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Bastián escribía:
... Llegamos al viejo canal y logramos ponernos en seguridad.
Thomas Lieven levantó la mirada y se limpió las lágrimas de los ojos.
Luego siguió leyendo:
Me he instalado en Montpellier. Si pasas por aquí, pregunta en casa de la señorita Duval, 12, boulevard Napoleón.
Pierre, Dios mío, Pierre, nuestra buena Chantal ha muerto. Sé cuánto os queríais. Me dijo que tal vez se hubiese casado. Sabes que soy tu amigo, y por ello estoy tan desesperado como tú. La vida es una mierda. ¿Cuándo nos volveremos a ver? ¿Cuándo? ¿Dónde? Te deseo mucha suerte, viejo. Eso es para vomitar. No puedo seguir escribiendo.
Bastián
Se había hecho oscuro. Hacía frío. Pero Thomas no notaba el frío. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Muerta. Chantal había muerto. De pronto, hundió la cabeza en sus manos y sollozó fuertemente. Oh, Dios, qué nostalgia tan terrible sentía por la mujer, por sus risas, por su amor...
En el cuartel le buscaban, gritaban su nombre. Pero él no los oía. Pensaba en su amor perdido y lloraba...