre intentó sonsacarlo sacó en claro un montón de evasivas y la excusa de que a la Universidad no iba nadie y que se adelantaban las vacaciones de Navidad. Pero día sabía que su hijo le ocultaba algo. Al principio lo atribuyó a las relaciones con Lolita, a la que Juan había dejado de ver desde que Emerenciano le habló. Pronto comprendió que había algo más, y d temor de que el hijo se le descarriara iba minando sus fuerzas.

A Carlos le picó de repente el gusanillo de la política. De la noche a la mañana se hizo republicano. Fue el día que, a punto de comer, salió de la cocina maldiciendo las lentejas. «Alcalá Zamora ha prometido prohibir el cultivo de las lentejas en España —dijo haciendo visajes de asco—. ¡Son asquerosas!» Discutió con Marta, que era de otro parecer. Las lentejas, según ésta, tenían mucho hierro. «Me pregunto para qué te sirve ir a la Academia, ceporro.» La cosa hubiera podido quedar ahí, pero Carlos retiró su plato de lentejas, en la mesa, diciendo que parecían chinches al baño de María. La mesa se vació. Juan se retorcía en el lavabo y Marta tuvo que darle aire a su madre para evitar una de sus crisis.

Sólo Tito y Carlos siguieron sentados. El primero quiso saber qué estaba pasando, y su hermano trató de explicárselo. Fue en vano, porque Tito ignoraba lo que eran chinches. Y si en realidad eran gusanitos, como aseguró Carlos, no se explicaba por qué la gente se lo tomaba tan mal.

Como extrovertido que era, Carlos fue el que acusó en mayor medida d cambio de costumbres. Además, era el que más tiempo estaba en la calle. La tenía tomada con d director de la Academia, a quien llamaba tirano y reaccionario. Badía le preguntó en cierta ocasión si de verdad era republicano y él, encogiéndose de hombros, declaró formalmente que sí.

Introdujo en casa la nueva idea. Pegó en su cuarto, junto a la imagen de la Virgen de los Desamparados, una fotografía de Alcalá Zamora, al que sacaba la lengua cuando las cosas no le salían bien. Descuidaba adrede su forma de vestir, se despeinaba aposta cuando su madre no le veía e incluso se atrevió a desperezarse delante de su tía Isabel, que le propinó un papirotazo sin más explicaciones. Por aquellos días su madre encontró unos cohetes en el bolsillo de su pantalón. «Éste va para anarquista», pensó aterrada.

Y lloró, porque estaba convencida de que sus hijos iban por muy mal camino.

Marta se sentía deprimida. En cierta ocasión se confió a su amiga Luisa.

—A veces pienso que no voy a poder soportar esta vida. ¡Son veintidós años ya!

Y que si los nervios de mamá. Y que si el botarate de Carlos. Y que si el crío pequeño. Es como si estuviera casada y llena de obligaciones, pero sin ninguna ventaja. Ya me entiendes.

Suspiró.

—A lo mejor el día menos pensado hago una barbaridad. Luisa la miró sin comprender. Estaba alarmada.

—¿Qué quieres decir?

—Ni yo misma lo sé. Pero, créeme, estoy hasta las narices. Y ahora, por si faltaba algo, la churra que hemos cogido, esa Pilar, nos sale sonámbula. ¿No te digo? ¡Todo un poema!

Una tarde, paseando las dos por la calle de las Barcas, Marta se quedó como hipnotizada delante de un escaparate de ropa interior de señora. La nueva moda era atrevida, y se exhibía en el escaparate en unas prendas de telas transparentes color humo o negras. Las prendas eran más ceñidas y mucho más pequeñas que las que Marta y Luisa usaban.

Observaban hasta el menor detalle los sostenes y las combinaciones, que nada tenían que ver con la antigua camisa-pantalón, cuando oyeron a sus espaldas la voz de un hombre.

—Lo que daría yo por ver esos benditos cuerpos dentro de esos trapos —dijo el desconocido.

Marta se volvió y lo desafió con la mirada.

—Usted no da nada, porque es muy poca cosa para mí. ¿Sabe lo que iba a durarme?

Marta le dio la espalda y soltó una de sus carcajadas. Luisa se enfadó con ella.

—No está nada bien lo que acabas de hacer —protestó.

—Pues yo hago lo que me da la gana. Y si no te gusta salir conmigo, ya sabes.

Cada cual en su casa y Dios en la de todos.

Regresaron a casa de prisa porque el tipo las seguía.

A partir de entonces la amistad entre ellas se enfrió, y Marta se encontró todavía más sola.

Generaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
sec_0209.xhtml
sec_0210.xhtml
sec_0211.xhtml
sec_0212.xhtml
sec_0213.xhtml
sec_0214.xhtml
sec_0215.xhtml
sec_0216.xhtml
sec_0217.xhtml
sec_0218.xhtml
sec_0219.xhtml
sec_0220.xhtml
sec_0221.xhtml
sec_0222.xhtml
sec_0223.xhtml
sec_0224.xhtml
sec_0225.xhtml
sec_0226.xhtml
sec_0227.xhtml
sec_0228.xhtml
sec_0229.xhtml
sec_0230.xhtml
sec_0231.xhtml
sec_0232.xhtml
sec_0233.xhtml
sec_0234.xhtml
sec_0235.xhtml
sec_0236.xhtml
sec_0237.xhtml
sec_0238.xhtml
sec_0239.xhtml
sec_0240.xhtml
sec_0241.xhtml
sec_0242.xhtml
sec_0243.xhtml
sec_0244.xhtml
sec_0245.xhtml
sec_0246.xhtml
sec_0247.xhtml
sec_0248.xhtml
sec_0249.xhtml
sec_0250.xhtml
sec_0251.xhtml
sec_0252.xhtml
sec_0253.xhtml
sec_0254.xhtml
sec_0255.xhtml
sec_0256.xhtml
sec_0257.xhtml
sec_0258.xhtml
sec_0259.xhtml
sec_0260.xhtml
sec_0261.xhtml
sec_0262.xhtml
sec_0263.xhtml
sec_0264.xhtml