2

Carlos se emocionó al oír desde el supletorio la conversación de su hermano con Fefa. La encontró en el pasillo Sonriente. Con los ojos ligeramente empañados.

—¿Has oído, Carlicos?

—¡A ver si ese infeliz sienta la cabeza de una puñetera vez!

Fefa le arregló el nudo de la corbata.

—Ahora sí —dijo convencida—. Tu hermano ya es mayor. Que los cincuenta y cinco no los cumple.

Le besó ruidosamente en una mejilla y exclamó:

—Además, los dos lo están deseando. ¡Qué corcho!

—Que Dios te oiga.

Carlos anunció la buena nueva a Sofía y a José, que estaban aún en su dormitorio:

—Tío Alejandro viene con su mujer.

La emoción había dado paso a un entusiasmo infantil.

Paseaba de punta a cabo el corredor de la casa de su hijo, adonde se había trasladado la víspera desde el «Presidente». «Una lástima que Puri no se encuentre bien —pensó—. Habríamos estado todos. Que la familia tiene que estar junta. Unida.» Como siempre que pensaba en la hija escondía la cabeza bajo el ala.

Pensó también en Natalia. La tarde anterior, en el hotel, le habían entregado una carta de ella. Dos letras: «Muchas gracias. N.» Y un talón nominativo por valor de treinta y cuatro mil pesetas. Las que le había dado para que pudiera retirar el coche.

Fumaba nervioso, con las ideas agolpadas en el pensamiento. ¿Quién entendía a las extranjeras? Había «alquilado» aquel monumento de mujer en Marbella, se la había traído a Barcelona y, después de acostarse con ella, le devolvía el dinero. Se encogió de hombros, pensando que en realidad era un tipo con suerte. La noche anterior, después de cenar, su hijo J osé le había asegurado que no le molestarían por el dichoso asunto de los militares.

«-Ni siquiera irás a declarar. Tú fuiste un par de veces a tomar café como pudo haber ido el vigilante. Nada más.

»—Hombre, tampoco es eso.»

Su hijo se había echado a reír.

«-No te las des de héroe, papá. Además, no ha pasado nada. Absolutamente nada. Unas copas que se toman. Una idea peregrina que se le ocurre a alguien, no sabemos a quién, ni creo que se sepa nunca. Y otro alguien que, con buen criterio, da cuenta de lo que hay a quien debe hacerlo. Lo demás, nada. Un sainete de Arniches.»

Carlos había sonreído mirando al hijo y había dicho convencido:

«-Eso no lo sabrá nunca nadie. Pasará a la Historia como un enigma. Como algo nebuloso. Galáxico.»

Fefa había exclamado:

«-¡Mi marido es un sol!»

Y luego, sin que viniera a cuento, le había propuesto que dejara los negocios en manos de José. Lo hizo con desenfado. Riendo.

«-¡Y tú y yo a divertirnos por ahí los años que nos quedan de vida! Que tú no tienes por qué trabajar más. ¿No va a ser todo para ellos? Pues que se lo ventilen ellos. ¡Qué corcho!»

Carlos se había limitado a contestar que lo pensaría.

Le querían. Tenía la seguridad de que los suyos únicamente deseaban su tranquilidad y la de Fefa. Como tenía que ser. En el pasillo, mientras esperaban a los hijos, pensó en Beatriz, la madre. Momentos antes de morir, unos años después de la guerra, le había pedido que no odiara. Le dijo también que cuidara de su hermano menor. «Tú eres más fuerte. No dejes que se descarríe.»

Un remordimiento: Diéster. Carlos supo después de la guerra que no existía fuerza humana capaz de librarle del paredón, pero le atormentaba pensar que no había movido un dedo para salvarlo. ¿Eran perfectos los hombres? ¿Lo había sido el propio Diéster al fusilar a los prisioneros que caían en sus manos, después de la muerte de Marta y del hijo?

Una duda: María Dolores. Él se había limitado a ordenar que siguieran al coche y que le informaran después. La muerte de su sobrino José Antonio había sido, pues, accidental. No se sentía responsable. Ni se reprochaba su intransigencia para con María Dolores. Porque si de algo estaba seguro era de que había de preservar a los suyos del virus del comunismo. Y Lolita, «la miliciana», había sido una roja muy peligrosa. «Mi padre no quiso que entrara en la familia —dijo a media voz—, y yo no iba a ser más papista que el Papa. ¡Al cuerno!»

Pronunciaba estas palabras entrando en el comedor, donde Fefa se ajustaba las inedias.

Carlos le preguntó:

—¿A ti qué te parece?

Ella le miró sin comprender.

—¿Y yo qué me sé? Vas por la casa hablando entre dientes. ¡Habla claro, diantre!

Carlos arqueó las cejas al tiempo que empequeñecía los ojos.

—Te estaba diciendo que tienes las piernas más bonitas del mundo y parte de sus alrededores. ¿O es que no es así?

Se echaron a reír. Él encanado con su peculiar risita de garganta. Un flujo de reír que estallo en menudos fragmentos de incontenible tos de fumador empedernido.

Generaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
sec_0209.xhtml
sec_0210.xhtml
sec_0211.xhtml
sec_0212.xhtml
sec_0213.xhtml
sec_0214.xhtml
sec_0215.xhtml
sec_0216.xhtml
sec_0217.xhtml
sec_0218.xhtml
sec_0219.xhtml
sec_0220.xhtml
sec_0221.xhtml
sec_0222.xhtml
sec_0223.xhtml
sec_0224.xhtml
sec_0225.xhtml
sec_0226.xhtml
sec_0227.xhtml
sec_0228.xhtml
sec_0229.xhtml
sec_0230.xhtml
sec_0231.xhtml
sec_0232.xhtml
sec_0233.xhtml
sec_0234.xhtml
sec_0235.xhtml
sec_0236.xhtml
sec_0237.xhtml
sec_0238.xhtml
sec_0239.xhtml
sec_0240.xhtml
sec_0241.xhtml
sec_0242.xhtml
sec_0243.xhtml
sec_0244.xhtml
sec_0245.xhtml
sec_0246.xhtml
sec_0247.xhtml
sec_0248.xhtml
sec_0249.xhtml
sec_0250.xhtml
sec_0251.xhtml
sec_0252.xhtml
sec_0253.xhtml
sec_0254.xhtml
sec_0255.xhtml
sec_0256.xhtml
sec_0257.xhtml
sec_0258.xhtml
sec_0259.xhtml
sec_0260.xhtml
sec_0261.xhtml
sec_0262.xhtml
sec_0263.xhtml
sec_0264.xhtml